Con frecuencia, las grandes historias femeninas en el cine deben tratar de encontrar un equilibrio entre el poder interior de sus personajes y la forma en que la cultura popular medita sobre la mujer. En Frozen II (Jennifer Lee y Chris Buck, 2019), la magia y los símbolos que la representan forman una parte esencial de la historia.

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El dilema argumental en Frozen II es aún más complicado que el de su predecesora, con su reflexión sobre la posibilidad de la luz y la oscuridad en Elsa: una mezcla de considerable importancia que apela a todo tipo de metáforas para construir una percepción sobre lo poderoso que deslumbra por su profundidad. La nueva película de Disney no es sólo un recorrido hacia el misterio central de su argumento, también es el doloroso, lento y al final extraordinario camino del héroe en busca del origen de sus poderes. Las formidables capacidades de Elsa vinculan al personaje y su evidente madurez con una transición casi iniciática de rituales de paso. Elsa lucha contra un tipo de capacidad que no sólo la hace distinta a su querida hermana Anna, también la lleva al límite del dolor y el miedo, en muchas formas y maneras distintas. Cuando se aventura hacia lo desconocido en busca de su origen, se enlaza con una idea más antigua que ella misma y encuentra la redención. Elsa no sólo se eleva por encima de las ideas sobre el bien y el mal típicas en historias semejantes a la suya, sino que se convierte en un icono sobre el recorrido hacia un tipo de poder personal más duro de comprender y sobrellevar.

Por supuesto, Frozen II también es una película de Disney y además del trasfondo metafórico, hay muchísimas risas y predecibles conexiones emocionales entre los personajes. Pero incluso en lo trivial, la historia continúa siendo poderosa, significativa y fresca: la relación entre Anna y Elsa madura, a medida que la menor de las hermanas deberá lidiar con una relación romántica realista, llena de altos y bajos. El cambio de ritmo con respecto a las historias sobre princesas y sus corazones rotos es notorio  — mucho más que en la versión original de la historia —  y es evidente que Disney encontró el tono justo para construir un discurso realista, amable y profundo sobre las mujeres, a la vez que continúa analizando el entorno de sus heroínas favoritas, su poder y su trascendencia. Si con Frozen, el estudio logró crear mujeres adultas lidiando con todo tipo de conflictos adultos  — que podría extrapolarse a todo tipo de ideas sobre la identidad sexual, personal y espiritual — en su secuela, la historia de las hermanas que encuentran un punto en común para lidiar con sus pequeños y grandes conflictos, halla una forma nueva de asumir la idea de la feminidad hasta crear una percepción de la mujer con poder en busca de su propia historia.

#Frozen2: Elsa halla una forma nueva de asumir su feminidad y se revela como una mujer con poder en busca de su propia historia. @Aglaia_Berlutti. Clic para tuitear

Entre todo lo anterior, además la película tiene una considerable carga simbólica que la dota de una personalidad única y sobre todo, brinda a su argumento la profundidad de una búsqueda del poder interior que se relaciona con docenas de tradiciones precristianas, en la que la búsqueda de la identidad se relaciona directamente con la noción más profunda sobre el autodescubrimiento místico y la forma en que comprendemos nuestro mundo interior. La narración está llena de todo tipo de metáforas sobre la magia, la Diosa Creacionista y alusiones directas al poder divino de la naturaleza, lo que convierte al trayecto de Elsa en busca de su historia, en una travesía ritual hacia la encuentro de un gran enigma interior de profundas implicaciones no sólo en la trama sino también, en la psicología de los personajes.

Desde el equilibrio de los elementos, hasta el azaroso viaje de Elsa hacia el núcleo mismo de todos sus dolores y terrores  — esa cámara de los recuerdos que recrea cada parte de su vida —  la historia de Frozen II es una celebración de los viejos rituales de paganismo tradicional europeo, en los que se celebraban la búsqueda de la magia íntima, la relación con la naturaleza pero sobre todo, el recorrido más personal y esencial hacia lo que nos une a nuestra historia. El conflicto de la película se relaciona directamente con ese hazaña íntima  — que se metaforiza por una voz que sólo Elsa puede escuchar  — y que le lleva a encontrarse con los cuatro elementos esenciales, según muchas de las creencias paganas más antiguas e incluso algunos más modernos como la Wicca y otras religiones modernas basadas en creencias anteriores al cristianismo.

Todos los símbolos mágicos que hallarás en la película Frozen II 1

Elsa in Frozen II. ©Disney

Por supuesto, se trata de una idea muy antigua: Platón ya postulaba sobre los «cuatro elementos» que sostienen al Mundo, y en Asia, el milenario Feng Shui chino rendía homenaje al agua, tierra, viento, fuego, madera y metal como una forma de identidad del planeta y su relación con el hombre. La mención directa a temas semejantes en Frozen II no sólo parece un recorrido por la vieja creencia sobre el equilibrio entre la naturaleza y el corazón humano, refleja también la percepción de la magia como un vínculo natural, invisible y necesario que sostiene a la idea de la relación que sostenemos con la Tierra como un ente vivo.

#Disney encuentra el tono justo para construir un discurso realista y profundo de las #mujeres. #Frozen2 #Elsa @Aglaia_Berlutti. Clic para tuitear

Elsa posee una forma de magia que hasta ahora no había sido explicada y mucho menos, analizada en el argumento de la película original. En la secuela, no sólo se muestra sino que Elsa atraviesa un tradicional viaje ritualista para encontrar respuestas y de alguna forma, encontrar la libertad que siempre ha deseado. Como personaje, Elsa es mucho más que la Reina de su pueblo y parte de la familia que le rodea, por lo que Frozen II reflexiona sobre su poder como un vínculo que le une a fuerzas más antiguas que sostienen no sólo sus formidables capacidades, sino también su posible significado. Al final, Elsa  — y lo que puede hacer —es fruto del amor, del poder de dos culturas pero sobre todo, de lo que sostiene a la vieja tradición de su Madre y su pueblo, toda una narración emparentada de forma directa con antiguas leyendas sobre brujas que atraviesan rituales y procesos de curación interior para alcanzar la iluminación y el conocimiento.

También es notoria la presencia de la Madre  — ya sea como madre biológica de Elsa o la fuerza natural que se expresa a través de los eventos de la película —  y el argumento de Frozen II es lo suficientemente intuitivo como para mostrar una y otra vez, el vínculo definitivo  (y poderoso ) que une a una línea matriarcal que podría explicar no sólo los poderes de Elsa, sino su historia familiar. Cuando la Reina Iduna canta a sus hijas y les habla sobre el legendario lugar llamado Ahtohallan, pareciera representar de manera muy obvia las viejas tradiciones orales de prácticas paganas que usaban las canciones y relatos alrededor del fuego para transmitir conocimiento. Además, el Ahtohallan es de hecho un nexo espiritual con el pasado, un lugar intermedio en que los elementos se encuentran entre sí para crear una nueva fuerza relacionada con el espíritu humano.

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Reina Iduna, Anna y Elsa. ©Disney

Más curioso aún, es que la madre de Elsa y Anna lleva el nombre de Iduna, la diosa nórdica de la primavera y la Guardiana de las manzanas de la inmortalidad en la tradición. De modo, que no es en absoluto casual que la película comience con el canto de la madre y atraviese la historia que conoce a través de ella, para finalmente encontrar el lazo que le une con los espíritus de la naturaleza y también, el poder que habita en su interior, magia relacionada de manera directa con los elementos y el poder esencial de la creación que las creencias paganas suelen relacionar con la mujer y el poder del conocimiento.

Y de hecho, es en Ahtohallan, donde culmina la larga y azarosa búsqueda de Elsa, que la llevó a atravesar el mar  —otro símbolo recurrente en los grandes ciclos mitológicos —  y al final, encontrar la respuesta a todas las preguntas. No es casual, que Elsa se vea a sí misma en todas las facetas de su vida ni que tampoco, el primer rostro que se refleje en la cámara de hielo en la que le espera su historia, sea el de su madre. Una y otra vez, el símbolo del vínculo con el pasado sostiene no sólo la historia de Elsa, sino también la de Anna, quien de alguna u otra manera, también es heredera del vinculo que le une a su hermana, familia y al final a un pueblo ancestral que la recibe con los brazos abiertos.

Otra metáfora sobre el poder interior, es sin duda, la forma en que Elsa domestica al caballo de agua, el tradicional Nokk del folclore germánico y escandinavo. A lomos del caballo cristalino, de pronto Elsa deja de ser ella misma para convertirse en quizás, un reflejo de Epona, diosa de la fertilidad y a la vez, una conexión directa con el conocimiento que se relaciona con la figura del caballo y la cabalgata sobre el mar hacia el centro de todos los conocimientos.

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Elsa y Nokk. ©Disney

De modo que el viaje del héroe de Elsa, se cimienta de forma muy directa, en todo un círculo ancestral de Diosas que recorrieron largas distancias emocionales y en medio de elaborados misterios, para encontrar el origen de sus poderes. Elsa, de hecho, muere de forma simbólica para luego renacer, consciente de su poder, su capacidad para crear y sobre todo, la formidable potencia del conocimiento adquirido en medio de lugar recorrido. Incluso, la simbología del cabello suelto — por primera vez Elsa se suelta la trenza y lleva el cabello sin peinar — es una forma de recorrer la idea del poder y la forma en que se comprende la percepción de la identidad en la magia.

Sin duda, Frozen II es una película que celebra la divinidad femenina y los vínculos que nos unen al poder primigenio y poderoso de la familia, el tiempo y el conocimiento intuitivo. Toda una mirada a la magia desde un ángulo por completo nuevo, fascinante y sensible que sombra por calidad y profundidad.

 

 

#Frozen2 es una película que celebra la divinidad femenina y los vínculos que nos unen al poder primigenio y poderoso de la familia, el tiempo y el conocimiento intuitivo. @Aglaia_Berlutti. Clic para tuitear

 

Un artículo de Aglaia Berlutti