Señales que precederán al fin del mundo, de Yuri Herrera

Yuri Herrera (Actopan, 1970) es uno de los mejores exponentes de la literatura mexicana actual. Profesor en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, debutó en la novela con la extraordinaria Trabajos del Reino (Periférica, 2003) merecedora de los Premio Binacional de Novela 2003 y el Otras Voces Otros Ámbitos en 2008. Señales que precederán al fin del mundo de 2009 fue su segunda novela, finalista del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 2011. En 2013 publicó La transmigración de los cuerpos, su última novela hasta la fecha.

Yuri Herrera: Señales que precederán al fin del mundo

Yuri Herrera es de esos escritores tocados por una varita mágica que lo hace destacar por encima de cuantos lo rodean. Tan honda impresión causa su lectura que uno siente que no le alcanza la prosa ni siquiera para transmitir lo que ha sentido al leerlo. Capaz de destilar en poco más de cien páginas una historia profunda pero sencilla, tan sencilla que uno no acaba de entender cómo ha podido conseguir tanto con tan poco. Señales que precederán al fin del mundo es el viaje de la protagonista, Makina, una mujer en busca de su hermano al otro lado de la frontera norte para entregarle un papel por encargo de su madre.

Su madre la Cora la había llamado y le había dicho Vaya, lleve este papel a su hermano, no me gusta mandarla, muchacha, pero a quién se lo voy a confiar ¿a un hombre? Luego la abrazó, y la tuvo ahí, en su regazo, sin dramatismo ni lágrimas.

Y es en ese viaje —metáfora del mito precolombino de Mictlán, inframundo en el que habitan los señores de la muerte y al que se accede a través de nueve etapas, las mismas que capítulos tiene la novela— donde su protagonista tiene que lidiar con situaciones y personajes que componen un crisol de la frontera mexicana, los narcos, los capos, los chulos, los polleros, los desgraciados, los apátridas… Y todo narrado con la prosa descarnada y mágica de Yuri Herrera, capaz de decir todo sin decir mucho, hacedor de metáforas que noquean y de silencios que llenan, narrador puro, original, directo.

Para tan arriesgado viaje Makina precisa protección de los duros del camino, y esta solo se consigue haciendo de mula, transportando paquetes cuyo contenido no conviene ni siquiera preguntar.

Una no hurga bajo las enaguas de los demás. Una no se pregunta cosas sobre las encomiendas de los demás. Una no escoge cuáles mensajes lleva y cuáles deja pudrir. Una es la puerta, no la que cruza la puerta. A esas reglas se atenía y por eso la respetaban en el Pueblo.

Makina comienza así un viaje cruzando el río de la mano de Chucho, el único protector que tendrá y cuya protección es una bala en el costado, una huida, un no mirar atrás, una maldición tras otra. Pulquerías de tipos recios, malencarados, abusadores, frío, miedo, soledad. Pero ante todo una determinación, casi una obsesión por entregar ese trozo de papel al hermano que marchó hacia el norte jugando a soñar sin dejar rastro. Porque una madre es eso, una misión, casi una obsesión, algo que no se discute ni se piensa.

Makina supo que el cabrón se moría por patearla o cogérsela y se levantó lentamente sin quitarle la vista de encima, porque cuando uno da la espalda por miedo es cuando más se arriesga a que le sorrajen una patada en el culo; abrió la puerta del cajero y jarchó.

Imposible no recordar al gran Rulfo o a Ibargüengoitia leyendo a Herrera, bebe de sus mismas fuentes y nos regala pasajes igualmente misteriosos, y estoy seguro que su prosa se igualará con la de los maestros con el paso del tiempo, porque tiene calidad de sobra para ello. Hay quien solo ha visto en ella méritos para encuadrarla dentro de la narcoliteratura, pero Herrera es mucho más que eso, es literatura con mayúsculas, precisa, preciosa, afilada. No dejen pasar la oportunidad de descubrir a este autor, para mi gusto uno de los mejores que ha parido México. Lean esta novela hasta el final y cuando acaben empiecen de nuevo por el principio, y disfruten.

Señales que precederán al fin del mundo

Yuri Herrera

Editorial Periférica

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Una reseña de Salva Alemany