En su primer poemario, David Solera propone al lector, a quien se dirige abierta y explícitamente en la apertura y el cierre, una contemplación de su mundo y sus vivencias, en busca de cierta universalidad, a vista de pájaro. El vuelo de la abubilla, una colección de poemas, quiere transmitir diversas experiencias personales agrupadas en tres secciones perfectamente acotadas ya desde la sinopsis: «Una abubilla en la bahía» (acerca de la vida del poeta en Cádiz), «vuelo nocturno» (la más breve de las tres secciones) y «alzando el vuelo» (imbuida de anhelo de libertad y esperanza).
Y usa este pájaro como alter ego que le permite sobrevolar emociones y que busca transmitir una musicalidad diferente, inesperada y tal vez sorprendente en las tendencias poéticas actuales: la lectura de los poemas de Solera, de los trinos de esta ave, suena a copla, a romance, a redondilla y que, no pocas veces, aspira a formas de arte mayor que, nos aventuramos a decir, se harían enormes en la oralidad.
El vuelo de la abubilla, de David Solera, un poemario muy personal: los trinos de esta ave suenan a copla, a romance, a redondilla y, no pocas veces, aspira a formas de arte mayor. #Reseña: @rosaggv. Compartir en XEs muy apreciable esta búsqueda de rima y de estructuras clásicas, aparejada con los temas y alegorías audaces, como en el poema «Deja abierto tu balcón», que se vale de Peter Pan y de Wendy como imágenes, tal vez, del amado y de la amada.
Asimismo, es de notar la sólida formación cultural de este artista polifacético en la presencia de referencias a la escena, ya tópicas (sin llegar a agotarse por ello), como ocurre en «El gran escenario del mundo», que evoca no poco tiempo dedicado al teatro:
«y luego de vuelta a casa
cada cual lleva su canción,
pero la mente en las tablas».
No faltan tampoco las alusiones a obras de arte pictóricas, como «En tu sueño prendido», y a elementos de la cultura clásica, como ocurre en «Nueve reinas», dedicado a las musas; o en otros, dedicados a heroínas extremas como «Pasífae» o trágicas como «Medea».
Estamos ante un poemario muy personal, cuyas intenciones parece condensar el poema «Y el alma se hizo tinta»: «fueron cubriendo renglones / las pasiones amorosas, / los odios, las ilusiones, / con tus luces y mis sombras».
Hay lugar también para el nacimiento de los hijos y la honesta y sencilla sorpresa ante su pureza, como en «Mon petit prince»: «de verdad, me siento obtuso / cuando aprecio por completo / ese corazón desnudo / que deja al mío obsoleto / porque no existe ninguno / tan bonito ni tan pleno».
Por supuesto, también encuentra lugar en estas páginas el tema universal, el amor, encarnado en esa «musa» omnipresente desde el prólogo a poemas como «Amor en guerra», que en su brevedad se asoma a la síntesis expresiva, esencia de la poesía, y al uso de ciertas imágenes poderosas y sensuales:
«la madrugada te da
un semblante de guerrera
que las praderas cabalga».
Sin Comentarios