Numerosas, numerosísimas, citas literarias aguardan en las primeras páginas de Contra el olvido (memorias), la particular autobiografía de Víctor Claudín, y parece como si el lector debiera irlas retirando como quien se topa con un hermoso cortinaje que vela la entrada de un edificio; en este caso, uno albergado por más de quinientas páginas de intimidad y recuerdos. En último lugar, dando acceso directo a dicho edificio, aparece la de Milan Kundera que reza: «La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido», en un resumen seguramente muy intencionado del objeto de este magnum opus donde Claudín se lanza de cabeza a bucear en sí mismo. Pero también, y no es menos relevante, en el contexto que ha hecho de él la persona que es y que ha hecho de su camino el camino que ha recorrido hasta el presente.

La visión que nos transmite el autor, desde antes de su nacimiento y hasta un futuro (mucho menos halagüeño de lo que cabría esperar después de una lucha constante), es casi una cosmología, donde el individuo, el microcosmos, se explica dentro y a causa de su macrocosmos. El hombre, diría Ortega y Gasset, es también sus circunstancias. Y esto sabe perfectamente usarlo y equilibrarlo el autor de Contra el olvido (memorias) en su narración, a ratos dura y directa, pero siempre disfrutable: si hay una vida integrada en su tiempo y su lugar, es la de Víctor Claudín. Y, en el fondo, la de su padre.

Conmueve el estilo de Claudín, cercano, salpicado de ternura; sobre todo en aquellos episodios relativos a su infancia o a su adolescencia. Con todo, pese a la narración detallada de los infiernos de la droga y el alcohol, de las tremendas vicisitudes políticas y la represión, de la escarpada relación con su hermano… y, también, pese a cierto pesimismo sobre el futuro, no hay ni pizca de amargura en estas líneas. El responsable vuelve a ser ese Claudín padre, destinatario literario de estas memorias. «Siempre habrá gente como tú», afirma su hijo, antes de despedirse al final de Contra el olvido (memorias); un final, sin reservas, agridulce.

No nos encontramos, en ningún caso, ante una mera sucesión de hechos y anécdotas, repartidos o disgregados, aunque jueguen con esa idea las palabras de Félix Maraña:

No hay misterio que explique el ser disperso / ni verbo que reviente sus canales.

Antes bien, la voz de Claudín, su reflexión profundísima y detenida, inevitable en un escritor de raza como es él, pone orden al recuerdo, a los recuerdos, múltiples y polimorfos, que asoman a través de las páginas como en un palacio de la memoria. Uno donde conviven la memoria pública y la privada, donde las dos se explican mutuamente.

#ContraElOlvido. La voz de @VClaudn, su reflexión profundísima y detenida, inevitable en un escritor de raza como es él, pone orden a los recuerdos que asoman a través de las páginas como en un palacio de la memoria. @rosaggv. Compartir en X

Contra el olvido (memorias) es una obra casi inabarcable, clasificable sólo a medias; inspiradora fuera de toda duda y repleta de detalles. Algo así sólo puede brotar de las manos de alguien que haya vivido (y lo que le queda) a pleno rendimiento. Alguien que ha transmitido y contagiado un compromiso permanente con la realidad, a través de un vínculo emocional con todo lo humano y, como manera infalible de aprehenderlo y transmitirlo, con la escritura.

«Escribo», dice Claudín, «porque lo he hecho toda mi vida y no pienso dejar de hacerlo».

Y no puede haber, creemos, un motivo más poderoso.

Contra el olvido (memorias)

Víctor Claudín

Mandala Ediciones

Portada de Ángel Idígoras

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Reseña de Rosa García Gasco

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