Cuando la montaña, entre bostezos, mece el cerco del sol, despiertan los sueños de quien sabe esperar. Sin embargo, nuestra protagonista parece no haber aprendido todavía. La noche que abre la función aviva las pulsiones de quien aún no se ha perdonado. Un colchón, oscilaciones bajo las sábanas y la opacidad de la noche dan la bienvenida al espectador.

En el barrio de Embajadores, Nave 73 se erige como un espacio cultural de referencia en Madrid. Bajo el ala del vanguardismo y la contemporaneidad, esta antigua nave industrial acoge la nueva obra de Camila Elejalde: La carta fue un error. En ella, las caras de la conciencia, el arrepentimiento y la culpa se alean con el erotismo, el adiós y una comedia dramática repleta de ingenio.

C, una chica de 25 años, comparte cama, piso y vida con X, la materialización de su mente, en una relación de lo más sinuosa. En esta prosopopeya, el atosigamiento tenaz de la conciencia recuerda a C los errores de su última relación. Su narcisismo, el perdón y el miedo fueron el detonante de muchos de ellos. Las dudas, sin embargo, que orbitan en torno a una carta para su ex son el flanco de todas las torturas. Los intentos de la protagonista por librarse de su mente —la meditación, las limpiezas energéticas, las respiraciones controladas—, lejos de todo efecto, encarnan el quid de la función.

Este enfrentamiento entre la joven y su cabeza empareja la esperanza por rehacer su vida con el pánico a no volverse a enamorar. Pero estos viajes interiores alcanzan su clímax cuando asoma un nuevo personaje: la fantasía. Es bien sabido que cuando esta irrumpe en el duelo, el acercamiento a aquello de lo que uno huye se torna ineludible. ¿Qué hay más humano que entregarse al aura de la entelequia contra los afanes de la razón? En este relato homoerótico el subconsciente se cita con la imaginación, aprobando un placer que el raciocinio anhela desoír. ¿Pero cómo salir airoso cuando el enemigo es uno mismo? En tales casos, solo queda fluir, pues ya habrá tiempo para la aflicción. Total, quién gobierna sus pensamientos, quién domina sus emociones.

María Sanguinetti, Carmen del Rosal y Eléa Rochera nos regalan unas interpretaciones atestadas de ironía e introspección. Su puesta en escena no hace sino encumbrar, más si cabe, la dramaturgia de Camila. No exagero cuando escribo que nacieron para habitar un escenario. Entre todas hacen de estos encuentros —y desencuentros— identiarios un ejercicio de reconciliación con uno mismo. Todo ello, con la concesión, en los prolegómenos de la obra, de la carta original y la interacción con el público. Lo que hace de esta función una experiencia única. Si el teatro se viste de asidero para tolerar la existencia, en La carta fue un error se alza, además, como reflejo de las destilaciones de uno. A fin de cuentas, el teatro es la vida y la vida es teatro.

Si el teatro se viste de asidero para tolerar la existencia, en La carta fue un error se alza como reflejo de las destilaciones de uno. A fin de cuentas, el teatro es la vida y la vida es teatro. @nave_73 @IvanBaena10 @lacarta Compartir en X

Una crítica de Iván Baena

La carta fue un error

DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN DE ESCENA: Camila Elejalde

ELENCO: María Sanguinetti, Carmen del Rosal, Eléa Rochera

PRODUCCIÓN: Camila Elejalde y Carmen del Rosal

ILUMINACIÓN Y DISEÑO DE SONIDO: Elena Sanz

ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO: Berta Gamuzas y Isabel Pedroso Emperador

VESTUARIO: Pilar Mazzoli

FOTOGRAFÍA Y DISEÑO GRÁFICO: Maria Sanguinetti

PRENSA: Maria Sanguinetti

DISTRIBUCIÓN: Casacuatro

Tráiler AQUÍ

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