El gimnasio de los rotos no es el primer libro que escribe Vera Moreno (Madrid, 1972). La naranja entera (Amargord, 2016), doble poemario pergeñado al alimón con Nadine Ancher, al que acompañan 22 ilustraciones, y la inclusión de versos suyos en antologías como Erotizhadas (Unaria ediciones, 2014), ya habían dado noticia del nivel de esta poeta, que tiene a Virginia Woolf, Simone de Beauvoir y Alice Walker como autoras tutelares. Vera Moreno participa con regularidad en jam sessions poéticas y en el Centro Cultural Federico García Lorca de Rivas ha organizado, durante dos temporadas, los Lunes Literarios, reuniones donde se divulgaba el acto poético y a las que acudieron vates de la categoría de Inma Chacón o María García Zambrano. El poemario que hoy nos ocupa, El gimnasio de los rotos, ha merecido, según el jurado de su XVI edición –la correspondiente a 2019–, el Premio de Poesía César Simón convocado por la Universitat de Valencia.

Octava y última entrega de nuestro homenaje poético a #Madrid: El gimnasio de los rotos, de @veramoreno10, Premio de Poesía César Simón 2019. Un original poemario en temática y forma. #Reseña de #ManuLópezMarañón. Clic para tuitear

Nada mejor para dar punto final a este peculiar verano de versos que reseñar en nuestra revista un original poemario, por temática y forma. Que los poetas muestren desagrado por la cotidianeidad de la vida o vislumbren, en un negro-negrísimo, ese porvenir que nos aguarda a la vuelta de la esquina, sin ser algo fácil de hallar, no escasea como temática poetizable. Pero que alguien saque partido a su estancia en un centro de rehabilitación (su «gimnasio de los rotos») para desarrollar la parte central de un poemario resulta insólito porque está escribiendo poesía «de la experiencia» sin tamiz alguno: una poesía que procede del dolor más físico y que, además, llega retransmitida en riguroso directo desde un lugar donde no cabe la simulación y los versos manan sin refinar. Jorge Luis Borges avisó: «La poesía nace del dolor. La alegría es un fin en sí misma». Lo que quizá no alcanzó a entrever el maestro argentino es el lado purificador de versos tan verídicos como los de Vera Moreno, que su palabra poética incluyese baldear el dolor con resuelta eficiencia.

El gimnasio de los rotos, de @veramoreno10, es poesía «de la experiencia» que procede del dolor más físico y llega retransmitida en riguroso directo desde un lugar donde no cabe la simulación y los versos manan sin refinar. Clic para tuitear

Empiezo por este segmento del poemario, el que lleva como título «lo inesperado empieza en el gimnasio de los rotos». Son 16 composiciones a las que, con clarividente antelación, introduce bien la definición del extremeño Basilio Sánchez: «El poeta no es más que un alquimista que hace de su dolor un linimento para las torceduras del espíritu». 7 poemas se ocupan de otras tantas caras del dolor físico: así, la osada valentía que supone acudir a un centro de rehabilitación [10]; el esfuerzo para dar los primeros pasos con esas prótesis impuestas: «llegadas» [11]; la preocupación por el posible deterioro de los órganos sanos [12]; ese dolor que tira y «muerde» de los miembros amputados creando nostalgias inopinadas por la pieza perdida [13]; la impaciencia ante la no remisión del dolor [14]; el no hacer pie y conocer la rugosidad de la tierra, ese «polvo de oruga» [15] o el miedo a conseguir el alta sin haber logrado la recuperación, algo que genera un permanente mosqueo en el lesionado [16].

 

llegadas

Mi cuerpo en el desastre

como un pájaro blando.

NANCY MOREJÓN

 

a la izquierda en el segundo pasillo

bienvenida al gimnasio de los rotos

aquí nos faltan brazos, pies, piernas

lo que falta ya no duele,

se echa de menos y nos ponen una prótesis

para transformar la nostalgia

 

si estás coja estira la espalda y sonríe

en el gimnasio de los rotos

nos esforzamos por dar los primeros pasos,

relaja los hombros y sonríe

ve a cambiarte, aquí te esperamos

 

Tras este censo del dolor Vera Moreno busca suavizarlo. El poeta tudelano Ezequiel Endériz Olaverri advirtió: «La poesía desencadena y hace libres los espíritus, consuela los dolores y eleva el alma; puede, en fin, más que el bárbaro verdugo y la más dura pasión». Y esto mismo persigue aquí la madrileña de esa inspiración poética que —quizá de forma no prevista— le brinda su peculiar gimnasio: mitigar su dolor extrayendo arte poético a partir de ensoñaciones propias, pero también de las que le aportan sus lesionados compañeros. Están quienes se consuelan con masoquistas recuerdos de su amputada pieza [17] y quienes se piensan esenciales en su trabajo tras esta transitoria estancia [18]; o los que sueñan con un gimnasio de verdad, sin muletas, y en lo que harían con sus piezas recobradas [19]; tenemos también a los que agradecen las condiciones del gimnasio (buen olor y temperatura, agua fresca gratis) [20]; a aquellos que descubren actividades sin necesidad de muletas, como el leer [21]; o esos otros que, en tantas horas pasadas frente a espejos de cuadrícula, evalúan identidades que no son ajenas al paso del tiempo [22]; asimismo desfilan quienes aprenden a dosificar los pasos, o a saber sostener el cuerpo y vencer la inercia: «baby steps» [23]; los que planifican al detalle un vuelo a la luna para el que no existan barreras terrestres [24], y, por último –no podían faltar– esos consumidos que anhelan un cierre del gimnasio de los rotos para no volver más… En el aire queda la duda de si, en realidad, no prefieran permanecer en él hasta salir curados [25].

 

baby steps

ningún paso está perdido

LIDIA RODRÍGUEZ CORREA

desde el vientre mordido te hablo

que pedalear la vida

no siempre requiere el mismo esfuerzo

 

que los pasos de iguana pueden ser grandes pasos

que los pasos entre nubes tardan en llegar

primero hay que recordar al músculo

cómo sostener el cuerpo

el mal movimiento puede ser un gran avance

 

pese a la inercia estática

hay que levantarse, donde hay movimiento

hay vida

 

A modo de introducción a tanta crudeza, Vera Moreno, en su primera parte de El gimnasio de los rotos, «nómadas sin retorno», presenta 9 poemas que reflejan el profundo malestar que supone afrontar la vida cotidiana. Que tales desazones puedan encontrarse detrás de esa lesión de bíceps femoral que supuso a Vera Moreno ingresar en un centro de rehabilitación resulta una sugestiva hipótesis que, a modo de subtexto psicosomático, regalan estas composiciones. La vida sacrificada y sin salidas azota a una profesora española en Zurich [1]; una caída dolorosa es entendida como primer paso hacia no se sabe muy bien qué [2]; las penosas peripecias de un piloto de aviación para mantener su puesto de trabajo: «visto, oído, vivido» [5], y la existencia como una guerra no declarada pero que, igual, deja muertos por recoger [6] son lecciones de vida propuestas para ilustrar poco favorablemente estos tiempos que corren. Afortunadamente Vera Moreno no deja a sus lectores con tan mal sabor de boca y propone maneras de combatir tanto fastidio e incomodidad: así, a través de esa luz que sólo ofrece la inteligencia vemos aquello que otros ni vislumbran [3]; los recuerdos infantiles de aquellos veranos eternos también confortan (aunque acaben borrándose como nombres escritos a navaja en un cerezo) [4]; el antídoto contra la maldita postmodernidad lo encontramos en este eficaz bucle: leer, releer, escribir, vivir y revivir [7]; tratar bien a quienes viven al margen de la sociedad es una inversión de futuro [8], y, frente a tantas ganas de marcar diferencias, comer jamón del bueno acaba siendo un indudable factor de cohesión [9].

 

visto, oído, vivido

A Blanca, my soul sister,

comandante de vuelo de la TAP

me dicen que:

los pilotos de Ryanair viven en

autocaravanas

 

volar con su tupper no es un sueño

es guiarse por un calendario

absurdo

para llegar a ninguna parte

sin hambre

 

también me cuentan que:

tienen que pagarse el uniforme

 

desde mi ventana doy fe

de que sus aerofrenos son

ensordecedores

ser comandante de vuelo,

volar ahora es otra cosa

 

La última parte de este poemario lleva como título «el porvenir nómada» y en ella Vera Moreno se ocupa del inmediato futuro (El gimnasio de los rotos, perjudicado por la suspensión de presentaciones y el cierre de librerías que le ha tocado en suerte, fue escrito antes de la covid 19), un futuro ya acuciado por aquel presente del que la poeta levantaba testimonio sin demasiada clemencia aunque insistiendo en dejar remedios de aplicación yo diría que inmediata. Una apocalíptica visión de aquel Madrid post 15M que recuerda a Nueva Delhi: [26]; cómo para el nómada del cemento de la urbe ya no brotan raíles y debe quedarse varado en aquella ciudad con wifi [27]; el calentamiento global [28]; árboles calcinados por los incendios y cadáveres bajo tierra como sangrantes conjuros contra la desmemoria [29]… Ante este panorama, ¿qué hacer? Pues saltar, saltar sin parar y sin miedo para no dejar de ser rebelde [30]; confiar en nuestros seres queridos como la cría del ave, antes de levantar el vuelo, lo hace en su madre [31], y, sobre todo ser irreverente, burlarse de todo por sagrado que pueda parecer [32]. Estas propuestas deberían ser tenidas muy en cuenta para la «nueva» normalidad que ya está aquí…

 

[26]

Te llaman porvenir

porque no vienes nunca

ÁNGEL GONZÁLEZ

 

por delante el porvenir de González

por delante, mi Ángel

esta mañana tan esperada

 

no la imaginábamos tan podrida

la veo a través del cristal de Apple en Sol

en nuestra puerta el cielo

 

ese porvenir siglo veintiuno

con coros del fútbol fuera del fútbol

escuchados por auriculares oreja

a la salida del metro ojo pantalla del Callao

pagando con nuestra huella en el wallet

una vida wifi, atada pero sin cable

 

desde ese nombrado por venir

he visto cómo Madrid ya es Nueva Delhi

parece que nos barrieron bien a los 15M

 

parece que

NO nos hubiéramos dado cuenta, mi Ángel

 

Escribió Fernando Pessoa: «El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente». Es una gran frase que encuentra excepción en la poesía de Vera Moreno: en ella no hay fingimiento; todo lo contrario, de su transparente dolor, que nadie es incapaz de no percibir, nace el arte. Pero no un arte que busque esconderse o disimular sino uno que sabe darse a manos llenas. Más oportuno para cerrar la reseña de este poderosísimo poemario que es El gimnasio de los rotos, y, de paso, para despedir este ciclo poético, nos ha parecido recurrir a Anaïs Nin:

La poesía es tan sublime que hace bello incluso el dolor.

 

En la poesía de @veramoreno10 no hay fingimiento; todo lo contrario, de su transparente dolor, que nadie es incapaz de no percibir, nace el arte. El gimansio de los rotos. #RecomiendoLeer #Reseña: #ManuLópezMarañón. Clic para tuitear

 

 

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El gimnasio de los rotos, de Vera Moreno. Poesía madrileña (y XVII)

 

 

El gimnasio de los rotos

Vera Moreno

Editorial Denes

 

 

 

 

 

 

 

Reseña de Manu López Marañón

Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre

 

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