Comencé la lectura de Pústulas, el nuevo libro de cuentos del escritor Raúl Ariza, publicado por Talentura Editorial, con expectación y con prisa. Pero enseguida, la prisa cedió a la calma. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que es imposible no detenerse en lo que cuenta, lo que se oculta entre las palabras.
Después de tres novelas —Un viaje solo para hombres (Versátil, 2017), Antes. Entonces. Nunca (Talentura, 2019) y Por mi gran culpa (EDAF, 2020), ganadora del Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe 2020— y tras tres libros de relatos breves en los que el autor exploró el género de microficción con un gran éxito —Elefantiasis (Talentura, 2010), La suave piel de la anaconda (Talentura, 2012) y Glóbulos Versos (Talentura, 2014)— Raúl Ariza se interna en la media distancia, en el cuento.
Transitar por los relatos de Pústulas es entrar en el corazón del ser humano, en esas heridas, esas pústulas que dejan las relaciones personales, llamémosle desamor, violencia de género, ausencias paternas: todo eso que no se ve, que queda invisible a nuestros ojos pero que está ahí, por debajo, como una herida interna que supura.
Transitar por los relatos de Pústulas de @rauariza es entrar en el corazón del ser humano, en esas heridas, esas pústulas que dejan las relaciones personales. @Talenturalibros. #Reseña de Elena Casero Viana. Compartir en XTodo ese dolor que se narra, que visibiliza en los personajes no resulta abrumador o cruel porque Raúl Ariza sabe cómo, con una delicadeza extrema, matizar ese sentimiento sin dejar de denunciarlo. Hay, incluso, me atrevería a decir, cierta poesía en todos ellos.
El primer relato, «En el nombre del padre», es una historia sobre esa violencia familiar que solo se percibe desde dentro: «MI padre y Sarita han desaparecido camino del cobertizo, dejando sendas estelas; una de pecado y otra de asco y resignación». No hacen falta más palabras para describir el horror. Un padre que, con su postura de matón de taberna, le recuerda a Lee Marvin en El hombre que mató a Liberty Valance.
Otra de las características de la escritura de Raúl Ariza es la precisión con la que caracteriza a los personajes: «Su piel tostada, sus cabellos negros y brillantes, aquellos ojos intensos guardianes de cierto misterio y su cuerpo moldeado…». Un relato de desvalimiento amoroso, de sumisa felicidad, titulado «Aquellos zapatos» que, finalmente, resultaron dolorosos y estrechos.
O en este personaje del relato titulado «Cienfuegos»: «Enjuto, ligeramente contrahecho, de brazos asimétricos, con cráneo apepinado y boquituerto. Por lo demás, un individuo más o menos normal». Normal, excepto, por la necesidad de paladear el regusto de la venganza, en este relato de amor contrariado.
No puedo olvidar la habilidad para el punto poético, la sutileza: «Despuntaba el alba y ya, a esa hora, un intenso aroma similar al almizcla comenzaba a impregnarlo todo». Y conforme nos adentramos en la narración, esa finura va dando paso a una situación completamente distinta, a la posesión que se confunde con amor. Y hay que saber contener esa narración con precisión, como el francotirador sin escrúpulos, habituado a vivir de incógnito, protagonista de este cuento titulado «En la larga distancia», hasta que algo falla.
Las relaciones filiales son otro de los temas que siempre han preocupado a Raúl Ariza. Hijos y padres, madres e hijas. «Muescas, tajos y hendiduras. Un enfrentamiento de profundos y sinceros sentimientos encontrados que las distancia en esa irremediable comunión que supone la carne; de su madre hacia ella, el del arrepentimiento por haberla parida; desde ella hacia su madre, la perplejidad por parecerse tan poco. Puro canibalismo. Recíproco canibalismo». Esa clase de amor que ahoga. Esa «Poesía caníbal».
La versatilidad de su estilo es otro de los rasgos de su escritura. La utilización de la ironía para desenmascarar la manipulación conyugal: «Un día mi padre maltrató a mi madre de palabra. La llamó guapa. Después lo hizo de obra, dándole un beso y un pellizquito en la nalga derecha». En este grupo de historias que le ha dado por llamar «Necedades» ni hay necedades ni vacuidad.
Las referencias cinematográficas refuerzan la imagen de la narración. En «Las últimas lluvias» el protagonista recuerda constantemente los momentos pasados con ella, su novia de siempre, la única: «[…], estrujándome como hacen los amantes en las películas. Burt Lancaster y Deborah Kerr sobre la arena de la playa, recibiendo los embates de unas olas acusadoras». Y la añoranza de la lluvia, y unos pasos que se acercan, y lo seco y polvoriento que está fuera. Pasos que nos conducen a través de gratos recuerdos del protagonista al desenlace.
La mirada de Raúl Ariza en todos los relatos de Pústulas es la de esa persona que observa, analiza, anota y escribe. En ningún momento hay juicios de valor, ni críticas, ni moralejas. Así, a través de su mirada, nos convertimos también en observadores de la vida, vemos a los personajes a través de una mirilla, entramos en sus casas, en sus heridas, en esas pústulas que, de una manera u otra, todos llevamos en nuestra epidermis.
Hasta que llegamos a «La vida desde mi ventana», el magnífico relato que cierra un libro que no decae en calidad en ningún momento.
Este último cuento es como la sutura de las múltiples heridas que han recorrido las páginas de «Epidermis», la primera parte del libro. Creo que todos los amantes de la buena literatura querríamos tener una taberna que se llamara El Palíndromo donde pudiéramos discutir sobre «[…], la supuesta influencia en la literatura uzbeka contemporánea, de autores americanos de la talla de Faulkner o Dos Passos». O tener un perro lanudo llamado Whitman o un vecindario que se llene de música de chelo, o poder ver desde nuestra ventana, mientras escribimos la sonrisa de Maribel.
Para terminar: léanlo. Aquí hay literatura, incluso belleza, en el mundo de estos personajes atormentados.
Lean #Pústulas, de @rauariza. Aquí hay literatura, incluso belleza en el mundo de estos personajes atormentados. @Talenturalibros #Reseña de Elena Casero Viana. Compartir en XPústulas
Raúl Ariza
Talentura Editorial
Reseña de Pústulas por Elena Casero Viana
Sobre la autora de esta reseña, Elena Casero Viana
Nacida en Valencia en 1954, Elena Casero Viana ha publicado las novelas Tango sin memoria (Mira Editores, 1996 y reeditada en 2013 por Talentura Libros), Demasiado Tarde (Mira Editores, 2004), Tribulaciones de un sicario (Talentura Libros, 2009), Donde nunca pasa nada (Talentura Libros, 2014), Las óperas perdidas de Francesca Scotto (Talentura Libros, 2018), el libro de relatos Discordancias (Talentura Libros, 2011), el libro de microrrelatos Luna de perigeo (Enkuadres, 2016) y Las dos Adelaidas (Editorial Sargantana, 2023).
Ha colaborado en distintos libros colectivos de relatos publicados por Editores Policarbonados, Mira Editores y Generación Bibliocafé.
Elena ha cultivado con éxito el género del microrrelato: Grandes microrrelatos 2011 (Internacional Microcuentista), De antología – La logia del microrrelato (Talentura Libros, 2013), Despojos del ReC – Antología de relatos enviados al concurso Relatos en Cadena, La Microbiblioteca (relatos ganadores y finalistas, 2013, 2014 y 2016) Lectures d’Espagne, une anthologie Vivante (Auteurs espagnols du XXI Siècle), Certamen Relato Corto para Mesilla de noche (2012), Los pescadores de perlas. Los microrrelatos de Quimera (Edición de Ginés S.Cutillas, Montesinos-2019), Equilibristas – Nuevas voces del microrrelato español (Edición de Ginés S.Cutillas y la Escuela de Escritores, Ediciones Trea, 2023).
Algunos de sus microrrelatos han sido traducidos al francés y al italiano.
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