Hoy tenemos como invitado a Rodolfo Padilla Sánchez, que nos recomienda la lectura de Estigia, libro de relatos de Ángel Olgoso publicado por Eolas Ediciones.

Estigia. Memento Mori

¿Qué nos espera al otro lado? Algunos dirán que el fuego del Infierno o la luz del Paraíso, una estancia en el Purgatorio que todavía podemos reducir con el pago de indulgencias, la Daena vieja o hermosa al otro lado del Puente de Cinvat en virtud de nuestros actos en vida, tal vez tengamos que seguir al perro que nos lleve al Mictlán o esperar que la pluma de Maat no nos arroje a las fauces del terrible Ammyt. Quizás, cuando esta máquina de languidecer —en homenaje a otro título de nuestro Caronte particular— emita el último suspiro, nos encontremos con la nada, con el vacío, o regresemos reencarnados en un insecto. La muerte es, junto con el amor, un tema universal que ha supuesto el centro de las preocupaciones del ser humano desde sus orígenes, por eso la religión busca moralizar y dar consuelo, la ciencia ensaya la inmortalidad, la filosofía reflexiona sobre la esencia del ser y el arte la ha utilizado para combatir a la vanidad en épocas de crisis o para ensalzar la vida en años felices.

Nada es seguro frente a la muerte, salvo la muerte misma. Por eso, una vez hemos sucumbido a ella y aparecemos a orillas de la laguna mitológica que nos llevará irremediablemente al Hades, es mejor tomar la mano del barquero que nos amenizará el viaje con las múltiples historias que desde su desbordarte imaginación iluminan el inframundo.

«Es mejor tomar la mano del barquero que nos amenizará el viaje con las múltiples historias que desde su desbordarte imaginación iluminan el inframundo». Estigia, de Ángel Olgoso. @RodolfoPaSa. @eolasediciones. Compartir en X

Ese barquero no es otro que Ángel Olgoso, quien después de Bestiario y Sideral, publica Estigia, el tercer volumen temático de sus cuentos en EOLAS Ediciones, en la colección «Las puertas de lo posible», de un total previsto de seis. Compuesto por noventa y nueve relatos, es hasta el momento el más extenso de los tres volúmenes y evidencia, como el propio autor afirmó en una entrevista para Todoliteratura.es, que la muerte es un tema que le obsesiona «porque siempre está ahí como una sombra, rodeándote sin que te des cuenta, una presencia en sordina y, cuando de pronto se repara en ella, con un escalofrío, uno se siente como perdiendo pie, como tanteando en lo oscuro». Y es que no hay mejor manera de definir la literatura olgosiana que como un vértigo en la cuerda floja, un juego de expectativas donde la sorpresa, lo inesperado, nos deslumbra o aterroriza, nos hacer sudar, reír o temblar, nos transporta a lugares lejanos en unas pocas líneas o en varias páginas nos invita a la introspección.

Si utilizamos una doble terminología artística, Estigia conforma a la vez un collage y un mosaico: un collage, en tanto que cada tesela —cada relato— está fabricada de un material diverso de tonos, estilos, espacio, tiempo y temas, si bien están atravesados por el protagonismo absoluto de la muerte, el cual compone el mosaico en el que Olgoso-Caronte nos conduce hacia reflexiones profundas, terroríficas aventuras, cementerios profanados, canibalismo o sacrificios rituales, a veces con ironía o con la increíble ternura o la inocencia que transmite incluso en las narraciones más crueles e inhumanas, dejando un agradable sabor de normalidad entre lo extraño y terrible de suicidios —a veces reincidentes—, asesinatos perpetrados o padecidos, fanatismo sectario, guerra, coleccionistas extravagantes, los viajes eléctricos de un condenado a muerte, niños sacados de las entrañas de su madre muerta durante el funeral, una barbería de muertos o el amor entre una madre y una hija unidas por un vínculo más allá de la sangre.

Entre la diversidad del collage, como señala Ana María Shua en su prólogo, hay una multiplicidad de estilos, desde las frases cortas y lapidarias de relatos como «Designaciones» o «Cuenta atrás», donde logra edificar un mundo y acabar con una vida en escasas líneas, hasta los relatos más barrocos e intrincados que mejor definen su estilo, con enumeraciones caleidoscópicas que fragmentan y diseccionan la (ir)realidad para describir todas las perspectivas posibles como en un cuadro cubista, relatos oscuros con otros luminosos, contemporáneos o historicistas como en «Quauhxicalli» o «El Valle», con la influencia de leyendas y cuentos populares como en «Toque de ánimas» o el registro coloquial de un velatorio en «Jueces del valle de Josafat», la narrativa japonesa en «Fantasmas de las Cuatro Suertes» o de la china de «Wu», con cierta pretensión edificante; relatos que nos invitan a viajar a lugares lejanos como la India de «Vínculos» y «El tintero de bronce», a cometer un asesinato infinito en el cíclico «Crimen perfecto» o a apreciar la espantosa y corrupta resurrección por medio de la jardinería en «Océanos de ceniza».

La comunión entre brevedad y tensión narrativa se manifiesta de forma palpable en relatos como «Conjugación», un microrrelato que al parecer pone siempre José María Merino como ejemplo del movimiento interno que debe tener este género:

Yo grité. Tú torturabas. Él reía. Nosotros moriremos. Vosotros envejeceréis. Ellos olvidarán.

Gracias a esta multiplicidad de temas, estilos y tratamientos, Olgoso logra componer un mosaico perfecto de la muerte como tema universal, donde a veces se ríe de ella o la trata con veneración o hace una desgarrada crítica social en relatos como «Introito para arpa de tendones humanos», una escena extrema convertida en alegato capaz de disuadir todo afán belicista, o «Días felices», donde una montaña se lamenta de la barbarie del ser humano, ejemplo animista del que también encontramos otros como «Los trabajos del carnicero». Pero la muerte no es solo una dama vestida de negro y con una guadaña que siega nuestras vidas y nos lleva al más allá —sea el que sea—, sino también la kafkiana rutina de «Un fúnebre sabor a tiempo muerto» que hace una ácida crítica al sistema que nos empuja a la repetición cansina e irracional de estar muertos en vida, y la búsqueda desesperada de la inmortalidad en la extravagante colección de «Naglfar». Incluso hay cabida para preguntarse con qué ojos miraríamos la vida si regresáramos de entre los muertos como en «La ciénaga» o para hacer una relectura de los mitos bíblicos con el Dios caprichoso de «Alternativa», así como el riguroso cumplimiento del voto de silencio que imponen las «Novedades en el cortejo» de una cofradía en Semana Santa o cómo el hambre puede llevarnos a cometer atrocidades contra seres celestiales en «Las huellas de los pájaros en el aire», que recuerda a aquel relato de García Márquez —«Un señor muy viejo con unas alas enormes»—, pero con un final más tremendo y que deja las mismas dudas que en el narrador y, de forma inevitable, una habitación embargada por el olor de las almendras.

Lo más destacado de sus relatos, junto con su extrema originalidad y el humor negro de muchos de ellos, es la naturalidad y la inocencia con que Ángel Olgoso puede narrar algo tan terrible como la interpretación literal de las frases hechas de «El futuro pertenece a nuestro alumnado» o la ternura con que afronta la pérdida cargada de remordimientos de un ser querido en «Tributo», la mezcla romántica y trágica de sufrir o imaginar la muerte de la persona amada de «La muerte desordenada» o «Los simunes del deseo». Además, y como es su sello personal, manifiesta la maestría de levantar falsas expectativas desde un título desconcertante como en «El octavo día de la semana» o «El confeti de nuestras cenizas» para adentrarnos en una narración que bien nos lleva desde lo común a la espiral de felicidad macabra que culmina con una última línea impactante, o bien establecer lo extraño e inquietante como regla para romperlo con la normalidad más absoluta.

Las alusiones al arte no son gratuitas, pues Ángel Olgoso concibe su literatura como los arquitectos de la antigüedad grecorromana que buscaban el estupor; él lo consigue con una literatura que cuida el detalle hasta el extremo, manejándonos a voluntad en relatos laberínticos que nos pierden o lanzándonos un dardo certero que nos hace replantearnos hasta lo más básico de nuestra existencia, utilizando a veces un vocabulario elevado y obscuro para, justo después, cambiar a un registro coloquial y de aparente simplicidad que no menoscaba sino que resalta la variedad de un estilo tan inabarcable como la propia muerte a la que homenajea en este volumen.

Ahora, el viaje parece acercarse a su fin cuando la barca arriba en «El purgatorio» y este autor, que durante noventa y nueve relatos se ha erigido en nuestro Caronte a través de la laguna Estigia, finaliza su obra y se dispone a descansar para toda la eternidad. Y nosotros, sin más remedio, nos apeamos con el convencimiento de que la muerte es infinita y en ella cabe hasta la inquietud, los rumores, la asfixia, la desesperación y, si ahondamos en ella, también la risa y el placer.

Sobre el autor de Estigia

Ángel Olgoso

Ángel Olgoso (Granada, 1961) es uno de los autores de referencia del cuento en castellano. Entre sus numerosos libros de relatos destacan Cuentos de otro mundo, Los demonios del lugar, Astrolabio, La máquina de languidecer, Los líquenes del sueño. Relatos 1980-1995, Las frutas de la luna, Breviario negro o Devoraluces. Ha publicado también el poemario Ukigumo, el libro ilustrado Nocturnario, dos misceláneas, Tenue armamento y Un unicornio fuera de su tapiz, y la primera obra de una nueva etapa híbrida, Madera de deriva. Ha obtenido una treintena de galardones (entre otros, el Premio Caja España de Libros de Cuentos, el Premio Internacional Julio Cortázar, el Premio Clarín de relatos o el Premio Andalucía de la Crítica en dos ocasiones). Cuentos suyos se han incluido en más de setenta antologías del género, y está reuniendo su narrativa completa en seis volúmenes temáticos (ya han aparecido Bestiario, Sideral y Estigia). Es, además, fundador y Rector del Institutum Pataphysicum Granatensis, Auditeur del Collège de Pataphysique de París, miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Amateur Mendicant Society de estudios holmesianos. Ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano, griego, portugués, rumano y polaco.

Estigia

Estigia

Ángel Olgoso

Eolas Ediciones

Reseña de Rodolfo Padilla Sánchez

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