Flo & Eddie. Ad Calamitatis, LTD
Las desgracias nunca vienen solas. A decir verdad, siempre vienen acompañadas de un tipo alto con bombín, traje negro, camisa blanca, corbata roja y con cara de triste. Se llama Eddie.
El procedimiento va como sigue.
Tú estás tan tranquilo, o no; en realidad puedes estar de cualquier manera: tranquilo, nervioso, alegre, triste, excitado, melancólico, nostálgico, pensativo, abstraído, concentrado, o incluso difuminado, en cuyo caso te recomiendo que visites a un optometrista pues, no es por alarmarte, pero quizás te hagan falta unas lentes para corregir un pequeño defecto en la vista.
En resumen, que tú estás ahí y entonces aparece él, Eddie.
¿De dónde viene? Ni idea. Simplemente aparece. Y nadie sabe con certeza ni su procedencia, ni su edad, ni cuánto tiempo lleva ahí, esperando, oculto en las sombras, como un mal presagio o un inspector de Hacienda dispuesto a empapelarte por alguna supuesta infracción absurda que hayas podido cometer. O no. Porque con Hacienda nunca se sabe. Sobre todo si eres de clase media-baja.
Como digo, Eddie aparece de la nada, se acerca hasta su víctima y, sin mediar palabra, le hace entrega de un sobre cerrado y lacrado. El lacre muestra la muesca de un sello donde puede leerse claramente lo siguiente: Ad Calamitatis, Ltd.
En el interior del sobre hallaremos una carta donde se detalla el asunto con todo lujo de detalles -esto solo en el caso de que la víctima sea de estrato social elevado; en el supuesto de que la víctima sea de un estrato social bajo los detalles serán muy pobres, y en caso de que la víctima muestre un carácter perezoso o indolente los detalles serán muy vagos-.
Así pues, Eddie te hace entrega del sobre. Y mientras tú procedes al rompimiento del lacre, la apertura del sobre, la extracción de la carta y su posterior lectura, Eddie se te queda ahí, de pie, mirando en silencio, con esa cara suya de pena, como de perro apaleado. Y tú lo miras y te preguntas qué hace ahí, a qué está esperando. Muy sencillo. Eddie espera a que le des una propina, como un camarero o un botones de hotel; porque esa precisamente es la forma que tiene Eddie de ganarse la vida: con las propinas.
Hasta aquí todo normal.
Pero un día resulta que a la Rueda de la Fortuna –¡Oh, Rota Fortunae!- le dio por girar sobre sí misma, movida por las caprichosas manos del Destino, alterándolo todo de paso.
Ese día, también de la nada, surgió un tipo que se acercó hasta Eddie. El tipo en cuestión tenía cara de pocos amigos – uno o dos a lo sumo–, y hasta parecía enfadado con la vida. Aquel tipo, de nombre Flo, también cubría su cabeza con un bombín, vestía igualmente un traje negro, una camisa blanca y llevaba una corbata roja; es decir, un atuendo idéntico al empleado por Eddie.
@PedroFabelo y @rpyaque unidos por el sarcasmo y el humor negro. Texto y montaje digital. Share on X
Sin mediar palabra, Flo le hizo entrega de un sobre lacrado a nuestro amigo -porque, podemos considerar a Eddie nuestro amigo, ¿no? Venga, va. ¿Qué más os da? ¿Es que no os da pena el bueno de Eddie? El pobre apenas sale de casa y no se relaciona con nadie. Vive de alquiler en un minúsculo apartamento y no tiene familia. Y todas las noches cena comida precocinada que calienta en el microondas y bebe vino barato mientras ve la tele en el salón. ¿No os conmueve alguien en una situación como la suya? Pues a mí sí. Que lo sepáis. Igual es porque soy mejor persona que vosotros. Lo digo en serio. Yo de vosotros me lo haría mirar. Allá vosotros y vuestras conciencias-.
Eddie tomó el sobre de manos de Flo, rompió el lacre y leyó la carta. Entonces miró directamente a los ojos de aquel tipo.
—¿Por qué? —dijo Eddie, sin abandonar su perenne expresión de tristeza.
—Es Ley de Vida —dijo Flo, sin abandonar su perenne expresión de mala hostia.
—¿Qué ley es esa? —preguntó Eddie.
—La Ley 345/11 en su apartado 3-B. Y dice así: «A todo ser vivo en algún momento de su existencia le llegará su hora. Y contra eso nada se podrá hacer. Eso es así y punto. Porque escrito está. Y es Ley. Y lo que está escrito y es Ley ha de cumplirse al pie de la letra. A menos que tengas pasta y puedas pagarte un buen abogado, en cuyo caso podrás saltarte la Ley, porque para eso está, para beneficiar a los que pueden permitírsela. A los otros, a los que tuvieron la desgracia de nacer en el bando equivocado, que os den».
Eddie no dijo nada. No pudo. Una pesada losa en forma de certeza le había caído encima y lo había aplastado. Pobrecito.
Bueno, amigo Pedro, una delicatessen literaria que nos hace pensar en lo inevitable, a no ser que puedas evitarlo, claro. De lo contrario, estamos apañados. Sin embargo, cabe recordar algo: a cada cerdo le llega su San Martín. La muerte, sin duda, nos iguala a todos, ricos y pobres, santos y delincuentes y, efectivamente, estoy de acuerdo contigo: la muerte no tiene la última palabra y es probable que nos revele el sentido de la vida. Pero no lo sé (porque qué coño voy a saber yo sobre nada?), ergo carpe diem, y a disfrutar de la vida.
Un fuerte abrazo, compañero. Y sigue deleitándonos con tus letras.
Xavier Alcover
¿Susan Martin, quizás?
Gracias, Xavi. Te agradezco tus generosas palabras hacia mis letras. : )
Sí, yo creo que en el fondo todos somos un poco Sócrates y «sólo sabemos que no sabemos nada». Y casi mejor así. Y si no que se lo digan al «hombre que sabía demasiado». No lo dejaron tranquilo hasta el final de la peli. Pobre Stewart. : (
Un abrazo, compañero.
Pedrooo, como siempre en tu linea!! Dichosa losa, hay que ver…
con lo que me gustan a mí los sobres lacrados… ahora ya no quiero ver ninguno ni en pintura!!
Saludos!
¡Hombre, Jotape, el hombre capaz de hacer más reflexiones que nadie en el salón de su casa! ¡Hasta cuatro series de veinticinco según me han contado! Todo un logro, desde luego. Yo que tú iría avisando a los de Guinness (me refiero a los de la marca de cerveza, no a los del libro de los récords). Igual ellos te financian tu próxima gesta mandándote a casa un par de cajas de ese delicioso brebaje. Y ahora que se acerca el veranito, no veas lo bien que sienta una cervecita mientras reflexionas en el saloncito de tu casa. O en la terracita, si tienes una. Y si no tienes, yo te la presto. 😛
Un abrazo, Jotape. Y gracias por la visita a la luna. 🙂
Siempre me divierto mucho con los relatos de Pedro, esa mezcla de ingenuidad, surrealismo y sarcasmo.
Me alegro de que lo pases bien, Rosa.
Muchas gracias atrasadas, Rosa. Te agradezco tu generoso comentario hacia mi trabajo. Y ahora, sin que suene a peloteo, ¿no crees que hacemos un buen tándem profesional tú y yo? Lo digo porque Eddie me ha chivado que se ha sentido muy cómodo vistiendo el traje que le has diseñado expresamente para la ocasión. No sé lo que dirá nuestra queridísima compañera Lola Delgado, pero yo creo que los has dejado muy elegantes a los dos, tanto a Eddie como a Flo. Ya le preguntaré a Lola qué opina del asunto. 😉
En fin, ¿qué te digo, Rosa? Pues que me siento muy cómodo trabajando contigo. En realidad, me siento muy cómodo trabajando en la pequeña familia Moon. Let's swim to the moon. 😉
Un abrazo, ilustradora lunática. 😛
Tengo una carta para Flo. Ayer, me la entregó Eddie. Dice así:
"Querido Flo o mejor lameculos Flo que es como te conocen en la empresa.
Sirva esta misiva en sobre lacrado para desearte que te pudras en los infiernos. Sí, como oyes, en el infierno del diablo. Nunca probé el sabor de la venganza, y hoy lo he hecho por adelantado.
Previniendo tu predisposición natural a joder a compañeros, le sugerí a quien te dió mi sobre, mi ilusión por ser yo mismo quién te lo entregara a tí. Pero tristemente he llegado a la conclusión que no podría hacerlo, que no quedaría muy serio descojonarme en tus morros cuando viera tu cara al abrirlo. Por que ante todo soy un profesional. Por eso he optado por entregártela via Josevi.
Que sepas que en el momento en que leas estas líneas yo ya estaré disfrutando de una cervecita al borde del mar. ¡Ah! y acompañado de tu mujer. ¿Qué no te lo ha dicho? Hemos decidido fugarnos juntos para no tener que ver más tu jeta.
A veces la Rota Fortunae nos brinda una maravillosa oportunidad.
Saludos Flo.
Saludos, Josevi Blender. Intuyo -corrígeme si me equivoco- que no te cae especialmente bien el amigo Flo. Te diré que, en el fondo, Flo es una víctima más de este perverso juego de la vida, en el que todos nos vemos obligados a jugar un papel lo queramos o no. Quizás su mayor pecado consistió en no haber mostrado algo de compasión por su compañero recién caído en desgracia. Pero, ¿acaso Eddie mostró compasión por alguno de los nombres que forman parte de la larga lista de víctimas que llevaba acumulada a sus espaldas? No lo sé con certeza, pero casi me atrevería a jurar que no. Y es que, al final, no sé si por cobardía o por no complicarnos demasiado la existencia, todos nosotros en algún momento de nuestras vidas simplemente nos dejamos llevar por la corriente evitando enfrentarnos a quienes en verdad manejan los hilos invisibles que nos mantienen atados a sus caprichos.
Agradezco tu lectura, compañero Josevi, y celebro que mis letras te hayan inspirado una venganza tan "shakesperiana". 😉
Un abrazo. 🙂
Llevaba días buscando un rato para leerlo, Pedro! Hoy por fin lo he encontrado. Y, como siempre, no defraudas.
Pobre Eddie, estas cosas pasan y no se les puede buscar sentido. Ya lo dijeron ciertos sabios reunidos alrededor de una mesa, el sentido de la vida es que algunas personas llevan sombrero y otras no. O puede que el sentido de la vida sea: 42…
Hombre, Don Jaume Vicent. ¡Cuánto bueno por aquí, demonios! 😉
Muchas gracias por tan cariñosas palabras, compañero lunático. Ya sabes que aquí, en MOON, no podemos dormirnos en los laureles. Entre otras cosas porque pican un huevo y son ciertamente incómodos. Donde esté una buena cama y un buen colchón de látex, ¡que se quiten los laureles! 😛
Ah, el sentido de la vida, "the meaning of life" como decían aquellos seis inimitables genios a los que tanto debo (y por cuya deuda aún recibo periódicamente la visita del Cobrador del Frac). 😉
Mucho me temo, amigo mío, que la única manera que tenemos los seres humanos de conocer al fin el sentido de la vida pasa por experimentar nuestra propia muerte. Y sabiendo eso, ¿sabes qué?, pues que no tengo ninguna prisa en conocer la respuesta. 😛
Un abrazo, Jaume. 🙂
Efectivamente, a todo el mundo le llega su hora, para lo que sea. También es cierto que con pasta, mucha pasta, puedes esquivar o demorar el infortunio pero un ser tan indolente como Eddie lo tenía crudo.
La vida tiene sus reglas, e incluso sus Leyes y la Ley, aunque no nos guste, está para cumplirla. Al menos eso es lo que nos han inculcado y muchos nos lo hemos creído.
Como siempre, un relato repleto de originalidad y dobles sentidos.
Un placer leerte.
Muchas gracias, Josep Mª. Totalmente de acuerdo, a todo el mundo le llega su hora. Lo que ocurre es que algunos parece que han hecho trato directo con Dios o con sus intermediarios aquí en la Tierra y gracias a la pasta gansa que tienen acumulada consiguen prorrogar lo inevitable. Hasta en eso son unos privilegiados. Mecachis. 😛
Te agradezco que te hayas venido hasta aquí, hasta la luna, para hacernos una visita. Ya sabes que ésta es tu casa. Eso sí, ándate con pies de plomo, porque, al no haber gravedad, igual salimos volando por el hiperespacio.
Un placer contarte entre los lunáticos. ; ) Un abrazo, amigo Josep.
Muchas gracias, Paola. Bienvenida a la luna. ¿A que se está fresquito? Ya verás que bien se va a estar aquí cuando allá, en la Tierra, empiece a apretar el calor del verano. ¡Vamos a estar en la gloria! Ya te lo digo yo. 🙂
A mí también me da un poco de penita el bueno de Eddie. No sé, siempre me cayeron bien los perdedores. Y es que, ¡los ganadores son tan aburridos! 😛
Un abrazo, Paola. Y gracias por la visita.
Pobre Eddie!! A mi también me cae bien y no es por dármelas de buena persona, es que si bebe vino barato…pobre!!!
Imaginación al poder, Pedro!! Estupendo relato!