T2 Trainspotting, de Danny Boyle

Título: T2 Trainspotting.

Título original: T2 Trainspotting.

Año: 2017.

Dirección: Danny Boyle.

Guion: John Hodges, adaptando la novela Porno de Irvine Welsh.

Montaje: Jon Harris.

Dirección de fotografía: Anthony Dod Mantle.

Reparto: Ewan McGregor, Robert Carlyle, Ewen Bremner, Jonny Lee Miller, Anjela Nedyalkova, Kelly MacDonald.

País: Reino Unido.

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«Nuestra única respuesta era seguir igual y ¡a la mierda con todo! Acumular miseria tras miseria, apilarlas sobre una cucharilla y disolverlas con una gota de bilis. Después, chutarla por una vena pestosa y purulenta y vuelta a empezar. Seguir igual. Levantarse y salir a atracar, robar, putear a la gente. Lanzándonos con anhelo en pos del día en que todo saldría mal. Porque no importa cuánto guardes para mañana o cuánto robes, nunca tienes suficiente. No importa la frecuencia con que salgas a robar o a joder a la gente, siempre tienes que levantarte y hacerlo todo otra vez.»

En este pasaje de Trainspotting, uno de los más conocidos tanto de la novela de Irvine Welsh como de la película de 1996 de Danny Boyle, se resume el núcleo esencial de la historia original: la desesperanza absoluta como estado de ánimo crónico. Hay películas que sólo el paso del tiempo es capaz de colocarlas en su justo lugar y, sobre todo, permitirnos apreciar que donde, en un principio, habíamos visto delirio, sólo había lucidez. Sucede con La naranja mecánica (1971) de Stanley Kubrick, THX 1138 (1971) de George Lucas, Network (1976) de Sidney Lumet o El club de la lucha (1999) de David Fincher y sucederá en unos años con V de Vendetta (2005) de James McTeigue, Hijos de los hombres (2006) de Alfonso Cuarón, Origen (2010) de Christopher Nolan o Perdida (2014) de David Fincher (ya lo verán). Algo así ocurre con Trainspotting. Porque, cuando se estrenó, podía pasar por ser una requisitoria pasada de vueltas contra 17 años de gobierno conservador. Después vendrían 13 años del laborismo de la “tercera vía” y todo podría ser distinto. Pero no. Vista desde hoy, Trainspotting era un grito desgarrado sobre la falta de fe en el futuro: el lema “no future” del movimiento punk simbolizado por una pandilla de yonquis desquiciados sin ninguna voluntad de salir de su adicción. Y esa falta de fe no dependía de circunstancias coyunturales sino que estaba asociada al funcionamiento del propio sistema. Hasta cierto punto, T2 Trainspotting parece realizada bajo la premisa de insistir en las mismas claves para dejarnos claro de qué iba la cosa y de que nos olvidemos por completo de lecturas light.

 

 

El lema no future 20 años después en @T2Trainspotting. Olvida lecturas light. @jmcruzbar Clic para tuitear

Después del cínico y desesperanzado desenlace de la primera película, Renton (Ewan Mcgregor) vuelve a Edimburgo. Y no se encontrará con una ciudad sucia y con aire de suburbio decadente en todos sus barrios. No. Veremos una ciudad más limpia, más pija y más moderna en la que las inmigrantes eslovacas son quienes se dedican a repartir folletos publicitarios. Una ciudad en la que todos esperan la inminente gentrificación para que determinadas zonas se reactiven y, sobre todo, suban los precios de sus inmuebles. Pero, debajo de esta fachada brillante y dinámica, late la misma amargura de 20 años antes y funcionan las mismas reglas del juego por las que el casino siempre va a ganar y muchos volverán a sus casas con los bolsillos vacíos y el alma desencajada.

T2 Trainspotting se beneficia de un agilísimo ritmo narrativo y del habitual preciosismo visual que el director Danny Boyle logra imprimir a todas sus películas. Asimismo, todo el reparto encaja perfectamente en sus papeles y el cuarteto protagonista (Ewan McGregor, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller y Ewen Brenner) se mete con absoluta eficacia en la piel de sus personajes originales. Sin embargo, en su afán de remachar escena tras escena la moraleja de la película de 1996, a T2 le acaba pesando demasiado la ausencia de voluntad de explorar nuevos caminos o de hallar enfoques que no aparecieran en el primer film. Brillante y original cuando recorre situaciones nuevas (como la impagable secuencia en que se muestra cómo se puede sacar la pasta a la Unión Europea con un discurso plagado de tópicos y lugares comunes) el film se deja ver sin disgusto y cumple su función de secuela eficaz que cierra las historias de sus personajes. Y, al final, renunciando a la novedad, el director parece querer decirnos, con un aire de sonrisa cínica y gesto burlón: “¿Qué coño queréis más que os diga?¿No os avisé hace ya veinte años que no había esperanza y que todo esto era un callejón sin salida?”. Pues bien, deberemos tomar nota.

Secuela eficaz dirigida con brío @T2Trainspotting. Sensación de déjà vu. @jmcruzbar Clic para tuitear

Nota (de 0 a 10): 6,5.

Lo que más me gustó: Su brío narrativo y la habitual brillantez visual de Boyle.

Lo que menos me gustó: La sensación de déjà vu que transmite en muchos momentos.

 

Crítica de cine de José Manuel Cruz