«Todos, en nuestra familia, somos muy aficionados a los juegos de ingenio»

Shirley Jackson

A la escritora Shirley Jackson le preguntaron una vez: ¿de dónde sacas las ideas para tus historias? Ella respondió: «de nada bueno». No nos cabe duda.

Después de la lectura de Siempre hemos vivido en el castillo y el comienzo de La maldición de Hill House, decidí acercarme a Cuentos escogidos, una pequeña colección de relatos y ensayos de esta autora californiana, la madre del terror estadounidense en la sombra y una de las grandes influencias de escritores como Stephen King. Su lectura no ha sido un error. Con estos siete cuentos recopilados recorremos diferentes facetas de la autora, como su visión paranoica y fantástica del mundo hasta la reflexión sobre cómo los individuos de a pie somos los peores monstruos.

Shirley Jackson: Cuentos escogidos. La reina del terror recupera su trono

A la escritora Shirley Jackson le preguntaron una vez: ¿de dónde sacas las ideas para tus historias? Ella respondió: «de nada bueno». No nos cabe duda. #Reseña de #CuentosEscogidos, @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Demonios y dudas

La antología arranca con «El amante demoníaco». Es un relato enigmático sobre una mujer que busca a su amado en una ciudad que parece no recordarlo. La soledad y la locura se mezclan en sus párrafos, ¿existió el amado más allá de la profunda marca dejada en la protagonista? Es el que más preguntas nos deja junto a «Siete tipos de ambigüedad», que trata sobre una pareja que visita una librería buscando una colección de libros, pero ¿quiénes son estos extraños compradores?

Llegados a este punto, debo confesar que me he criado con las historias cortas de mi querido Ray Bradbury, así que suelo ver rasgos de este autor (la poética de su literatura) o toques de la sociedad en la que vivió en cuentos como «Después de usted, mi querido Alphonse», que habla sobre el racismo y cómo los críos no temen jugar con los otros, es en el momento en el que crecen cuando empiezan los problemas. No digo que Bradbury influyese a Jackson, pero sí que el mundo donde vivían les hizo concebir una prosa especial, centrada en los débiles, en los soñadores, porque ¿cómo no va a soñar aquel que no tiene alas o, peor, que ha olvidado como usarlas?

Volviendo a la autora, no tenemos solo cándidos cuentos, también tenemos emociones. Si buscamos una obra que transmita una extraña sensación de limbo tenemos «La muela», donde una mujer va sola a la ciudad en busca de un dentista. Un hecho tan simple parece ser el pretexto para una auténtica pesadilla, donde el lector llega a sentirse tan drogado y con las emociones tan embotadas, tan aletargadas, como la protagonista. ¿Jim? ¿Quién es Jim?

Por último, mis dos relatos favoritos por cómo mezclan la niñez, lo monstruoso y su capacidad para dejarnos perturbados durante un par de horas son «La bruja» y «Charles». En el primero, un niño, su madre y el bebé de la familia se cruzan con un extraño en el vagón de un tren; este hecho baladí sirve para llevarnos a uno de esos encuentros malsanos y abiertos a diferentes conclusiones. En el caso de «Charles», tenemos de nuevo a un crío como protagonista, uno que empieza a ir al colegio y siempre regresa con las historias sobre las travesuras de su amigo Charles hasta el punto en que raya la obsesión… ¿Quién es ese Charles y qué le está haciendo a su hijo? Poco puedo decir de él para no caer en el destripe, pero es otra historia donde Jackson nos demuestra su capacidad para jugar con el último párrafo, con la sorpresa, igual que hacía otro gran autor como era Richard Matheson (Pesadilla de 20.000 pies, Soy leyenda…).

¿Y cómo iba a faltar el cuento más conocido de la escritora? «La lotería» es el más famoso, pero tal vez no el más celebrado, debido a la polémica que le acompañó poco después de su publicación. En el ensayo incluido en el libro Biografía de una historia se relata cómo surgió y cómo se lo tomó el público, que vio en este cuento una poderosa amenaza y tan variopinta (desde los que lo acusaban de fomentar la brujería hasta aquellos que veían una crítica a la caza de brujas de McCarthy y un obvio apoyo al comunismo) que el cuento parece más bien un espejo del lector y su pensamiento que una obra literaria. No olvidemos otra pregunta: ¿qué puede hacer la sociedad contra la maldad de las masas impulsadas por el egoísmo y la falta de humanidad?

Por último, el volumen se completa con varios ensayos. Tres conferencias y un cuento y La noche en que todos tuvimos gripe mezclan realidad, escritura y juego con ese talante mordaz que se entrevé en la literatura de Shirley Jackson (el segundo es un relato con bastante realidad). En cambio, Experiencia y ficción es más técnico, pero sirve para responder a la odiosa pregunta que es ¿de dónde surgen las ideas? Por último y, seguramente, el más interesante (junto al ya citado ensayo sobre la concepción de «La lotería») es Notas para un joven escritor, una auténtica joyita con la que Jackson quería animar a los jóvenes como su hija a juntar letras y concebir historias, ¡qué gran meta!

Shirley Jackson: Cuentos escogidos. La reina del terror recupera su trono 1

En cada uno de sus cuentos, Jackson demuestra que se merece el título de la reina del terror moderno

Shirley Jackson: Vida (de la) reina terrorífica

En cada uno de sus cuentos, Jackson demuestra que se merece el título de la reina del terror moderno. Si le sorprende, quizá sea por la falta de reconocimiento que hay hacia su figura, aunque tenga numerosas adaptaciones como la reciente versión televisiva de La maldición de Hill House de Mike Flanagan; solo hay que ver el tiempo que muchas de sus joyas han estado descatalogadas en nuestro país hasta que Editorial Minúscula se ha propuesto recuperarlas. A menudo, cuando a los lectores del género fantástico hablamos de grandes escritores como Edgar Allan Poe, H. P. Lovecraft, Richard Matheson o Stephen King, olvidamos que también existen fascinantes autoras como Mary Shelley, Elizabeth Gaskell, Anne Rice o la que nos ocupa: Shirley Jackson. Es hora de hacer que sus voces resuenen y, para ello, podemos conseguirlo con la lectura de sus páginas.

En cada uno de sus cuentos, Shirley Jackson demuestra que se merece el título de la reina del #terror moderno. Si todavía no la han descubierto, @MinusculaEd se ha propuesto recuperar sus #obras. #Reseña de @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Numerosos académicos formulan la idea de lograr una especie de «lector objetivo» que no se vea influenciado por nada a la hora de leer una obra. Ya sea su contexto, sus ideas, amistades, otras lecturas…, esta persona (o ente) debe estar en su peculiar e irreal burbuja. A menudo, este ficticio debate, posa el foco en los escritores y su vida. El objetivo es alejar al autor de su obra. No se ofendan, pero esto es ridículo. Separar al artista de su obra, en este caso, es imposible o nos deja con una historia incompleta.

Si bien podemos acercamos a un libro sin saber nada del escritor a priori y pasar a imaginarnos cómo es (qué mágico es cuando nos topamos con esta situación), para completar algunos significados de la obra necesitamos entender quién la creado, pero no me malinterpreten. No voy a elogiar a un autor por todas las fiestas a las que fue y donde logró transformar su literatura en parte de un boom, no hablaré de Fitzgerald o Vargas Llosa y su don de gentes. Tampoco voy a hablar de la madre de John Kennedy Toole luchando por la publicación de la obra de su hijo tras que este se suicidase o ese Hunter S. Thompson recorriendo Las Vegas hasta las cejas (válgame el ripio…).

Mi idea es que debemos conocer al autor y su vida no para condenarlo o convertirlo en un santo (¡esperemos que no en un mártir!), ya sea a él o a su libro, sino que debemos conocerlos para completar su obra. Por ejemplo, la oscuridad de Poe tiene ecos de su triste vida y su dependencia del alcohol; los amigos que protagonizan la novela corta El cuerpo, buscan un cadáver y evocan la infancia de Stephen King cuando falleció un niño con el que jugaba; el hedor de la sangre de la nueva carne nos lleva a pensar en la infancia de abusos que sufrió Clive Barker y, en el caso de Shirley Jackson, emergen los dramas de una mujer que vio la literatura como una forma de huir de ser ama de casa, madre de cuatro niños y tener un marido que era un profesor desapasionado que, poco después de la muerte de su esposa, acabaría casándose con una alumna. La propia Shirley veía la escritura como una forma de irse a su propio mundo gracias al blanco y negro de la página, pero no era su único método de huida: los cigarrillos y la comida la ayudaban. Llegados a cierto punto de su vida, se convirtió en agorafóbica y no abandonaba nunca su casa. Murió allí con apenas cincuenta años. En uno de los ensayos recopilados en este volumen escribe:

Quisiera, si se me permite, terminar con una historia que es la traducción más directa de la experiencia a la ficción que yo haya hecho. En primer lugar, la escribí teniendo mucha fiebre. En segundo lugar, me interrumpían constantemente para que subiera bandejas con zumo de naranja o sopa de pollo o aspirinas o ginger ale o sábanas limpias o cajas de lápices. En tercer lugar, mientras estaba escribiéndola, mi marido estaba en el sofá con botellas de agua caliente diciendo que estaba muy bien escribir historias, pero que en el supuesto de que él muriera allí mismo en ese preciso momento: ¿le importaría a alguien? Yo misma debí de gimotear un poco mientras trajinaba bandejas y llevaba botellas de agua caliente aún más calientes y le decía a todo el mundo que eran muy afortunados de tenerme, de que los atendiera a ellos y los cuidara a pesar de estar yo misma tan enferma como ellos, y que solo el más puro espíritu de sacrificio me mantenía en pie, y que debían estar agradecidos. En realidad, mi marido y dos de nuestros hijos tenían gripe, y yo estaba empezando a contagiarme; el hecho de tener que acabar la historia era la único que me impedía abandonarlos e irme a tumbar a un lugar tranquilo.

Es interesante ver en ella la tristeza, la melancolía y cierta malicia en personajes como la Merricat de Siempre hemos vivido en el castillo o las protagonistas de La maldición de Hill House.

Sin duda, Cuentos escogidos es una buena obra para empezar a conocer a la escritora, tanto que ya tengo en mi estantería otro volumen de los relatos de la autora (Deja que te cuente), porque, sin duda, hay que redescubrir a la madre del terror, a la poderosa voz de Shirley Jackson. Era una escritora con una voz propia, una voz que no podemos dejar morir. No podemos permitir que guarde silencio.

#CuentosEscogidos, @MinusculaEd, es una buena obra para empezar a conocer a la escritora: hay que redescubrir a la madre del #terror, Shirley Jackson. Una escritora con voz propia, una voz que no podemos dejar morir. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

 

 

Reseña de Carlos J. Eguren

 

El antro de los vampiros y otros monstruos

Portada de la reseña: David de la Torre

 

 

Shirley Jackson: Cuentos escogidos. La reina del terror recupera su trono 2

 

 

Cuentos escogidos

Shirley Jackson

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