Con la llegada del verano, los imaginarios acuáticos comienzan a emanar de nuestra acalorada piel. El cuerpo busca una fuente de agua y entre ellas el mar y sus costas surgen como entorno deseado. Sin embargo, esta asociación entre el verano, las vacaciones y un baño en el mar es de existencia reciente. Hasta hace pocos siglos, las costas del mar no eran consideradas un lugar de recreo veraniego sino de marinos, pescadores y piratas. Desde el surgimiento en el siglo XVIII de las ciudades balneario con fines medicinales, así como con la invención del turismo tal como lo conocemos hoy en día, visitar las playas y sumergirse en las aguas comenzó a popularizarse.

El mar, de todos modos, era ya un tema literario que había ido mutando. Desde los viajes de los navegantes griegos, a las historias de naufragios con la expansión marítima europea, llegó a los escritores románticos. El mar pasó de ser un territorio desconocido e impredecible, a ser percibido como sublime y poético.

Históricamente, el mar fue considerado como un dominio masculino en el que marineros, exploradores y pescadores se adentraban mientras sus esposas esperaban su regreso cuidando de los hijos y el hogar. #mar #literatura @despaseando. Share on X

Históricamente, el mar fue considerado como un dominio masculino en el que marineros, exploradores y pescadores se adentraban mientras sus esposas esperaban su regreso cuidando de los hijos y el hogar. Tal es la reflexión de Marguerite Duras en El amante:

Las partidas. Siempre las mismas partidas. Siempre las primeras partidas por mar. Separarse de la tierra siempre se había hecho con el mismo dolor y el mismo desespero, pero eso nunca había impedido partir a los hombres, los judíos, los pensadores y los viajeros puros del único viaje por mar, y eso tampoco había impedido nunca que las mujeres los dejaran partir, las mujeres que nunca partían, que se quedaban para preservar la tierra natal, la raza, los bienes, la razón de ser de su entorno.

El amante, de Marguerite Duras

En el libro Mujeres en el mar, el escritor naval inglés David Cordingly se encarga de investigar la relación de las mujeres con este medio: mujeres que acompañaron en los barcos a sus esposos marinos y capitanes, se vistieron como hombres para poder navegar o trabajaron en los puertos como prostitutas.

Hay mujeres que no se adentraron en él sino que escribieron desde sus orillas. No se centraron en historias de marineras ni de mujeres piratas sino que nos cuentan de su relación o la de sus protagonistas con este medio. Hoy quiero acercarles la obra de dos de ellas.

El mar en la literatura: dos mujeres que no se adentraron en él sino que escribieron desde sus orillas. Ellas son Kate Chopin y Margarita García Robayo. #Género y #espacio en la #literatura, Agustina Atrio, @despaseando. Share on X

El despertar, de Kate Chopin

La escritora de esta novela publicada en 1899, la estadounidense Kate Chopin, se crió en la comunidad criolla francesa de Saint Louis. La obra tiene como protagonista a Madame Pontellier, una mujer que reniega de su rol como madre y esposa. La novela se desarrolla, en parte, en la comunidad balnearia de Grand Isle en el Golfo de México a fines del siglo XIX, donde tanto Edna Pontellier como Chopin pasaron sus veranos. En esta playa decorada con casetas para vestirse y arreglarse antes y después del baño, se inicia el proceso del «despertar» de la protagonista.

La voz del mar es seductora, incesante susurra, clama y murmura e invita al espíritu a vagar como hechizado por abismos de soledad, a perderse en laberintos de ensimismamiento.

La voz del mar habla al espíritu. El contacto del mar es sensual y envuelve el cuerpo en suave y estrecho abrazo.

El despertar, de Kate Chopin

La joven Madame Pontellier, casada y con dos hijos, comienza a plantearse preguntas sobre su vida y el deseo que descubre de conocerse a sí misma y vivir por fuera de las reglas de comportamiento que se esperan de ella. Si bien la búsqueda de Edna Pontellier excede su vínculo con el mar, encuentra en el agua el medio que la lleva a la contemplación, la introspección pero también a la expansión de sus experiencias, las cuales continúa en el entorno urbano cuando terminan las vacaciones.

En el mar, Edna aprende a nadar y llama al hecho «un poder conquistado». Este primer aprendizaje la motiva a buscar nuevas vivencias, priorizando el conocimiento de sí misma. Sin embargo, el chocar con la sociedad de su época y sus limitaciones la lleva de regreso al mar.

El mar de Margarita García Robayo

En este relato que forma parte del libro Primera persona de la escritora colombiana Margarita García Robayo, nos encontramos en la actualidad. El tema central es la relación con el mar. Nacida en la costa del Caribe, el texto aborda su primera infancia de juegos y confianza en este medio hasta el inicio de un hastío que posteriormente da lugar al temor y la fobia.

Aprender a nadar también es un tema de esta obra, pero aquí la protagonista no está motivada a aprender. Ella no ve la natación como una lección de vida ni un desafío personal, como es el caso de Edna Pontellier, sino que prefiere flotar y mantenerse alejada de sus aguas. En contra de la idea de que el mar es apacible, ella lo encuentra impredecible, traicionero y peligroso.

El texto invita a la reflexión sobre el vínculo que tenemos con el mar, sobre todo aquello que no vivimos en su orilla.

En realidad no me gusta el mar por lo que propone, desde la mera contemplación hasta el uso discrecional —y predecible— de sus aguas y orillas.

Primera persona, de Margarita García Robayo

Muchos de quienes podemos irnos de vacaciones, lo hacemos justamente deseando hacer este uso predecible del mar y su entorno: tomar sol en la playa, nadar en la orilla y volver día tras día durante una quincena para hacer lo mismo. En caso de que cambiemos cada día de balneario o pueblo, no cambia la forma de uso, de consumo de mar. Viajamos a pueblos marinos que se llenan en verano para vaciarse en invierno, impactando en el territorio, sus habitantes y su ecosistema.

El relato de García Robayo nos hace preguntarnos por nuestra forma de acercarnos al mar, sobre nuestra forma de vacacionar y sobre cómo, en general, nos relacionamos con la geografía, especialmente aquella en la cual nacimos. De esta forma abre el libro Primera persona, en el que cada relato lleva a nuevas preguntas.

Una muy buena lectura para leer cerca —o lejos— del mar.

Un artículo de Agustina Atrio

DESPASEANDO

Diseño de la portada: David de la Torre

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