Charles Foster Kane, el hombre que se soñó castillo

 El mundo escenográfico de Ciudadano Kane, considerada la mejor película de la historia del cine.

 

con música fuerte y prolongada,

construiría esa mansión en el aire

(Samuel Taylor Coleridge, Kubla Khan)

 

Prohibido el paso. ¿Es nuestra mirada la que debería detenerse ante ese cartel que da comienzo a la película? ¿Acaso tendríamos que cerrar los ojos? No lo hacemos, fijamos la vista en la pantalla, atravesamos las rejas: desde aquella de trazado más simple hasta la de mayor ornamentación. Vemos la K y la silueta del edificio que nos hace pensar en el castillo de Drácula; también, y nada de esto es casual, en Manderley y la R de Rebecca.

El mundo escenográfico de #CiudadanoKane, la mejor película de la hª del cine. @Arteyprecine Clic para tuitear

La mirada avanza para encontrarse con la jaula de los monos, con las góndolas y el temblor del castillo reflejado en el agua, con las arquitecturas del jardín, el abandono, la ruina.

 

La mirada avanza para encontrarse con el abandono, la ruina. #CitizenKane @Arteyprecine Clic para tuitear


A través de la luz de una ventana accedemos a la penumbra de un interior de aspecto gótico desde el que contemplamos la oscuridad de fuera, después el resplandor del alba. Nos detenemos aquí. ¿En el interior de un edificio? En el interior de un hombre: Charles Foster Kane.

Ese hombre no existe, lo sabemos: es un personaje de ficción. Tampoco existe el castillo al que nos hemos aproximado plano a plano: no es una maqueta, como lo era Manderley, sino una pintura sobre vidrio, como las que recrean los interiores del edificio, los teatros o las calles de Nueva York.

Chesley Bonestell, Mario Larrinaga y Fitch Fulton son los creadores de estos mundos sobre cristal que completan la ilusión de las maquetas y miniaturas, del atrezzo construido por Charles Sayers, de los decorados de Darrell Silvera y de Al Fields, de la magia puesta en escena bajo la dirección de Perry Ferguson. La magia de la fotografía de Gregg Toland, la magia de Orson Welles. Y de Kane.

Cada una de las escenas de la película fue discutida por Welles, Toland y Ferguson. Este último tomaba notas y realizaba apuntes, mientras hablaban. En base a estos, elaboraba bocetos y guiones gráficos (story boards) que, tras la aprobación de Welles, se convertían en maquetas en miniatura que Toland y Welles ponían a prueba mediante la observación a través las lentes de un instrumento óptico. Los bocetos más elaborados fueron realizados por un equipo encabezado por Charles Ohmann en el que figuraban dibujantes como Claude Gillingwater Jr., Albert Pike, Al Abbott y Maurice Zuberano.

Pequeño y grande, abigarramiento y vacío: son estos los términos opuestos que acuden a nuestra imaginación cuando contemplamos los decorados de Ciudadano Kane. La miniatura de la granja en la bola de cristal junto a la desmesura espacial de Xanadú; el cúmulo de objetos que se reúnen en un edificio que es como la cámara de maravillas de un coleccionista manierista, la disparidad de estilos que se dan cita en su arquitectura y decoración, la profusión ornamental, toda esa desmesura, todo ese exceso que se oponen a los grandes espacios vacíos, en el mismo castillo. Los recursos del terror.

La miniatura de la granja en la bola de cristal junto a la desmesura de #Xanadú. @Arteyprecine Clic para tuitear

Espejo, rompecabezas, laberinto… Así es el mundo de Kane, así es el hombre para el que fue creado. Como en el caso de los sueños arquitectónicos del eclecticismo decimonónico, todos los tiempos y todos los lugares se dan cita en Xanadú, la mansión del magnate. Xanadú, el mismo nombre del palacio que creció en el poema que Samuel Taylor Coleridge soñó, vencido por el opio, durante un día del verano de 1797; Xanadú, el palacio y la ciudad soñados por Kubla Khan. Viajamos de sueño en sueño.

Espejo, rompecabezas, laberinto. Así es el mundo de #Kane. @Arteyprecine Clic para tuitear

Todos los tiempos y lugares se dan cita en Xanadú. #CitizenKane, #escenografía @Arteyprecine Clic para tuitear

Podemos viajar desde los sueños egipcios y grecorromanos de las esculturas que, diseñadas por Perry Ferguson, adornan la escalera hasta las fuentes barrocas de esa misma escalera, inspirada en las realizadas por Filippo Juvara para el Palacio Madama de Turín y el Real de Madrid, o la de Luigi Vanvitelli para Caserta. Saltar desde la Alhambra de Granada y su incongruente asociación con el gótico, con el renacimiento español, con el neoclasicismo, con el arte victoriano, hasta la Giralda de Sevilla, el campanario de San Marcos o el Corredor Vasariano del Palazzo Pitti, en Florencia. Todo puede reunirse, superponerse, confundirse.

En esta mezcolanza predomina, sin duda, el gótico. Más allá de elementos arquitectónicos concretos —almenas, matacanes, vidrieras, rosetón, arcos ojivales—, la atmósfera general de las decoraciones está impregnada de goticismo.

La chimenea del gran salón de Xanadú nos ofrece un buen ejemplo de esta asociación de elementos de procedencias diversas, así como del desmedido tamaño de algunos elementos arquitectónicos. Lugar privilegiado para acoger decoraciones, en la chimenea de Kane se reúnen, sin embarazo alguno, capiteles románicos, una escultura gótica, motivos Tudor y adornos propios de la arquitectura barroca hispanoamericana.

Una de las fuentes iconográficas de esta chimenea, así como de muchos otros rasgos de Xanadú, se halla el castillo de San Simeón, conocido también como castillo Hearst por el nombre de su propietario: William Randolph Hearst. No puede sorprendernos.

Xanadú es una prisión. Todo el mundo de Kane lo es. Los techos pesan, parecen aplastar a los personajes, les oprimen. Las luces y las sombras dibujan los trazos de esta cárcel.

Xanadú es una prisión. Todo el mundo de #Kane lo es. @Artey precine Clic para tuitear

¿Es sueño o pesadilla lo que Ciudadano Kane nos ofrece a través del relato cinematográfico y de sus escenografías? Decidlo vosotros mientras Kane murmura Rosebud y la esfera de cristal cae de sus manos.

 

 

Sí, tu niñez: ya fábula de fuentes.

(Jorge Guillén, Los jardines)

 

 

Carmen Pinedo Herrero. Asombra, una vez más, su mirada