Finalmente, el legado del Capitán América alcanza una nueva dimensión y se reivindica luego de haber sido mancillado a los ojos del mundo. Y lo hace gracias a la integridad y la humildad de Sam Wilson (Anthony Mackie), convertido, luego de un largo trayecto emocional e intelectual, en el rostro de una nueva generación de héroes marvelitas. La consciencia sobre el poder de los símbolos que representa es quizás el mayor valor de este nuevo Capitán América sin el suero del supersoldado en las venas, pero si la completa convicción de llevar adelante una misión casi utópica: hacer el bien. 

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¡¡¡¡ALERTA: SPOILERS!!!

Falcon y el Soldado de Invierno. Episodio final: El vuelo del Capitán América

En una de las escenas más emocionantes de Falcon y el Soldado de Invierno, Sam Wilson se queda de pie frente a una multitud que le observa asombrada. Lleva el uniforme del Capitán América que la mayoría de los fanáticos conoce desde el cómic, pero que es una adición novedosa al universo cinematográfico de Marvel. Se queda en pie, las alas abiertas, el escudo en el brazo y de pronto, alguien levanta un teléfono móvil para tomar una fotografía. «Es Black Falcon» dice el desconocido, con entusiasmo. A su lado, un anciano levanta la cabeza, infla el pecho y sonríe. «No, es el Capitán América».

Ha sido un largo trayecto para que Sam, finalmente, levantara el escudo y lo enarbolara con el honor y envestido del poder moral del hombre que le precedió. Y ha valido la pena: el recorrido que mostró la serie de Falcon y el Soldado de Invierno, ha sido no sólo un cuidadoso camino del héroe analizado a través de lo corriente y la tragedia de las pequeñas cosas, sino también una mirada hacia una dimensión realista del universo de Marvel que todavía sorprende por su efectividad. Sam, un hombre que dudaba de su propia capacidad, enfrentó el reto del encarnar el bien en un mundo que al parecer no le necesita ni tampoco, esperaba nada de él. Al mismo tiempo, los Flag Smashers parecían encarnar una vieja aspiración de reivindicación que, en el mundo de la casa de las ideas, tomó una nueva proporción. 

La serie de Marvel se atrevió a reflexionar sobre la noción del bien contemporáneo en un lenguaje moderno y bien construido. Además, se atrevió a dialogar con la infinidad de matices de gris que sostiene un recorrido hacia algo más elaborado y complejo: la raíz de la violencia. Entre ambas cosas, Bucky (Sebastian Stan) encarnó las dudas del poder absoluto, mientras que John Walker (Wyatt Russell en un extraordinario papel que le ha valido antipatía y hoy, un lugar en el MCU), sus peligrosas grietas. De pronto, el optimista, colorido y en ocasiones ingenuo punto de vista de Marvel sobre los héroes se transformó en otra cosa. En una confusa y efectiva condición de la moral, la búsqueda del ideal y al final, la fundamental cuestión del bien común que se contempla a través de lo colectivo. Sam, que no deseaba ser Capitán América y John, que lo deseaba más que cualquier otra cosa, han tenido que disputar el título y el deber. Y al final, ha vencido el hombre que comprendió que el atributo del líder es una mirada a los temores, las heridas y a los pequeños espacios angustiados de un mundo complejo. 

Y ha sido a través de su visión de la violencia, que Falcon y el Soldado de Invierno ha llegado a sus puntos más sólidos y elocuentes. El episodio final de temporada comenzó mostrando los minutos previos al ataque de los Flag Smashers contra los hombres y mujeres que tenían entre sus manos la decisión de cambiar el mundo para bien o para mal. «Estas personas nunca se detendrán, a menos que las hagamos nosotros», insiste Karli (Erin Kellyman), mientras la cámara enfoca su rostro redondo y pecoso, una adolescente nerviosa y desbordada. Si en algo ha hecho hincapié Falcon y el Soldado de Invierno es en ese origen mínimo del miedo, el dolor y lo que se esconde debajo de la agresión. No es un concepto sencillo y la serie ha sabido matizarlo con una cuidadosa versión sobre el mal contemporáneo, construido a pequeños espacios de reflexión. Karli, líder, poderosa, llena de una determinación desesperada y frenética, es también el símbolo de un mundo recién reconstruido y lleno de heridas. «No se detendrán, a menos que lo hagamos. Es la hora», insiste. Y es notorio que tal y como Zemo (Daniel Brühl) predijo hace dos capítulos, Karli se ha radicalizado tanto como para perder de vista el objetivo, motivo y sentido de su lucha. ¿La tuvo alguna vez? ¿Quiénes son los sobrevivientes a una segunda tragedia? ¿A un mundo renacido después de una tragedia monumental que es incapaz de comprender en su totalidad? Marvel, que hasta ahora había jugado con conceptos sobre el tiempo, la percepción del honor y la dignidad, encontró en Falcon y el Soldado de Invierno una forma de recorrer un espacio pequeño e incómodo: el de los ideales rotos. 

@MarvelStudios encontró en #FalconyelSoldadodeInvierno una forma de recorrer un espacio pequeño e incómodo: el de los ideales rotos. Los sumarios de @Aglaia_Berlutti. Cuidado, #spoilers. Clic para tuitear

Y es entonces, cuando Sam, que ahora lleva un uniforme creado en Wakanda a la medida de un nuevo deber y que, sin duda, es un homenaje no sólo al país ficticio sino al ideal que representa, emprende el vuelo. Las dudas quedaron atrás y la serie alcanza su punto más alto al mostrar al Capitán América de un mundo en cenizas, con las alas extendidas entre luces de emergencia. Es toda una imagen simbólica y como otras tantas que ha tenido la serie, asombra por su cualidad casi sencilla. Pero hay un peso consistente en este héroe, creado por Stan Lee y Gene Colan y que llegó al mundo de los superhéroes en Captain America #117 (septiembre de 1969). Hay algo de pura metáfora sobre la nueva generación de héroes (y villanos) que esperan a Sam mientras despliega sus considerables habilidades y de pronto, es evidente un punto en concreto. El nuevo héroe marvelita no lleva el suero del supersoldado en las venas, tampoco tiene un origen glorioso. Es un hombre que rechazó el poder y su significado, para ahora representar a una colección de nuevas historias que le tendrán como emblema. 

También hay un momento para la redención de Bucky, finalmente convertido en un héroe. Uno cínico, herido, con cuentas que saldar, pero tan fuerte como para enfrentar junto a Sam el ataque terrorista de Karli. Y mientras el Capitán América lanza el escudo, el Soldado de Invierno utiliza su doloroso conocimiento de la violencia para enfrentarla. Bucky no es un héroe al uso y eso es quizás también otra mirada a lo que espera en la fase cuatro del Universo Cinematográfico de Marvel. Con las manos desnudas, este superviviente convencido del valor del bien logró superar los escollos y un largo viaje interior a través del sufrimiento para de nuevo, reencontrase con su propio reflejo. 

Y finalmente, Falcon y el Soldado de Invierno plantea el hecho de lo moral. John Walker regresa por venganza: el escudo que se estropea entre sus manos le recuerda su vulnerabilidad y también, lo que ha perdido. Pero a pesar del furor, el personaje recupera parte de la dignidad perdida en un rescate heroico, a regañadientes. La oscuridad en John es una incógnita y mucho más cuando su arco narrativo termina en una nueva identidad. El mítico U.S. Agent resurge de las cenizas del escudo manchado en sangre y de pronto es más evidente que nunca que hay un futuro no sólo para su cualidad para el mal matizado, justificado, sostenido sobre el temor y la simple necesidad de venganza inmediata. 

Pero sin duda, el mejor momento de la serie es el momento en que Sam, investido de responsabilidad, impreca a los líderes de GRC, en un discurso, torpe, emocional, pero profundamente sincero. El héroe vuelve a ser solo un hombre, uno que conoce los problemas, las estrecheces y los dolores. Un hombre perdido y aislado que encontró su lugar. «Soy un hombre negro usando el uniforme a rayas y barras» dice en voz clara y directa «Me odiaran solo por eso. Me odian ahora mismo» dice y Marvel da el paso definitivo a un discurso complejo, poderoso y bien construido. Uno, además, que reflexiona sobre el poder y la pérdida de los valores que sostienen la humilde pretensión de los nuevos héroes. Isaiah Bradley se burlará después de él: «no eres Malcolm, Martin o Mandela», pero el mensaje está claro. Ha llegado un momento de ruptura, uno poderoso. Uno que acaba de sacudir la franquicia más grande de superhéroes de la historia del cine en una dirección novedosa. Una mirada hacia los problemas comunes, de los dolores de todos los días, de las batallas más allá de alienígenas, magos y robots. La pelea por los ideales ha comenzado y el Capitán América la lidera. 

Por supuesto, el capítulo es un intrincado juego de espejos, que incluye una nueva villana (Sharon all along?) y una mirada a lo que podemos esperar en las siguientes películas relacionadas con el universo del Capitán América. Pero lo esencial es evidente: el mundo de Marvel cambió. Y lo hizo en un giro inesperado al mundo de las batallas y desventajas del día a día. Un acto de valor casi tan considerable como el de un hombre que asume un legado de enorme significado en el momento más inesperado. 

Sigue aquí todos los recaps de Falcon y el Soldado de Invierno

Un artículo de Aglaia Berlutti
Montaje de portada: David de la Torre

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