Amiga, nos están engañando. Nos estamos engañando. Ser mujer y tener cincuenta años no es como nos quieren hacer ver.

Se están construyendo nuevos mitos a costa de la mujer, mitos que se sostienen en arquetipos que nosotras mismas apoyamos, quizás por todo ese halo de «filosofía bien pensante» con el que vienen envueltos y listos para consumo masivo.

El nuevo mito de la mujer de cincuenta años al que me refiero no es diferente en esencia al que venimos soportando desde hace años y que aparece legitimado dentro de campañas que pretenden denunciar la imagen de la mujer en la moda, propugnando una nueva estética, más acorde —según creo— con el paradigma de mujer real. Todo esto estaría muy bien si no fuera por dos pequeños detalles: las abanderadas de estas nuevas cruzadas son las propias marcas comerciales y, como no podía ser de otro modo, sus mensajes se fundamentan en estrategias de marketing perfectas, efectivas y visualmente impactantes. El photoshop es el arma que esgrimen para que aceptemos su propuesta: la mujer de talla grande, pero de piel perfecta, sin mácula ni atisbo de celulitis, estrías o vello, es el modelo perfecto para publicitar jabones o lencería íntima. Yo me miro en el espejo y no me veo reflejada. Sí, es publicidad o lo que es lo mismo, un conjunto de técnicas para comercializar un producto utilizando claves de identificación dirigidas al cliente potencial. Y el cliente potencial, en este caso, somos nosotras, amiga mía, las mismas que rechazamos con horror la imagen de la modelo excesivamente delgada, reveladora de trastornos alimenticios, y por ende, psicológicos, que hace algunos años hizo que saltaran todas las alarmas del pensamiento ético. Somos nosotras, y me incluyo, las que, sin darnos cuenta, perpetuamos con nuestros pequeños actos diarios una sociedad que se alimenta de roles marcados por conceptos convencionales como belleza y éxito.

Sobre el concepto de mujer de cincuenta años

Veo, en los últimos tiempos, la tendencia a reivindicar un nuevo concepto de mujer madura que no me gusta nada. No me gusta porque creo que no se identifica con la realidad a pie de calle. La nueva mujer de cincuenta años vive, según algunas corrientes de opinión, una nueva era, una etapa muy diferente en la que asume la libertad que no tenía a los treinta y cuarenta; esa mujer de cincuenta años que representa la primera generación de mujeres que tuvo acceso a la Universidad, se ha realizado laboral y profesionalmente, ha demostrado que puede ser feliz sin pareja, se ha liberado de la carga que suponen unos hijos en edad escolar, se cuida, se prepara, vuelve a acceder a un puesto de trabajo al que aporta su experiencia, ve la vida desde un enfoque sereno, asertivo, diferente. Y disfruta como nunca del sexo.

Reivindican un nuevo concepto de mujer madura que no se identifica con la realidad a pie de calle. Clic para tuitear

«De cincuentonas a cincuentañeras», ese es el lema. Un tópico más a añadir a la larga lista que circula sobre la mujer. Pero como todo tópico, es susceptible de análisis y consiguiente desarticulación.

Es cierto que la mujer de cincuenta años de hoy tiene poco que ver con la de hace quince años, pero el planteamiento tiene puntos de discusión, como todas las generalizaciones. Una de esas diferencias radica en que la mujer en la sociedad actual tiene hijos más tarde, debido a su actividad profesional, que como sabemos, no solo retrasa la edad de formar una familia por motivos de realización personal; también hay que tener en cuenta que los hijos se consideran una carga, una rémora a la hora de firmar un contrato. Por otra parte, muchas mujeres de cincuenta años tienen hijos en edad escolar, y no podemos, por tanto, considerarlas «liberadas» de esa «obligación personal».

El rol de la mujer universitaria, profesional de éxito, independiente y activa está muy bien, me encanta, pero no todas las mujeres de cincuenta años somos ejecutivas o profesionales de éxito, a pesar de nuestra preparación. Todo este mito moderno tiene inexcusables tintes elitistas con los que, lo siento, no puedo estar de acuerdo porque no entraña una visión realista de la sociedad, máxime cuando la incorporación al trabajo de la mujer de cincuenta años sigue siendo, cuando menos, una asignatura que roza el suspenso en este país.

No todas las mujeres de 50 años somos ejecutivas o profesionales de éxito. @txaro_cardenas Clic para tuitear

Ahora ponte en la piel de una mujer de cincuenta años, sin trabajo y con cargas —término  institucionalmente aceptado, por desgracia—, ¿qué tiempo y recursos te quedan para ir a un gym y cuidarte, hacer gasto a esas marcas comerciales que te quieren vender sus maravillosos gloss y fond de teint, ¿qué haces para ser «poderosa a los cincuenta»? Atractiva, profesional, enérgica, con tiempo para tus hobbies, viajar, hacer cursos… «En forma» con Jane Fonda, hasta para ir al supermercado. Yo creo que la mujer, tenga la edad que tenga, es algo más que ese estereotipo elitista cuyo mito nos quieren colgar. La mujer, tenga la edad que tenga, no es un producto, ni un modelo que dicta pautas o tendencias, es una realidad única e individual y el mundo debe reflejar esta realidad tal y como es.

Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta, la juventud de la edad madura.

Víctor Hugo

La juventud escapa por el camino sin retorno de las hormonas. Otro frente. Otra lucha que podemos relativizar, pero lo cierto es que los efectos de la menopausia se instalan para toda la vida. No todo es de color de rosa.

Los 40 son la edad madura de la juventud; los 50, la juventud de la edad madura. Víctor Hugo Clic para tuitear

 

Txaro Cárdenas