Con el tiempo aprendió a tocar bastante bien el violín, aunque ofreciera un aspecto de lo más extraño con el instrumento en las manos, y disfrutaba de todos y cada uno de los tonos bellos y dulces que lograba emitir.
El pequeño señor Friedemann, Thomas Mann.
En el año 2012, organizada por el Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid, tuve la suerte de disfrutar de la primera gran retrospectiva dedicada a Marc Chagall en España.
Nacido en Vitebsk, actual Bielorrusia, en 1887, en una humilde familia de origen judío, vivió casi cien años, por lo que fue testigo directo de los más terribles acontecimientos del siglo pasado: la revolución rusa de 1917 y las dos guerras mundiales. Pese a una infancia marcada por la guerra, su rostro nunca perdió la mirada soñadora, evocadora, algo melancólica, de alguien que conserva intacta la ilusión y la fe en el ser humano.
En alguna ocasión, Chagall contó que uno de sus tíos por las tardes, cuando volvía del trabajo, solía subirse al tejado de su casa para tocar el violín. En El violinista, la nieve, las casas de madera presentes en otras composiciones que vuelven a reflejar el pueblo natal de Chagall, la escena en su conjunto irradia paz y tranquilidad, amenizadas por el violín cuyas cálidas notas, gracias a los colores amarillo y naranja, parecen reverberar en la tela, traspasarla y llegar a tus oídos y tus pies.
Con una dura infancia, marcada por la Guerra del Líbano, la primera vez que vi actuar a Ara Malikian, recordé a Chagall.
Libanés, de ascendencia armenia y nacionalidad española, un violinista siempre dispuesto a subirse, de manera física o metafórica, a ese u otro tejado para hacer que su música, la música de todos, llegue a un público lo más heterogéneo y amplio posible.
@AraMalikian, un violinista siempre dispuesto a subirse a ese u otro tejado para hacer que su música, la música de todos, llegue a un público lo más heterogéneo y amplio posible. @pitosporum. Share on XUn artista de prestigio que, tras múltiples premios, reconocimiento y años de tocar, como solista invitado, en las mejores orquestas sinfónicas del mundo, un buen día se percató de que ni su persona ni su arte se sentían cómodos con el encorsetamiento ni el elitismo que rodeaba a la música clásica.
A partir de entonces, su disidencia con las rígidas normas del clasicismo en la música, brotó con fuerza, sin posibilidad de retroceso.
Su pelo salvaje, seña de identidad más característica, cobró vida.
Ante la avalancha de barroquismo (colores vivos, brocados de seda, encajes, joyas y prendas amplias y muy ornamentadas), tanto el frac como el traje negro huyeron despavoridos hacia el fondo de su armario, quedando, como única superviviente del vestuario común de los músicos clásicos, la camisa blanca, pero con chorreras, puñetas y desabotonada para lucir pecho, collares y abalorios de diferente condición.
Cambió los templos de la música clásica por pequeños teatros, escenarios al aire libre, estadios de futbol, incluso por improvisados conciertos en las calles de alguna que otra ciudad o en el mismísimo metro. Del cielo de las estrellas bajó a la tierra con la firme determinación de acercar, al común de los mortales, la magia, la belleza, de las obras de Vivaldi, Mozart, Paganini y Bach.
Aunque había venido a tocar varias veces a Toledo, mi curiosidad por Ara Malikian no se despertó hasta que, en una de esas ocasiones, desde las marquesinas de los autobuses, su imagen de estrella del rock y su simpática mirada, escondida tras unas gafas redondas de color, captó mi atención.
Después de verlo actuar en Las noches de La Granja (Segovia), me enamoré del artista.
Tras ver el documental Ara Malikian: una vida entre las cuerdas, dirigido por su esposa Nata Moreno, me enamoré de la persona.
Un maravilloso violinista que siempre consigue arrancarte una sonrisa con sus palabras y más de una lágrima con sus notas.
Emoción y paz.
@AraMalikian, un maravilloso violinista que siempre consigue arrancarte una sonrisa con sus palabras y más de una lágrima con sus notas. Emoción y paz. @pitosporum. Share on XAntigua estrella errante, un entrañable vagabundo que encontró en nuestro país un hogar donde quedarse y regresar, Ara Malikian es, para mí, el Charles Chaplin de la música.
Un artículo de Teresa Suárez
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