Hace exactamente dos años —el 8 de marzo de 2019—, nuestra compañera, la historiadora y escritora Tamara Iglesias, iniciaba este monográfico dedicado a aquellas que, al igual que estas cinco mujeres guerreras e intrépidas que os presentamos hoy, destacaron en un mundo creado a imagen y semejanza del hombre. Su ejemplo sigue vigente hoy, a pesar del velo de invisibilidad que ha cubierto durante siglos sus vidas y logros.
Mujeres guerreras, valientes y seguras de sí mismas que lucharon por lo que consideraban justo.
Una lucha cuyo testigo está en nuestras manos.
Cinco #mujeresguerreras y una lucha por la igualdad. La samurái Tomoe Gozen, la reina Amanitore, Artemisia I de Caria, Ecaterina Teodoriu o la Reina Tamara, 5 #mujeres intrépidas para este #8M2021 #DíaDeLaMujer @iglesiashistor. Share on XMujeres guerreras ante una única causa común
Cuando estaba en mi primer año de carrera tuve que leer un estudio de Polanco que señalaba a la mujer como el accesorio perfecto para cualquier artista plástico: accesible al imaginario colectivo, dual en la representación y sumisa en el orden estructural de la pieza. Obviamente yo sabía que el estudioso presentaba un arquetipo iconográfico asociado a una cultura falocéntrica y no necesariamente una opinión personal, pero esto no evitó que me decepcionara su teoría. Entiéndeme: yo me crie entre mujeres fuertes y decididas que no se rendían ante las injusticias ni agachaban la cabeza, mujeres valientes que me enseñaron a no vender mis principios a cambio de un poco de aceptación social; así que la idea de que mi género fuera obediente y torpe me resultó insultante e imposible.
Poco a poco, y a medida que mi formación y asignaturas aumentaron, me di cuenta de que Polanco verbalizaba un estigma social que nos había acompañado a lo largo de varios siglos de Historia y que otros historiadores también reforzaban. Bo Petré, por ejemplo, había establecido una división por género de los objetos funerarios de la Edad de los Metales (peines y espejos para ellas, armas y escudos para ellos) lo que dejaba cualquier excepción a esta norma en el apartado de «ofrendas» y «regalos», pero nunca pertenencias; Petré nunca se detuvo a pensar que una mujer podía empuñar un utensilio afilado para algo más que cocinar y el resto de historiógrafos aprendieron a imitar esta línea de pensamiento, renunciando a la historia de mujeres intrépidas que marcaron un antes y un después en los hitos y batallas que todos conocemos.
1. Mujeres guerreras en el Japón medieval
Por ejemplo, ¿sabías que Tomoe Gozen fue una de las samuráis más fuertes de Japón? Y no fue la única, también estuvieron Nakano Takeko y la Emperatriz Jingu entre muchas otras. Pero seguramente no sabes que en Japón existió la figura de la onna bugeisha (menos conocida y nada representada en el cine hollywoodiense a pesar de su relevancia), mujeres que eran entrenadas en el uso de las armas durante a la etapa feudal. Tomoe Gozen (por cierto, Gozen no es un apellido sino un título que vendría a significar «Doña») nació en 1157 aproximadamente y participó en las Guerras Gempei (conflictos civiles entre los clanes Taira y Minamoto) como comandante de los ejércitos de Minamoto no Yoshinaka, quien la veía como a una igual a pesar de que muchas leyendas hayan querido establecer entre ellos una relación romántica o de concubinato. No sabemos con certeza qué ocurrió con Tomoe luego de que Yoshinaka realizase el seppuku (ritual del suicidio por medio del desentrañamiento) pero sí sabemos que bajo su mando el ejército del clan Taira sufrió innumerables bajas, entre las que debemos incluir las cabezas de varios generales que ella misma cercenó. No sin razón, Tomoe fue apodada «la mujer sin miedo».
2. La reina Amanitore
Tampoco le temblaba el pulso a la reina Amanitore cuando de castigos y batallas se trataba; esta kandake (título otorgado a las reinas independientes de Meroë) gobernó en el siglo I a.C. a pesar de los constantes ataques de los pueblos vecinos y de los intentos de sus hijos por usurparle el trono. Entre sus muchos logros está la construcción de templos (destacando los de Amón en Naqa y Amara), una biblioteca, escuelas y diversos edificios civiles que permitieron a la población prosperar y que le valieron la admiración de todas las clases sociales de Kushitic. Su compromiso con el pueblo y la justicia era tal que, cuando su hijo Natakamani resultó ser un déspota abusivo (incrementó los impuestos y generalizó la mutilación como castigo por desobediencia), ella mismo lo asesinó para volver a proclamar la paz y la unidad del reino, dejando en el trono a su hermana Amanitaraqide. Tampoco se cortaba un pelo a la hora de escarmentar a los extranjeros; cuando los romanos iniciaron sus saqueos por Egipto, Amanitore cortó la cabeza de varias estatuas de emperadores para enterrarlas bajo las calles principales de Meroë: de esta manera todos los habitantes de Nubia caminarían sobre los «hombres más poderosos del planeta», ultrajando su imagen mientras hacían los recados.
3. Artemisia I de Caria
Pero no creas ni por un instante que la fiereza histórica de las mujeres se limitó a Asia y África, porque en Halicarnaso encontramos a Artemisia I de Caria, hija de Lygdamis I que fue extorsionada por su tío en cuanto tuvo acceso al trono: o bien se desposaba con él y reinaba como consorte, o recibía su repudio como cabeza de familia y la expulsión del territorio. Artemisia no dudó en celebrar las nupcias, pero tampoco le tembló la mano al preparar un afilado cuchillo para la noche de bodas, lo que la dejó viuda y con potestad para liderar a los dorios. Por desgracia la misoginia griega y el rechazo de los regentes de la periferia pronto la condujeron a buscar aliados fuera de las polis, un sondeo que la condujo directamente hasta Jerjes I (rey persa conocido por su implicación en las Guerras Médicas y la batalla de Salamina). A cambio de convertirse en una satrapía persa, Jerjes le ofreció apoyo político y económico y (lo más importante) la paridad con cualquier otro regente de su imperio bajo el título de «almirante de la flota». Fue probablemente esta oferta la que convirtió a Artemisia en una fiel aliada del hijo de Darío I (llegando a ser considerada en más alta estima que el comandante Mardonio). Defendió los intereses de Halicarnaso y Persia por encima de sus raíces griegas tanto a golpe de discurso como de espada, lo que le valió el título de «hombre/soldado más valioso del quinto Gran Rey».
4. Ecaterina Teodoroiu, la nueva «Juana de Arco»
¿Y qué me dices de Ecaterina Teodoroiu? ¿La conoces? Resulta que esta joven rumana siempre quiso ser docente, pero se topó con el telón de fondo de la Primera Guerra Mundial. Su devoción por ayudar a los demás la llevó a alistarse como enfermera en 1913 pero la muerte de su hermano Nicolae en batalla hizo que se presentase voluntaria para ocupar su puesto en las filas del ejército. La inusual decisión de la muchacha fue aceptada gracias al apoyo de la familia real rumana, en especial de María de Edimburgo y de Sajonia-Coburgo y Gotha, que vio en ella la fuerza y dedicación de una auténtica patriota. Su valentía en combate le supuso una rápida promoción a teniente, varias medallas y fama en toda Europa, llegando a ser reconocida como la nueva «Juana de Arco». El 3 de septiembre de 1917 su escuadrón fue atacado por la infantería alemana y falleció por los disparos de una ametralladora en el pecho; fue en los comunicados oficiales donde todos los supervivientes dieron cuenta de su fuerza pues, hasta el último minuto, Ecaterina continuó arengando a sus hombres, gritándoles que se mantuvieran firmes y seguros porque ella seguía junto a ellos.
5. De entre todas las mujeres guerreras, la campeona
Para mi última mujer guerrera de hoy quiero apostar por cierta ciclicidad volviendo al siglo XII y pidiendo disculpas anticipadas si mi elección supone cierto ejercicio de egolatría sustantiva. En 1184 Georgia vivió su edad de oro a manos de una de las más aclamadas reinas de la Edad Media: Tamara. La hija de Jorge III que dominó el Cáucaso e hizo frente al imperio selyúcida y a sus primos (Alejo I Megas Comneno y David Comneno) que desde el Imperio Bizantino pedían la rendición y anexión de Georgia a sus tierras. Tamara combatió contra cada uno de sus detractores, entre los que debemos incluir a su primer marido Yuri Bogoliubski, un noble aprovechado que buscaba arrebatarle la monarquía y al que expulsó poco después de la boda acusándolo de alcoholismo e impiedad. Tras su segundo casamiento y el nacimiento de su primer hijo (Lasha Giorgi), su exmarido aprovechó para tratar de arrebatarle el poder sitiando varias ciudades; fue entonces cuando Tamara (que, recordemos, acababa de dar a luz), montó en su caballo haciendo caso omiso del cansancio y el dolor postparto para hacer frente a Yuri, a quien tumbó en el suelo y poniéndole la espada en el bajo vientre le ofreció dos salidas: o escapar con el rabo entre las piernas o perderlo. El noble optó por la primera opción y Tamara acalló cualquier connato de rebelión, pudiendo centrar el resto de sus esfuerzos venideros en mejorar la industria y el comercio de la región, lo que le valió el título de «La campeona del Mesías».
Así que aquí lo tienes: guerreras impávidas, estrategas destacadas, mujeres que hicieron frente al peso de situaciones que habrían superado a cualquiera y a las que hoy rindo este pequeño tributo de visibilidad internáutica. Ellas nos enseñan que la perseverancia y la confianza en nosotras mismas es lo que nos permite crecer y avanzar, así que cuando te encuentres en un momento de flaqueza, recuérdalas; observa sus imágenes y toma ejemplo para continuar el camino, porque te garantizo que nos espera un futuro de igualdad y reconocimiento si seguimos luchando unos cuantos metros más. Solo unos cuantos metros más…
Guerreras impávidas, estrategas destacadas, mujeres que hicieron frente al peso de situaciones que habrían superado a cualquiera y a las que hoy rindo este pequeño tributo de visibilidad internáutica. #8M #DíaDeLaMujer @iglesiashistor. Share on X Sigue aquí todos los artículos del monográfico Mujeres Excepcionales: Las olvidadas
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