La lumbre del barquero de Jorge Pérez Cebrián (Requena, Valencia, 1996) es su segundo poemario. Con él estuvo nominado al Premio de la Crítica de la Comunidad Valenciana en 2021. En ese mismo año la obra De cuánta noche cabe en un espejo (Pre-Textos, 2022) ha ganado el Premio Arcipreste de Hita. Antes publicó La voz sobre las aguas (Valparaíso, 2019). Estudiante de Filosofía en la UNED, Jorge Pérez Cebrián coordina los eventos poéticos «Las noches de Eleusis» en Madrid. Conferenciante sobre la historia de la poesía universal, participa también en antologías como Para decir amor sencillamente (Diputación Provincial de Granada, 2021) y publica poemas en las revistas Veintiún Versos y Estación Poesía.

Con poco más de veinte años se asoma Jorge Pérez Cebrián, para presentarse al mundo como escritor, al peligroso precipicio que, como género, es la poesía… El poeta inglés William Wordsworth avisó: «En nuestra juventud, nosotros los poetas, empezamos con alegría, pero después, terminamos en el desaliento y la locura». Como lectores temíamos encontrar en La lumbre del barquero una —más o menos conseguida— colección de exagerados fervores, truculencias, espesos silencios, pero, sobre todo, de desesperadas experiencias del yo; temíamos, en fin, hallar en estos versos los inevitables abusos a los que conduce la insensatez de esos años de inmadurez (vital y creativa).

De mayúscula cabe concebir la sorpresa al dar en La lumbre del barquero con una poética que, rindiendo homenaje al pasado, sabe traer la tradición hasta el presente incluyendo, además, a la filosofía. Estamos ante una Poesía en mayúscula que abarca el arte supremo del pensamiento como pensamiento vivido: desdeñando la abstracción y sustentándose en la materialización de sus experiencias, Jorge Pérez Cebrián —desde su insultante juventud— proporciona respuestas que ni la ontología es capaz de dar.

Una Poesía en mayúscula que abarca el arte supremo del pensamiento como pensamiento vivido. #Reseña: La lumbre del barquero, de Jorge Pérez Cebrián. @Olelibros. J.M. López Marañón. Clic para tuitear

Dijo Carlos Pujol: «La poesía es la expresión esencial de las cosas. El que se la toma como una forma adornada de escribir va listo». Y si algo caracteriza a las extensas estrofas de La lumbre del barquero es, precisamente, que el misterio poético que encierran es un misterio esencial, solidario con el hombre, ajeno a ese otro misterio de superficie para cuyo acceso suele ser suficiente tener un mínimo de sensibilidad.

De naturaleza esencialmente intuitiva, hay que recordar cómo el poema es siempre, a la vez, un acto de reflexión moral; sumando los personales empeños plasmados en este poemario Jorge Pérez Cebrián arriba a un arte que, pudiendo quedarse dentro de los márgenes del «yo esencial», abarca —siempre a través de los otros— al núcleo de su mundo interior. Así ese «yo» sortea cualquier riesgo de estéril narcisismo; optando por diluirse en los demás logra la cumbre soñada por cualquier vate: construir un mundo, convertirse en arquitecto, en un original intérprete de su tiempo, de sus días, de su época.

Dividido en cuatro partes («Máscaras», «Escenas de niños», «No lugar» y «Epílogo para un después»), para esta reseña hemos preferido agrupar las treinta y cuatro composiciones de La lumbre del barquero por temas.

1. ANHELOS Y ADMONICIONES

El grupo más numeroso del poemario, compuesto por diez poemas, acaba configurando un exigente —y a la vez realizable— programa de vida:

La mirada libre permite el paso de la luz a las rosas y canciones [7]; vivir con lo escaso hace leve la falta de esperanza [10]; la seguridad en uno mismo conquista cimas [11]; la lluvia como anhelo de esperanzas [15]; las ansias de belleza chocan con la realidad [18]; la nostalgia por lugares donde nunca se estuvo [19]; el regodeo en la venganza se equipara moralmente a la traición sufrida [22]; cosechar alegrías y pesares solo alimenta el sarcófago de la avaricia [23]; la palabra transforma el dolor de la vida [33]; y los grandes hombres saben vencer entremezclados con la gente [34].

[10] ET TOUT LE RESTE…

Y nada más.
Tan pocas cosas para alzar la vida.
Tan poco basta…
Y bienaventurados son los que tienen hambre,
los que cumplen su cuerpo,
	los lirios y las aves que no sueñan,
la sed que yergue el árbol y las garras.
Basta
acaso demasiado poco
para estar vivos;
	para existir
con esa levedad con la que empujan,
noche tras noche, las estrellas
	su insomne regresar
				sin esperanza.

2. AMOR

Los dos extremos del amor —apogeo y ocaso— quedan mostrados en ocho poemas:

El ideario del amor perdurable, lleno de carne e intemporalidad [2], las frases proferidas por la amada dinamitando la obsoleta gramática del ayer [9], el amor inocente y eterno cuando transmite dulzura y felicidad [17], y la fervorosa exaltación del poeta hacia su amada [32].

[9] EL TRIUNFO DEL LENGUAJE

Coge mi mano, amor,
con el valor que da saber que es tarde.
Ya se acercan.
¿No lo sientes,
cómo se nos desangra en tiempo el mundo,
en lúcidas teselas, la 
sintaxis soñolienta de tus pasos?
Ya vienen:
empezará esta calle en un entonces
y esta secreta novedad del mundo
será un rumor de ecos ya de nadie.
Dame tu mano, amor,
quizá sea tu mano quien nos libre
de toda esa gramática de ayeres:
las frases sin nostalgia que seremos,
los verbos que se mezclan a la carne. 

El pesar y la nostalgia por un amor que ya no existe [1], la plenitud amorosa llevada al despertar de la realidad [3], la desolación creada por el pasado amoroso [29], y la soledad y el abandono tras la partida de la amada [30]

[3] DESPUÉS

[…]

	Y vino el mundo
con sus jinetes blancos
sobre la hierba negra,
volvieron, como el rayo al cielo,
las ciudades;
con el íntimo ardor de las saetas,
las palabras.

[…]
[30] LA MANZANA DORADA

[…]

Miras el techo
y recuerdas el bosque estremecido,
la incierta levedad de las pisadas.

Las recuerdas cerrando sobre tu mano el mundo,
el hierro y los ponentes de los cetros,
los bronces de las lindes de las tierras.

[…]

3. MITOLOGÍA

Orfeo al desobedecer la Ley y girar su cuello le roba a la muerte un segundo de amor [8]; Acteón, transformado en ciervo por ver desnuda a Diana, refiere sus bestiales sensaciones [12]; la narración mítica que da respuesta al origen del mundo —la Cosmogonía— se funda en la cópula carnal de dos amantes a orillas del río Olmeo [14]; un Ángel agnóstico avisa de la inanidad de la vida celeste [16]; Al llegar a Ítaca Ulises comprende que el viaje supera en valor al destino [25]; Pigmalión asume, por fin, la inmutable belleza de la obra terminada [26]; y la mirada bifronte de Jano sirve al poeta para desvelar los dones (pasados y futuros) que animan la vida [27].

[8] LOS OJOS DE ORFEO

Pero quizá esa fuera su estrategia,
ese hacer del momento instante eterno.
Volver el rostro,
vencer la Ley
y robarle al amor la muerte en un segundo.
Echar el cuerpo al suelo,
abrir los ojos
y Ver
	el trémulo fragor de la victoria:
	el súbito vencer del paraíso.

4. MUERTE

La arena del Tiempo Eterno es el destino de los cuerpos abatidos [6], la edad de un bebé como página inicial del Olvido que le espera [13],  sobre la destrucción y la nada la Luz interroga en vano al desierto [20], y desde la plena juventud el poeta presiente su extinción [24].

[6] VALQUIRIAS DE MADERA

[…]

Porque el camino es vasto como
los desiertos,
y los desiertos,
he oído,
aún mantienen
	la trágica ternura de la arena.

[20] PERO NO EL SILENCIO

[…]

Cualquier fragor que habite en el espacio
que ahogue cuanto inquieren los latidos.
Pero no hay nada.
Tan solo luz callada interrogando
la llanura.

[…]

5. MUNDO ACTUAL

El mundo como vana representación escénica [4], un victorioso desfile fiel reflejo de la Nada [5], el mundo como noche solitaria y sin esperanza de luz [21], la Tierra dejando siempre margen para la ilusión [28], y la llegada a la Ciudad Nueva como fértil caudal de nuevas esperanzas [31].

[21] CORREDORES

Podría acostumbrar mis ojos a la sombra,
atravesar los negros corredores
y hacer de los naufragios un destino.
Podría recorrer la noche cada día,
acariciando en las paredes
la desnudez de un mundo claudicado.
Podría acostumbrarme
a, irremediablemente, estar perdido…
Pero a veces,
cuando la oscuridad nos es más nuestra,
tropieza sobre el suelo una luz viva
debajo de una puerta que nos nombra.
De nuevo la promesa y
	la mano sobre el hierro.
Como un ciego perdón que vulnerase
la acogedora,
y fiel fatalidad
		de la condena.

Como muy bien explica en su prólogo para La lumbre del barquero José Iniesta —otro imprescindible poeta levantino—, «estos poemas tienen un hondo aliento original, son a un tiempo fractura y construcción, alcanzan lo bello y lo siniestro con una plenitud cansada, sentimos gratitud por el pan reciente que nos dan». Es un honor para MoonMagazine haber descubierto, por la recomendación de una culta amiga de Requena, a un autor a quien aun quedándole mucho por decir es ya una de las voces líricas más consolidadas y auténticas de nuestro país.

La lumbre del barquero

Jorge Pérez Cebrián

Olé Libros, 2021

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Reseña de Manu López Marañón

Portada de la reseña: Jone P. Cárdenas

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