El escritor Félix Maraña (1953) es conocido como autor de diversos ensayos de historia cultural y como activo periodista cultural durante medio siglo, en periódicos y revistas culturales. Ha realizado series para TV y formado parte de algunas publicaciones literarias, como fueron las revistas Kurpil y Kantil, ambas publicadas en San Sebastián. Publicó su primer libro de poemas en 1981 (Ataduras de noche y arena / Hondar eta gauezko loturak), y, aunque ha enseñado algunos poemas en antologías colectivas, memoriales y revistas (en algunos casos con el seudónimo de Winston Benetxe), no ha tenido prisa para publicar nuevos libros de poemas, si bien no ha dejado de escribir nunca. Ahora ve la luz un nuevo libro, El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñeto, prologado por Valentín Martín, y publicado por Huerga y Fierro Editores (2023). El libro ha sido ya traducido al euskera por Gerardo Markuleta y pronto verá la luz en esta lengua. Con motivo de la aparición de su nuevo libro, el escritor Aitor Francos ha mantenido este diálogo con el poeta.

Asimismo nos complace ofrecer a los lectores de Revista MoonMagazine la lectura en primicia del poema que abrirá esta nueva edición traducida al euskara de El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñetos de Félix Maraña.

Disfruten.

Entrevista a Félix Maraña

Por Aitor Francos

Caricatura inédita de MENTA (Luis Mendiguren) dedicada a Félix Maraña

¿Por qué en estos tiempos un libro de sonetos? ¿Es un género en sí el soneto?

Lo que me pregunto a veces es por qué un libro de poemas a estas alturas. Publiqué mi primer libro de poemas hace 42 años (Ataduras de noche y arena / Hondar eta gauezko loturak, Haranburu Editor). Es cierto que he publicado poemas en libros colectivos, en revistas y en internet, pero no he tenido prisa para sacar un nuevo libro, aunque tengo muchos escritos. También he publicado algunos con el seudónimo de Winston Benetxe, no para ocultar nada, sino para no repetirme. He vivido desde la juventud en la poesía y con la poesía y los poetas. En 1972 Santiago Aizarna —un excelente sonetista— me invitó a formar parte de la revista Kurpil. Luego estuve en el equipo de Kantil, hasta su cierre en 1983.

En 1990 fundé y dirigí para la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea la colección Gaur egungo euskal poesía / Poesía vasca, hoy, que realicé hasta 2000. Nadie quiso o supo mantener el espíritu y la práctica de esa colección, tan alabada fuera de Euskadi, y tan poco alentada por los escritores vascos. José Hierro dijo al ver el primer libro de la colección que él quería ser vasco, para que le quisieran y editaran de ese modo. He publicado a muchos poetas, muchos de ellos jóvenes. Otros son referencia, como Celaya, Oteiza, de quienes he hecho varias antologías. Y presido dos premios literarios, el Pasaia Hiria y el Iparragirre Saria, donde sólo se premian las obras, nunca los autores. Y me encargo en Bermingham de la edición de los libros premiados en ambos concursos, desde hace 40 años. Podía haber publicado ahora otros libros míos de verso blanco, pero he querido que sea este, porque la mayor parte de sus poemas están escritos ahora, desde 2020.

Y el soneto es un género, por supuesto. No todos los poetas saben hacer un soneto. Requiere una estructura, un modo de pensamiento, como ha advertido Javier Lostalé al leer mi libro. Algo similar a la conducta del bertsolari. De hecho, yo he sido repentista, no a la manera brillante de Alexis Díaz Pimienta, que es un creador único, pero creo que he escrito muchas décimas de cierta entidad, registros de humor, jocoso, pero respetuoso, aunque cáustico en ocasiones. Y en breve aparecerá un libro nuevo, Décimas de fiebre.

Recuerdo que Carlos Edmundo de Ory tituló un libro suyo: Soneto vivo. ¿Lo está?

Sucede que el soneto y la poesía de estructura formal clásica ha estado muy mal vista en el último medio siglo. Si mandabas un soneto a una revista, corrías el riesgo de ser multado y condenado al ostracismo. Si mandabas un libro de sonetos a un premio literario, ni se leía. Estaba mal visto. Recuerdo cómo defendí en uno de los Premios Euskadi que se premiara un libro de sonetos. No me hicieron ni caso. El soneto educa mucho al escritor. Pero para hacer un soneto, bien seas repentista o bien eches un mes en dar forma al mismo, tienes que tener unas cualidades elementales, como es el sentido del ritmo. Aunque en el soneto no podemos pararnos en la rima. Si en un soneto no rige y ruge una idea, es algo fallido. Por eso entiendo que Amado Gómez Ugarte haya dicho que en mis poemas «siempre pasa algo». Y eso mismo me dijo Carlos Borromeo Edmundo de Ory, a quien ahora publica Galaxia su poesía completa. En 1983, en la kontraantología que hicimos Josu Landa y yo, Trotromrotro´ren ipurdikoak / Anales de Trotromrotro, publiqué un soneto mío dedicado a Ory. Por supuesto, es un soneto anárquico, sin rima, pero a Ory le encantó. En 1991 se lo recordó a Alberti en El Escorial, después de una sesión que dedicamos a Celaya en los Cursos de Verano. Ory es un poeta total.

En la tradición vasca el soneto ha inspirado a innumerables poetas, como Javier de Bengoetxea, Rafael Morales, Blas de Otero, o los actuales Jon Juaristi, José Fernández de la Sota, Iñaki Ezkerra o Pablo González de Langarika. En euskera pienso en Karlos Linazasoro o en Joan Mari Irigoyen. ¿A qué crees que se debe? ¿Cuál es su principal valor en la actualidad?

Me alegra que incluyas a Rafael Morales, porque es autor también de una «poesía vasca», hecha con los ojos y la mirada cantábrica. Pero la nómina es más extensa, por supuesto, lo que no quiere decir que el soneto haya sido muy cultivado. Creo que a la altura de Otero y Bengoechea está sin duda Ángela Figuera Aymerich. Blanca Sarasúa, José Ramón Blanco, Patxi Lanceros, Santiago Aizarna, José Blanco y Javier Aguirre Ortiz, Luis María Pérez Martín, todos están en esa nómina de sonetistas. También ha publicado recientemente sonetos Jorge G. Aranguren. El caso de Pérez Martín es asunto para estudiar detenidamente. En él confluye el maestro del soneto, con un descaro y lenguaje enraizado en el presente, y el repentista, que hace de las décimas o espinelas, a la manera del maestro Alexis Díaz Pimienta, un modo de representar ideas, sentimientos y sensaciones de manera festiva y crítica. En mi caso he compuesto sonetos desde los 16 años. Pero, como está probado, no he tenido prisa para publicarlos.

En euskera creo que el magisterio de Santi Onaindia y Pello Zabaleta, ambos de cultura franciscana de Arantzazu, son clásicos. Zabaleta ha traducido algún soneto mío, así como Karlos Linazasoro, Harkaitz Cano o Gerardo Markuleta, que ha traducido en muy poco tiempo mi nuevo libro. Y no olvidemos a Gabriel Aresti, quien, por cierto, escribió varios sonetos en castellano, dos de ellos dedicados a su amigo Agustín Ibarrola. Como no podemos olvidar los sonetos que, en castellano, escribió Lauaxeta para despedirse de sus padres, sabiendo su condena a muerte.

Estos poemas tienen algo de testamentario, de página final. Lo digo por la cantidad de homenajes (con nombres) y que muchas veces suenan a despedida. O por la cita de Thoreau con la que abres el libro. Luego escribes, mediando un heterónimo, Zenón de Zurriola, lo que es casi una proclama aforística.

Zenón de Zurriola es un heterónimo que me ayuda a decir en alto pensamientos que me acuden en el día a día. El aforismo, ahora tan de moda, la greguería, es un modo de expresión del pensamiento que data de siglos, en las culturas más antiguas del universo ya se registra. No se puede decir por ello que Unamuno es el primer aforista, porque antes que él hubo muchos.

Desde el endecasílabo del título de mi poemario, el libro es un viaje a la Naturaleza, a un pensamiento órfico, pánico, oceánico. El ecologista y filósofo Ramón Margalef insistía mucho en que el hombre y la naturaleza son un todo. La deriva y el deterioro medioambiental deben hacernos pensar que, si no corregimos, vamos a la catástrofe. Sí reparo que formalmente el soneto se presta a expresar un sentimiento, una idea, en momentos de dolor, tensión o melancolía. Es como un molde de carpintería. En todo caso, mi libro no es una clase de prospectiva. Junto a sonetos de estructura formal clásica, hay algunos que se conforman con alguna rima asonante. No vengo a dar clases a nadie. Sí puedo decir que el 90 % de los mismos han sido compuestos en el repente, de inmediato, no han precisado hornera. De hecho, algunas de las personas a los que van dirigidos se han extrañado que los compusieran en breves minutos, como respuesta a alguna pregunta o afirmación suya.

Muchos de los poemas son homenajes o despedidas. Leyéndolo he pensado que casi era un libro de cartas privadas.

No. Es un libro de cartas públicas. No dejan de tener la misma entraña e intimidad. Creo que mi libro es un diálogo con los demás, porque la poesía tiene que ser un diálogo con los demás. La poesía es un diálogo con el nosotros, no con el yo. La poesía del yo no sólo incomunica, sino que aburre. Eso de que se escribe para uno mismo es una boutade y además es mentira. Charles Chaplin decía que la poesía es una carta de amor abierta al mundo. Sucede que en los últimos cuatro años han muerto amigos, como José Antonio Labordeta, como Patxi Andión, como Joaquín Carbonell, en circunstancias trágicas y tristes, y he querido estar con su memoria. Pero no es un testamento, sino una celebración de la vida y de la cultura e ideas que hemos vivido juntos, de su legado. Como lo son los dos sonetos para José Bergamín. Bergamín es un intelectual y poeta que está por encima de la pequeña circunstancia que vivió en los últimos días en Euskadi, donde fue utilizado por quienes ni le habían leído, ni le querían. Querer a Bergamín es lo que ha hecho Urko, Joxean Larrañaga, musicando sus poemas y grabando un disco.

Aitor Francos entrevista a Félix Maraña: «La poesía es un diálogo con el nosotros, no con el yo. La poesía del yo no sólo incomunica, sino que aburre». El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñetos @HuergayFierro. Share on X

Los sonetos para Oteiza o los dedicados a nuestra madre fueron escritos a los minutos de sus decesos, hace ya 20 años. Pero el resto de los poemas del libro son casi en su totalidad de los tres últimos años.

Inauguración de la exposición 'Jorge Oteiza: Dibujos, estampas y palabras'
Félix Maraña en la inauguración de la exposición ‘Jorge Oteiza: Dibujos, estampas y palabras’ (Arantzazu, 2013), de la que fue comisario. Fotografía de Juanjo García

Y no es un libro de despedidas, ni ajenas, ni propia. Es un libro de reconocimientos, de saludo y diálogo con personas que he querido más o menos, que he tenido cerca, que han determinado mi vida. Como digo en la cita de Zenón de Zurriola, lo único que tengo es nostalgia del futuro. Y a mí me gusta dialogar con la vida, porque la muerte no conversa con nadie. La muerte es lo que no es.

El poema VIENE LA MUERTE AHORA, lo inicias de este modo, con algo de sorna: Que la muerte está ahí, dile que pase. ¿La ironía nos salva? En tu libro le da un giro optimista a una temática ciertamente oscura. ¿Eres a pesar de todo un vitalista?

Vitalista total. Lo he dicho antes. La ironía y el humor en mis poemas es una constante, incluso para hablar de asuntos trascendentes. Creo por ello que mi poesía es una poesía de pensamiento. Soy humorista. Un humorista en paro, pero humorista. Forges solía decirme, «ay, si tú dibujaras». Pero no sé dibujar. Como para hacer un soneto, para dibujar hay que tener unas cualidades. Veo que hay poetas que intentan hacer un soneto y ni acentúan un solo verso. Chumy Chúmez quiso llevarme a Hermano Lobo, que dirigió nuestro Bernardo de Arrizabalaga, pero yo ya estaba casado con Donostia. Todos los trabajos que me ofrecían en Madrid y Barcelona eran muy buenos, pero en el paquete no entraba Donostia. Soy un optimista a quien le gusta alentar el ánimo de los demás. Y en el mundo de la creación, fundamentalmente en la poesía, la depresión casi es un género. Mi amigo el doctor José Guimón, con quien tenía el proyecto de escribir un libro sobre la «egopatía» de los intelectuales, me derivó en tres ocasiones a escritores a mi despacho, porque decía que yo les iba a decir lo mismo que él, doctor en Psiquiatría, pero yo no cobraba. Y sí, como digo en el primer poema del libro, dedicado a los sanitarios, he estado en el límite de la vida. Pero ni la enfermedad, ni el olvido de algunos a quienes he dedicado muchos años de mi vida, lograrán deprimirme. La poesía es curación de la muerte. Es una ventaja.

La muerte, de un modo u otro, está presente en casi todos los textos. ¿Hay algo de reto, de enfrentamiento con la parca, o más bien de resignación ante la muerte? ¿Cómo se vive la muerte desde la poesía?

Creo que lo que está presente en mi libro es la vida, la conciencia de estar vivo. La muerte no se puede vivir. Sólo podemos y debemos vivir la vida. Parece un sinsentido, pero la muerte no la vivimos en persona, aunque la muerte afecte a nuestros seres queridos. Por eso creo que mi libro de ahora y todo mi pensamiento se rige por una conciencia vitalista. El pasado no se puede corregir, tampoco se puede decidir el futuro, pero sí se puede aspirar a que sea mejor que el presente. No es necesario ser un utopista, que lo soy, sino un aspirante a la mejora, a la ilusión de un mundo mejor. Creo, por otra parte, que la poesía nos ayuda a mejorar como personas, una terapia interior. Por eso la muerte en Unamuno, esa angustia diaria, creo que es algo patológico. Y a don Miguel, como a tantos, esa angustia le limitó en la creación de su pensamiento. No se puede estar diciendo que me muero todos los días. Yo suelo repetir que vivir es nacer todos los días.

Fuera de los sonetos, hay poemas brevísimos pero todos formalmente impecables y, salvo el primero, rimados. ¿Cómo de relevante es para ti la métrica clásica y qué otras formas ensayas?

Suelo escribir de modo espontáneo y repentista cientos de décimas o espinelas, con cierta chispa, para hacer crítica amable, para saludar a quien me saluda, para retratar o ensalzar un momento. Ahí es donde está el bertsolari. Tengo cientos, miles, una selección irá en Décimas de fiebre. También he escrito coplas, jotas, seguidillas. Un amplio repertorio, pero la décima y el soneto, el octosílabo y endecasílabo, es un formato al que recurro con frecuencia. No obstante, conste que el 80 por ciento de mi poesía es de verso libre. Francisco Umbral, quien tiene una obra poética muy interesante, aunque breve, solía decir que yo hablo en endecasílabos. Puedo hacerlo, pero me parece algo que está fuera del común. El lenguaje se hizo para que las personas se comuniquen y, si es posible, se entiendan. También, para que se amen. Porque amar no es obligatorio, pero sí conveniente. Y en la última parte del libro hay breves poemas, cancionetas, rimas de una estrofa, que nos acercan la idea de la poesía como lo que fue en origen: canto, oralidad, canción. Nuestra recordada Isabel Escudero cantó durante toda su vida esta manera de expresión, que une lo popular con lo llamado culto en el discurso de la cultura, aunque es tan culto lo uno como lo otro.

¿Principales influencias?

Todas. Por lo que se refiere a los clásicos, aprendí a los 10 años de memoria los sonetos de Quevedo, Góngora, Lope de Vega, que venían en los libros. Desde los 15, creo que he leído todo lo que un occidental, incluso oriental, puede leer. Además de los clásicos españoles, he leído a los poetas del siglo XX, a derecha e izquierda, fundamentalmente españoles y americanos, tanto del Sur, como del Norte. En el Norte, Whitman y la Beat Generation, y en el Sur, Huidobro, Vallejo, Carlos Sabat y Pablo de Rokha, a la altura de Neruda estos dos últimos. También, los poetas griegos de la modernidad, los italianos después de Leopardi, los franceses, los ingleses, los alemanes y los portugueses. He leído en catalán a los poetas modernos y en gallego, a muchos, tras Rosalía, como Celso Emilio Ferreiro o Manuel María.

¿Cómo fue el proceso hasta publicarlo en Huerga y Fierro?

Conformé el libro en los últimos meses de 2020. Lo remití a mis editores, pues los conozco desde hace 40 años. Decidieron publicarlo, y creo que ha quedado un libro muy bonito, discreto pero hermoso en su presentación, un libro en una colección sin ilustración o colores. Creo que la poesía es asunto editorial de blanco y negro. Los colores van por dentro. No me gustan los libros de colorines. Distraen.

¿Cómo y de qué manera escribe Félix Maraña? ¿Qué te inspira? ¿Por qué tiempos tan largos de silencio poético?

Escribir es una forma de mirar al mundo. De estar con los demás, de conocer y conocerse. He escrito artículos en los periódicos desde los 17 años. He redactado textos críticos, vocablos de para diccionarios y enciclopedias, escrito algunos libros. Pero no hay día en que no escriba. Escribir es una forma de sangrar sin salpicar a nadie. Y a mí me inspira el oficio. Lo de las musas está muy bien, pero en el paraíso. En la tierra creo en la inteligencia, la mirada, el pensamiento, en el trabajo. El dolor del mundo y la belleza del mundo, la maldad de unos y la bondad de los más, aunque no se vea. Me inspira la luz y la sombra de cada día, la necesidad de sobrevivir, de vivir el momento y encarar el futuro. Simone Signoret tiene un hermoso libro, La nostalgia ya no es lo que era, pero yo creo que la nostalgia es un error, una trampa de la vida, cuando pasa de ser un recuerdo afectivo a una melancolía depresiva y enfermiza. Aunque sé que la depresión nos puede venir en cualquier momento. Es algo tan humano como la respiración.

Félix Maraña: «Escribir es una forma de mirar al mundo. De estar con los demás, de conocer y conocerse». #Entrevista de Aitor Francos. El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñetos @HuergayFierro. Share on X

Y no he publicado en 42 años un libro de poemas simplemente porque el periodismo, y sobre todo la poesía de los demás, me han ocupado. Cuando veo que un joven tiene prisa por publicar, le recomiendo que se abstenga. Si es inteligente, me lo agradecerá. Ha habido muchos que no han necesitado agradecérmelo, porque el precipicio siempre tiene algo de aventura, pero no de ventura.

¿Más poeta que periodista? ¿Más poeta que editor? ¿Cómo ha influido en tu poesía llevar una editorial como Bermingham?

He sido, creo, poeta siempre, aunque no publicara. Pero he preferido siempre la poesía de los demás. Y he sido periodista siempre. Y lo soy. No me veo en el periodismo que se hace hoy, pero tengo muy claro que el periodismo cultural y de opinión que he practicado me ha hecho, me ha ayudado a ver el mundo de un modo distinto, a sentir una aspiración por la libertad y a conocer mejor a mis semejantes. Soy periodista de cuando el periodismo no era espectáculo vulgar. Y el ser editor me ha procurado más dedicación a la lectura de la poesía de los otros, a cuidar el jardín.

¿Estás atento a las novedades y a las nuevas generaciones? ¿Qué futuro le auguras a la poesía?

Compro todos los libros de poesía de nuevos autores, reviso y releo otros autores que el mercado me hurtó en mis años jóvenes, porque sólo se me ofrecía a cuatro famosos. La poesía será el último suspiro del ser humano sobre la Tierra. El futuro de la poesía es el futuro de la Humanidad. Sé que esto no lo admite el 99 % de la gente, pero yo en esto, como en el futuro, soy optimista. Utopista.

Entrevista de Aitor Francos, poeta y psiquiatra

Fotografía de portada de Unai Maraña

GARAJE DE GUARDIA

Que la vida iba en serio se sabía
mucho antes de leer a Gil de Biedma
y recibir unos golpes de repente
de esos que te duelen o te matan.
Pero en serio, ya en serio, se comprende
cuando vas al garaje y no te arranca
el músculo central del carruaje
que bombea la vida por el árbol.

Y acudes de urgencia a los talleres,
una, dos enfermeras, tres o cuatro,
te rodean, asaltan tu esqueleto,
y toman posesión, a sangre y suero, 
del trasto que presentas para el trance,
te imponen la salud como quien manda
el carburo vital intravenoso,
que te espanta la muerte de reemplazo,
y te tratan como en hotel de lujo:
No te muevas, nosotras te empujamos.

Por si acaso, tan sólo por si acaso,
no vuelvo de esta jaula de salud,
y me cubre de nieve negro alud,
y no podéis curar este fracaso,
os dejo mi mensaje más sincero:
Muchas gracias por ser mis ocho brazos
y darme algo de vida, nuevos plazos.
Bien seas enfermera o enfermero,
médico global, mundo sanitario,
arriesgando vuestra vida a diario,
que nunca os lo dije, pero os quiero.

 © Félix Maraña
 

En la antesala de la UCI, calentando motores. Para los profesionales de la Salud,   que nos tratan por nuestro nombre y nosotros nos olvidamos pronto de los suyos.    Decir gracias es ya decir bien poco.

Este poema, escrito en 2020, está ahora de frontispicio al libro El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñetos (Huerga y Fierro Editores, 2023).

Compartimos con nuestros lectores de Revista MoonMagazine la traducción del poema «Garaje de guardia», realizada por Gerardo Markuleta para la versión bilingüe de El bosque no es un árbol repetido. Sonetos y soñetos de Félix Maraña.

GUARDIAKO GARAJEA

Bizitza serio zihoala, Gil de Biedma
irakurri baino lehenago, min ematen edo hiltzen
zaituzten bat-bateko kolpe horietako zenbait 
hartu baino askoz lehenago, jakin zen.
Baina, jada serio, benetan ulertzen da
garajera joan, eta bizitza zuhaitzean gora
ponpatzen duen zalgurdiko giharrak
arrankatzen ez dizunean.

Eta urgentziaz jotzen duzu tailerretara,
erizain batek, hiruk edo lauk
inguratzen zaituzte, zure eskeletoari eraso,
eta odolez eta serumez jabetzen dira
trantzerako aurkezten duzun trasteaz,
osasuna inposatzen dizute, zain barneko
bizi-karburoa agintzen duenak bezala
–ordezko heriotza uxatzen dizu–
eta luxuzko hotel batean bezala artatzen zaituzte:
Ez zaitez mugi, guk bultzatuko zaitugu.

Badaezpada, soil-soilik badaezpada,
osasun-kaiola horretatik itzuliko ez banintz ere,
eta elur-jausi beltz batek elurrez estaliko banindu,
eta ezin bazenute porrot hau sendatu,
nire mezurik zintzoena uzten dizuet:
esker mila nire zortzi besoak izatearren,
eta bizitza apur bat, epe berriak, emateagatik.

© Félix Maraña
© Gerardo Markuleta (Itzultzailea) 

Zainketa Intentsiboetako Unitatearen atarian, motorrak berotzen. 
Osasungintzako profesional guztientzat, gure izenez artatzen gaituzten horientzat, nahiz eta guk berehala ahazten ditugun haien izenak. Eskerrak ematea ezer gutxi da dagoeneko. 2020ko maiatza.

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