Pedro López (Madrid, 1963), autor de Incisiones, ha publicado Destiempo (Premio Rafael Morales, 2020, Colección Melibea); Meandros (Ediciones Vitruvio, 2021); Dársena (Ediciones de La Discreta, 2022); Escombros (Ediciones Vitruvio, 2022); Filacterias (Ediciones La Palma, 2023) e Iconos (Ediciones Vitruvio, 2023). En 2021 le fue concedido el Premio Ciudad de Alcalá de Poesía por Museo (Huerga & Fierro Editores, 2022). También ha participado en las antologías poéticas Laberinto breve de la imaginación (Cuadernos del Laberinto, 2021) y Cerca de Hierro (Ediciones Vitruvio, 2022). Este doctor en Filología publica artículos y reseñas literarias en Anales Cervantinos, Revista de Filología Románica, Entreletras, La República de las letras o Dos orillas, y es autor de manuales didácticos de Lengua y Literatura.

Las 151 incisiones de Pedro López Lara (CLI, en su numeración romana), todas breves, algunas de una línea, vienen presentadas en cinco partes que respeto para reseñar este insólito poemario. Y es que sus composiciones admiten, asimismo, la lectura como libro de aforismos; eso sí, un libro escrito desde un exigente y talentoso lenguaje poético. La experiencia del autor juega papel esencial a la hora de mostrar —y de prevenirnos— cómo entiende él la existencia humana en aspectos tan esenciales como son el amor, el tiempo, la vida, la supervivencia, la nocturnidad, la muerte y la creación poética.

Incisiones, de Pedro López Lara, es el cuarto poemario reseñado y recomendado por Manu López Marañón en su sección Poemarios para un verano sin crímenes. Publica, @RenacimientoEd. Disfruten, merece la pena. Share on X

VICISITUDES Y TIEMPOS

El amor aparece reflejado en esos amantes consumidos por la llama (I), llama a la que se accede mejor conociéndose íntimamente (II); o en esa belleza plena, la que con mostrarse (III), o en su resplandecimiento (IV), convence; y en resguardarse a la espera de esa amada (V), que por su belleza ha sido elegida por los dioses (VI). El amor se presenta ahora como una encrucijada a recorrer por ambos amantes (VII), responsables de su pasado con el que deben lidiar (VIII) evitando así ataques de misantropía (IX). Esta parte inicial se cierra con un poema en el que el fuego que sobre ellas ardió es primordial recuerdo para unas manos ya inertes (LVIII).

VII

ENCRUCIJADAS hay muchas. La fundamental
es aquella que nos parte en dos, haciendo de nosotros
escindidos caminos,
ruinas sin reconocerse
se entrecruzan a veces y extrañadas sienten
un susurro de pisadas, antiguas, que no se entienden.

Permanencia y transcurso del tiempo: se avisa de cómo la pureza del saber se esconde con el paso del tiempo (XII), un tiempo trazado con calles para su tránsito (XVI); de que la memoria, llena de amnesias, debe ser tomada con prevención (XVIII); de que frente al presente la voz del pasado queda silenciada (XXV) y de cómo la vulgaridad actual se opone al sobrevalorado pasado (XVII) porque el tiempo es un mosaico de teselas colocadas al azar (XXVI) y de tener el mundo en nuestros brazos pasamos a comprender, años después, cómo se nos escurrió entre los dedos (XXXIX). El peligro de retroceder a abismos interiores y caminar por otros nuevos queda equiparado (XXVII); además, el futuro ya no cuenta con nosotros para sus planes (XXXIV), y, por mucho que se lo proponga, el hoy nunca alcanza la intensidad del pasado (XXXVII), un ayer que es como una fiera bandada de perros al asalto del presente (XXXVIII). Enjaular momentos escogidos conlleva una sensación de fraude (XL) porque el tiempo deshuesó el recuerdo (XLIII) y frente al pasado procede una mirada frontal, sin desvíos (XLVIII): al tiempo difuminado solo lo retiene una memoria en descomposición (LII). Lugares dados a la confidencia devorados por la marea del tiempo (XXIV), su paso desluciendo cualquier tesoro (LIV) y cómo este presente, congelado en su uniformidad, es incapaz de generar nostalgia (LV) son avisos finales de Pedro López para esta materia.

XXVI

LA IMAGEN DEL TIEMPO

MOSAICO en el que vamos colocando
teselas al azar,
sin un modelo previo al que atenerse,
crecientemente atónitos al vislumbrar
la imagen increíble que se va formando.

La vida. Dios es el crupier que reparte la baraja de la vida (XI), partida de naipes que, en realidad, es asunto de las propias cartas (XXIX) y que se pierde siempre por jugar mal una baza irrepetible (XLII). Atributos menos metafóricos de la vida son: su vulgaridad, reduciendo a la infancia a una historia ramplona (XXIII); su docilidad: la capacidad de adaptación a la vida ocultando nuestro verdadero ser (XXI) y, cómo frente a las bestias, el hombre es un animal de tristes hábitos (XXX); su fugacidad y anacronismo cuando la mirada de la vida recae sobre nosotros (XXXI); entender a posteriori las fronteras y umbrales recorridos (XXXIII); su insustancial sucesión de instantes en ese telar que forman los días (XLIV); contemplar la catástrofe desde su placidez (LIII), y cómo las grandes verdades de la vida refulgen en un único fogonazo de despedida (LVI).

LVI

NUNCA es compleja la verdad.
Es justamente su terrible sencillez
la que, de un solo fogonazo,
—un estallido simple: Era eso— ,
nos desarbola, y luego,
de forma escueta, hunde.

Manual de instrucciones para sobrevivir: lo que la vida espera de nosotros y nosotros de ella acaba en un malentendido (XIII); más que lograr prestigio, lo fundamental es saber arder (XIV); rodamos como peonzas y sin capacidad de fuga (XXII); cuanto más frondoso sea el bosque de la vida mayor dificultad para salir de él (XXVIII); la alienación de la vida devora nuestro yo (XXXV) y mantenerse en sus márgenes genera provisionalidad (XXXVI); del diálogo entre vigilia y sueño quedan excluidos los hombres (XLVII) porque solo cuando el sueño se va entiende el hombre su papel en él (XLIX). Desde la placidez con que la vida contempla la catástrofe queda, finalmente, la convulsión (LIII).

XIII

LA vida se hace de nosotros una idea falsa.
Y nosotros, corteses como somos,
le correspondemos. Es ese
malentendido fraternal quien nos mantiene unidos.

MEMORIAL DE LA NOCHE

La noche abraza al hombre ofreciéndole su inmortalidad (LIX), y frente a la condenada luz diurna le ofrece plenitud (LX), aunque hay noches tan completas que prolongarlas carece de sentido (LXI). Ajena a los bailes de nocturnas odaliscas queda gente sin vida (LXIII) ajena también a los esfuerzos por hallar unas epifanías nocturnas que, a veces, se manifiestan (LXIV). La prostituta de club es invitada por un cliente que renuncia a dialogar con ella en tan sórdido lugar (LXV), y es que pagar por vivir es entender la vida como un negocio que ni siquiera cubre gastos (LXVI). Tras la visión de una mendiga (LXVIII) el poeta reniega de una amiga —la noche— que ya solo ofrece traiciones y podredumbre (LXIX). Sin embargo, una vida sin noche es una monocorde sucesión de luz que mata lentamente (LXX), una luz sin capacidad para esa magia que nos lleva a la ebriedad del vivir (LXXI).

LXX

ESTO es lo que ha quedado:
un día desprovisto
de sus noches nutrientes,
una luz transigente, intransitable,
que mata lentamente.

AMOR, HOSTILIDADES

El epicentro de la pasión es una sacudida (LXXII) a la que siguen perfectas certidumbres (LXXIII). La inherente generosidad, pronto es apreciada por el amor (LXXIV). Aunque desde el primer baile detectamos a la mujer malvada, es tan deseable que por ella merece la pena jugarse la vida (LXXV), porque el amor es para vivirlo mientras sucede: su recuerdo es un falaz consuelo a la falta de pasión (LXXVI). La persistencia en el error no genera conclusiones en el amor (LXXVIII), y uno muy frecuente es que la pareja, una vez fundada, trate de preservar radicalmente sus individualidades anteriores (LXXXIX); otros errores no menores son recordar momentos de una pareja que ya fue: los hechos no admiten metáforas (LXXX), y, desde luego, encontrar entrañables, desde la soledad actual, a dolientes situaciones de desamor: doble equivocación (LXXXI). Tras superar el desamor besemos nuevos cuellos (LXXXV) sustituyendo caricias por el pulso del estrangulamiento —que es lo que queda de aquel amoroso y delicado tocar…

LXXV

ECHAS de menos las mujeres.
No a todas o cualquiera. Solo a aquellas
que sabían susurrar al oído
las terribles canciones.
Aquellas que después bailaban, inclementes,
jugándose tu vida al ritmo de ellas.

El engañó resulta tolerable porque a él estamos acostumbrados, el fraude es más difícil de asumir (LXXXVIII). Por más que las estudiemos nunca se acaba de conocer a las personas (XCI). Que el hombre trague lo que sea es la destreza humana más apreciada por el poeta (XCIII), indignado ante la actual falta de respeto por la palabra dada (XCIV); hoy es el dinero la mejor medida para tallar a un hombre (XCV) y la bondad humana rara excepción a la imperante maldad (XCVI). Curtida la piel del poeta por las afiladas mentiras de los demás, a su epidermis aún le queda espacio para más patrañas (C).

XCV

POR el dinero los conoceréis:
por su forma de darlo o su negativa a hacerlo,
por la elasticidad del ángulo
que pacta con el suelo
su alma al prosternarse ante él.
Por la impureza de sus ojos, ya tasados.

POSTRIMERÍAS, MUERTES

El catálogo del agonizante militante incluye: haber sido feliz más de una vez (CIII); a su sombra, compañera de fatigas (CIV); a los retrasos que todo lo incumplieron (CV); al pecar sin entusiasmo (CVI); a inadvertir lo efímero (CVII); al no saber dar respuesta a quiénes somos (CVIII); al vacío que aguarda a la más escrutadora mirada (CIX); a las autobiografías, más falsas que cualquier novela (CXI); a la falta de explicaciones de la muerte que ya viene (CXIII); a las satisfacciones que da amistarse con un árbol (CXIV); a perder el tiempo dando rodeos cuando la respuesta la tenemos enfrente (CXV); a la mortandad de los arrogantes dioses del agnosticismo (CXVI); a la dignidad del terruño (CXVII); a encontrar dentro de nosotros lo que nos obliga a seguir (CXVIII), y a la contundente seriedad de la vida (CXIX).

CVI

CUANDO se llega a cierta edad,
los pecados se cometen sin ganas.
Falta el escalofrío que signaba
la fe, la transgresión, la pérdida del alma.

Hábitos prolongados más allá de la muerte son llamar a quién ya no está (CXXI) porque la muerte, siempre queda por encima de cualquier engaño (CXXII) y parece ajena a nosotros hasta que se ha llevado a nuestros seres más queridos (CXXIII). El olor delata a la vejez y sus moribundos diálogos (CXXV); implorar a la muerte seguir vivos para mejorar es tan inútil (CXXVI) como despedirse de las cosas que nos hicieron feliz (CXXVIII) o tratar de corregir el rumbo de la barca de Caronte, oculto aquí bajo el disfraz de gondoliere, retornando al pasado (CXXIX).

CXXVI

Hay seres que parecen restos doloridos,
derrotados contundentes que imploran
a la mano el despliegue de su oficio, último gesto
de piedad a la espada.

ARS POÉTICA

Para tratar de escribir buena poesía seguir estas pautas que propone Pedro López es una gran idea. El silencio es la fuente primordial del que surgen versos necesarios (CXXX); la palabra lograda siempre resulta imprevisible (CXXXI); en el poema conseguido brillan el riesgo y la herida (CXXXII). Cuál debe ser la distancia entre el poeta y lo poetizable (CXXXIV), cómo abrir un poema (CXXXV) y sacrificar al arte sentimientos personales (CXXXVII). La inspiración mantenida es algo raro (CXXXIX); la inmersión en la profundidad del lenguaje, resulta necesaria (CXL); y la magia en la revelación poética, imprescindible (CXLI). El tiempo necesario para comprobar la calidad de los versos (CXLII); la inaprensibilidad de las palabras esenciales (CXLIII); la obligación de quemar versos (CXLIV); y saber parar cuando no acompaña la inspiración (CXLV). La voz poética fluyendo en libertad (CXLVII) y su pérdida en la vejez (CXLVIII). Y, —por fin— , reconocer que la vida supera en esplendor y sentimiento a la poesía…, ¡esa vida superior no versificable! (CLI).

CLI

HOY no podré abastecer
de versos este poemario.
Hoy es un día en que la vida
no se posa, se hinca.
La vida, que no tiene nada que decir,
excepto esto:
No soy versificable.

Incisiones resulta un poemario de sosegada y espaciada lectura donde los grandes asuntos de la vida vienen acompañados por una elegante elocución con gusto por la sobriedad léxica. Los frecuentes destellos reflexivos (no son escasos los de tipo desalentado, pesimista) de este libro —asentados desde la interesantísima biografía del poeta— tienen cauce en unos versos en los que el autor, a medida que nos describe su realidad, abre otras salidas a esa realidad. Esta apertura vital en la poesía de Pedro López hace que terminemos de degustarla convencidos de cómo la vida merece la pena, a pesar de todo.

Incisiones, de Pedro López Lara, un poemario de sosegada y espaciada lectura donde los grandes asuntos de la vida vienen acompañados por una elegante elocución con gusto por la sobriedad léxica. @RENACIMIENTOED Manu López Marañón. Share on X

En definitiva, lo que el poemario saca a flote —y hace perdurable— no es otra cosa que el sedimento esencial de la experiencia propia, sin que la acompañen excedentes ocasionales tan abundantes en poetas primerizos. Estamos por ello ante un inolvidable y muy depurado texto. Si aún no lo leyeron, retengan el nombre del creador de Incisiones: Pedro López Lara. Está dando que hablar.

Incisiones. Pedro López Lara. Renacimiento (2024)

Incisiones

Pedro López Lara

Editorial Renacimiento

Casa del libro

Reseña de Manu López Marañón

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