Llenar la coctelera de los mejores ingredientes no es siempre una garantía de éxito, saber mezclar los elementos para lograr una combinación que supere a sus componentes primigenios es también un arte. La fusión de géneros o subgéneros, o como queramos llamarlo, es una habilidad necesaria en estos tiempos de fórmulas repetidas hasta la saciedad, exentas de originalidad.
Hierro viejo es una novela que recupera el mejor wéstern crepuscular, con un personaje en la antesala de su último baile, convencido de la ironía de la vida, que le ha deparado un presente de enterrador profesional en un pequeño pueblo tras muchos años de hacerlo clandestinamente para hacer desaparecer los fiambres que fabricaba por encargo. Su nombre, Coveiro, es más que un nombre. Entre palada y palada de tierra, intenta alejar los fantasmas del pasado para centrarse en cuidar a su sobrino, un muchacho huérfano y autista.
Hierro viejo no sucede en el lejano oeste, sino que se desboca como un torrente negrocriminal en la actualidad de una pequeña población llamada Balanegra, lugar ficticio de la provincia de Guadalajara —que bien conoce su autor—: no confundir con la localidad almeriense de igual nombre.
La inundación se prepara con la acumulación de obstáculos, cada cual más grande y peligroso, en el cauce de los acontecimientos cotidianos y ordinarios de los últimos días de Coveiro. El entierro del hijo mayor de Rubí de Miguel —dueña de la industria local más importante— desencadena la tormenta. En torno al cadáver llueven los personajes peligrosos y desbocados, los policías corruptos, los profesionales mortíferos y la riada se lleva accidentalmente al inocente sobrino de Coveiro, Marco, un joven cuya principal inquietud es memorizar el nombre de todos los sepultados en el cementerio en el que vive con su tío.
Coveiro se desata, recuperando hábitos del pasado en busca de Marco. Una búsqueda sin tregua, intercalada de pequeñas referencias a esa vida que ya no quiere recordar, con capítulos tan cortos como intensos, la pausa escasea y la contundencia golpea con las palabras justas y bien afiladas. El humor negro y la violencia sin tregua se dan la mano en personajes tan variopintos como irrepetibles. Un elenco de criminales que nos describen una historia que arrastra a Coveiro en unas pocas horas por un vía crucis que no repite víctimas.
En Hierro viejo, de Marto Pariente, el humor negro y la violencia sin tregua se dan la mano en personajes tan variopintos como irrepetibles. #Reseña: @garcia_moritz. @edicionesiruela. Share on XDespués de su anterior incursión en el thriller, aunque no lo fuera de manera pura —bendita fusión de géneros— con Las horas crueles, Marto nos vuelve a maravillar con este «pulp» con aroma de wéstern, Hierro viejo, una delicia que se lee con la rabia de saber que tras cada página el final de la historia está más cerca, aunque estemos disfrutando cada párrafo con la esperanza de que no acabe.
Hierro viejo, una delicia que se lee con la rabia de saber que tras cada página el final de la historia está más cerca. #Reseña: @garcia_moritz. @edicionesiruela. Share on XMarto Pariente ha publicado cuatro novelas: Una bala para Riley, La cordura del idiota, Las horas crueles y esta última maravilla titulada Hierro viejo. Con su segunda novela, La cordura del idiota, ganó el Premio Novelpol 2020 y el Cartagena Negra de ese mismo año, convirtiéndose en una relevación en el panorama negro nacional para muchos de nosotros, logrando, además, su traducción al francés, nada más y nada menos que en la mítica Série Noire de Gallimard, siguiendo los pasos de grandes autores como Andreu Martín, María Antonia Oliver, Francisco González Ledesma y más recientemente Juan Bas o Dolores Redondo. Según pude escuchar en una reciente entrevista a Marto, Hierro viejo también será traducida al francés y no me extraña en absoluto, los franceses suelen tener muy buen gusto en eso de la «novela negra».
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