Comentábamos el otro día cómo el boca a boca puede ser camino eficaz para llegar a un autor. En épocas pasadas que la televisión diera a conocer escritores, sobre todo a través de la segunda cadena de TVE, no era tan inhabitual (y ahí estaban aquellos míticos «A fondo» donde Joaquín Soler Serrano entrevistaba a grandes personalidades de la literatura —Borges, Cortázar, Delibes, Vargas Llosa y un largo etcétera— o «Biblioteca nacional» y «Negro sobre blanco», librescos programas bien conducidos por Fernando Sánchez Dragó —con perdón—); pero hoy, la verdad, es que la presencia de la literatura en cualquier cadena pública,y no digamos privada, resulta casi milagrosa.

Por eso hace meses, amodorrado frente a mi televisor mientras hacía una digestiva siesta, mis ojos se entornaron como platos al percibir una voz femenina recitando unos versos durante el telediario de La Primera. Espabilé para retener el nombre de la poeta. Era, es, Lola Mascarell, nacida en Valencia en 1979, profesora de Lengua y Literatura, y directora de un taller de Narrativa en la Universidad Politécnica de su ciudad. Me enteré luego de cómo ha publicado Mecánica del prodigio (2010), y, sobre todo, Mientras la luz (2013), un poemario de éxito con el que gana ese mismo año el Premio Internacional de Poesía Emilio Prados y en 2014 el Premio Alcalá. Un vaso de agua, el insuperable libro que ahora nos ocupa, ve la luz en septiembre del pasado año. La autora ha publicado sus tres colecciones de poemas con Pre-Textos.

El paso del tiempo es el primer bloque temático que desarrolla Lola Mascarell. En los once poemas de Un vaso de agua ([4], [10], [12], [16], [29], [31], [34], [38]y [39]) que se ocupan de este tema —tan principal en la lírica— la autora encuentra la esencia de la realidad descubriendo el tiempo y sus interrogantes.Disfrutando estos versos percibo que buscan salirse del tiempo medido en el que normalmente vivimos: el lineal que marca el reloj. En efecto, con su lectura uno abandona esas coordenadas y pasa a experimentar otra clase de tiempo. Ya lo dijo el mejicano Doménico Cieri Estrada: «La poesía no tiene tiempo. El que la lee la rescata, la hace presente y luego la poesía regresa a su eternidad». Y es que la forma esencial del poema logrado, del talento poético aquilatado, la acaba otorgando el tiempo ido y su manera de plasmarlo. Ninguna mejor prueba, ciertamente, para calibrar los méritos de un poeta.

Seleccionamos de este grupo: «Lo cíclico» [4], donde la poeta hace un recuento de fenómenos que le lleva a inferir que todo pasa desde siempre y seguirá pasando a pesar de nosotros; en «Casa de muñecas» [10], un pueblo derruido la lleva al nostálgico recuerdo de su propia casa familiar; «Fresia»[31], muestra el inútil combate de esa flor amarilla, bella en su fugacidad, contra el paso del tiempo; en «Espino» [38], la brevedad del mes de agosto —y sus alegrías— se ve anticipada por agoreras lluvias; y «Regreso» [39],es una vuelta a los lugares del verano en los que la poeta fue feliz y que ahora solo le transmiten sentimientos de soledad.

Fresia

Esa flor amarilla y cabizbaja / que crece en mi jardín / a la buena de dios, sin ningún orden, / y que al poco se seca y se convierte / en hilacha marchita y se deshace, / mantiene en su minucia / un extraño combate con el tiempo: // en cada primavera, / encerrada en su aroma, / reverdece mi infancia.

Dejó dicho Vicente Aleixandre que el reino del poeta tenía dos coronas: la del amor y la del dolor. En este segundo grupo Lola Mascarell va a ocuparse del amor, pero no a la manera de un planteamiento romántico convencional, sino más bien como ese impulso de deseo hacia una alteridad que, en ocasiones, nos lleva a altos paroxismos. Son siete composiciones. En «Agujero negro»[9], se nos cuenta cómo el terrible destino del amor es irse despojando de sus atributos más intensos en el silencio y el vacío; «Equilibrio» [11], muestra dos cuerpos amantes unidos en dulce armonía; «Antes de dormir»[26], recoge ese momento íntimo y pleno —tan poco poetizado— en que uno se erotiza acariciándose; «Músculo de la alegría» [28], es una feliz estampa en que la poeta se aferra a su amante para compartir el sueño; en «Bastará tu nombre»[32], repetir el nombre de su amado tranquiliza pero también hiere a la poeta; en «Playa»[35], esa pareja tumbada sobre la arena y adormilada por el rugir de las olas ofrece una estampa de contundente felicidad; y «Nada dura» [42], es otro idílico amanecer con poeta abrazada a un dulce y, parece, diestro amante.

No encuentro otra manera / de habitar la precisa sinrazón / del viento que nos lleva: / haber hallado el punto, / la justa coordenada en que confluye / tu cuerpo con el mío.

A este magistral Un vaso de agua, cuajado de talento y oficio, lo completan unos cuantos poemas que se encargan de transmitir sensaciones experimentadas por su autora y que ella se encarga de verter para sus entregados —y ya numerosos— lectores.

A este magistral ‘Un vaso de agua’, cuajado de talento y oficio, lo completan unos cuantos poemas que se encargan de transmitir sensaciones experimentadas por su autora, @lolamascarell. @PreTextosLibros. #Reseña: Manu López Marañón. Clic para tuitear

Una primera subdivisión se completa con sensaciones positivas. Destacan las de plenitudes de todo tipo; recogidas en varios poemas ([17] [30] [37] y [44]), nos quedamos con «Unión» [30], donde la poeta, tumbada sobre la hierba recibe una completa sinfonía del mundo natural que acaba por escribirle el poema. Las benéficas sensaciones de resguardo recibidas por el refugio doméstico originan otros cuatro poemas ([22] [24] [25] y [27]) del que preferimos «Sencillez»[22], porque define a la perfección a la casa como omphalos (ombligo o lugar de nacimiento, pero también centro cósmico y lugar de creación). Siguen después otros cuantos poemas más de variada temática siempre dentro de ese optimismo razonado: renovación, agradecimiento, cordura, búsqueda interior y calma quedan bien representados. Dentro de esa sublime factura, y quizá por haber sabido salir airosa de semejante complejidad técnica, resaltamos«Sangre»[19], donde la propia sangre de la poeta circulando despreocupadamente por sus venas genera un vértigo de conocimiento.

Me he tumbado en la hierba / de este abril luminoso / a dejar que la vida / transcurra en lentitud. El viento mueve / las ramas de los árboles y el sol / va perdiendo su imperio tras las sombras.

Me he tumbado en la hierba / de este abril luminoso / a dejar que la vida / transcurra en lentitud. El viento mueve / las ramas de los árboles y el sol / va perdiendo su imperio tras las sombras. @lolamascarell @PreTextosLibros. Clic para tuitear

Las sensaciones negativas son escasas y no caen de lleno en el pesimismo radical. En «Disolución» [15], la fina lluvia que moja a la poeta la hace sentir unida a la tierra y al tiempo, mientras siente que la muerte se ha hecho barro con la vida; en «Nostalgia» [18], otras vidas posibles, imaginarias, generan nostalgias igualmente vividas a las que han sucedido en el plano real; y en «Una rosa» [43], la noche oscurece a la flor de una ventana, una metáfora de la oscuridad a la que todos estamos destinados.

Nostalgia

Una nostalgia inmensa, repentina, / de todo lo que nunca sucedió / y el qué hubiera pasado / de haber sido posible, / de haber dado aquel beso, / de haber seguido allí, / de haber dado la vuelta, / de haberse conformado, / de haber tenido fuerza, / de haber saltado a tiempo, / de no haber sido yo.

 

Un vaso de agua. Lola Mascarell. Pre-Textos (2018)

 

 

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Reseña de Manu López Marañón

Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre