Hugo Pérez de la Pica mantuvo desde su infancia una amistad estrechísima con Chelo Vivares, a quien conoció en Prado del Rey vestida de Espinete. A su vez, el niño congenió con Criste Miñana, madre de Chelo y moderna cómica de la legua, quien le produjo una honda huella, y narró y narró y narró centenares de anécdotas sobre el teatro, que Hugo, embebecido, habría de recordar muchos años después… Criste también actuó para Hugo, de manera que lo dotó con un pequeño repertorio de piezas cómicas absolutamente demodé que hoy en día son un tesoro. Criste, me consta, era todo un personaje.

Esa influencia de la cómica sobre el chiquillo sería determinante en la evolución del mozo, de manera que Hugo Pérez de la Pica es hoy uno de los creadores más peculiares del panorama teatral madrileño.

Algunas de estas cosas las sé de buena tinta, otras las sospecho y otras son parte de la leyenda. La parte que recuerdo tiene su origen hace más de veinte años, cuando Hugo Pérez de la Pica y un servidor compartimos los primeros cursos de filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid. Sospecho que por aquel entonces (no sé si después cambió) Hugo no atendía mucho en las clases de historia de la lengua, literatura medieval, lingüística románica… (tampoco yo era una fiera).

Teníamos veintipocos (el que los tenía) y Hugo (siempre me dio esa impresión) estaba en la universidad como pollo en corral ajeno. Por aquel entonces Hugo nos contaba parte de aquellas historias. Era asombrosa su peculiar relación con Espinete. Pero, además, ibas a su casa y te vestía de majo, de castizo, de goyesca, de lo que fuera menester. Así, una vez (o más de una) procesionamos quince o veinte estudiantes en las fiestas de san Isidro. Hubo puristas que trataron de sacarnos de la fila porque no íbamos correctamente vestidos para la ocasión… «¿Qué sabrán ellos?», nos preguntaba Hugo. Y nosotros nos dejábamos llevar por la juerga. O aquella vez en la plaza de las Vistillas, cuando Olga Ramos lo subió al escenario entre miles de asistentes y Hugo, un tío que parecía un moderno en un Madrid que no estaba para muchos folclorismos, se arrodilló emocionado (un exceso, Hugo) y besó una y otra vez la mano de Olga Ramos. Ya no recuerdo si cantaron juntos o quedó ahí la cosa. Pero se gustaron.

Ese espíritu de libertad es el que Hugo Pérez de la Pica ha sabido plasmar en sus espléndidos espectáculos teatrales absolutamente a contracorriente. Si han visto Alarde de tonadilla saben de qué estoy hablando. Si no, aún tienen la oportunidad de verla, los domingos a las 19h., en el Teatro Tribueñe, en Madrid, hasta el 6 de enero de 2019.

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica. Foto: Laura Torrado

El nuevo espectáculo de Hugo, Las teodoras, es más Hugo que nunca. Son esas historias sobre el teatro y la vida que el niño Hugo aprendió de boca de Criste Miñana. Cuando Hugo le pedía a Criste más historias ya se estaba labrando un porvenir. Ya nos lo estaba labrando a nosotros. Luego la Vivares le pidió a Hugo que le escribiera algo. Y Hugo le devolvió lo que él había recibido de su madre: aquellas historias que son la memoria de una profesión que las pasaba canutas. Y la hija ahora interpreta a su madre en este monólogo peculiarísimo.

El resultado es que Chelo Vivares está que se sale.

Se sale. Y esto, sin duda, va a ser suficiente para abarrotar todos los días de representación la cuca sala del Teatro Tribueñe y que se vengan abajo sus paredes, pues el boca-oreja, como todo lo que tiene que ver con Tribueñe, ya está haciendo su trabajo.

El espectáculo es de una emoción incontenible. Recorre el mundo de las actrices desde finales del siglo XIX hasta anteayer. Teodora Lamadrid (Zaragoza 1820 – Madrid 1896) fue una actriz romántica, de las de la época de la declamación, antecedente de María Guerrero. Ella, Teodora, da nombre al espectáculo de Hugo. Y sus discípulas, directas y lejanas, pueblan Las teodoras.

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica. Foto: Laura Torrado

Hugo, en efecto, se ha propuesto hacer un homenaje, porque es muy de homenajes. Pero Las teodoras es mucho más que un tributo. Tiene valor exento. Contiene historias de cómicos de la legua, de viajes a ninguna parte, está trufada de anécdotas sabrosísimas. Hay ironía, humor negro, reivindicación de la dignidad de la gente del teatro. Y hay también poesía para dar y tomar. Hay un recorrido que abarca más de un siglo y que expone con humor distintas maneras y modas de hacer teatro. Desde la declamación engolada hasta las técnicas del método o las novísimas tendencias que parecen emparentadas con el mindfulness, pasando por el destape, hasta acabar en un casting guarro.

Chelo Vivares se transforma una y otra vez en los personajes que un día interpretó su madre. Son épicas sus creaciones de la cubana zumbona que asfixia al señorito con cacao, la pija que contrata a una chica bien para el servicio, la actriz que recibió un papelito en una comedia de Jacinto Benavente y le pide que le diga a Valle-Inclán que deje de escribir esas obras tan tristes…, una trotaconventos, la Toribia, más celestina que Celestina… Aquí comparece hasta Pedro Muñoz Seca el día de su fusilamiento. También el frío de la pensión (donde una bombilla pelada en el techo es la única calefacción) crece como un personaje más. O el aire en Cuenca, que se muerde a sí mismo.

Pero digo que parte de todo esto es legendario puesto que todo ello es el juego de la memoria de una actriz en el cuarto de una pensión, junto a un catre y un espejo. Y en ocasiones resulta indistinguible la imaginación de la realidad, el recuerdo del ensueño. Tal vez la clave absoluta se perdió para siempre tras la muerte, hace tan solo cuatro años, de Criste Miñana, con más de noventaiséis primaveras.

El mantenimiento de esa memoria es la tarea que se impuso Hugo Pérez de la Pica y que ahora nos regala con Las teodoras.

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica

Chelo Vivares en Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica. Foto: Laura Torrado

De momento, Las Teodoras estará hasta el 5 de enero de 2019 en el Teatro Tribueñe, en Madrid, los viernes y sábados a las 20h.

Chelo Vivares ESTÁ QUE SE SALE en la MAGNÍFICA Las teodoras, de Hugo Pérez de la Pica, en @TeatroTribuene. No se la pierdan por nada. Reseña @avazqvaz Clic para tuitear

Las Teodoras

Autor y director: Hugo Pérez de la Pica

Intérprete: Chelo Vivares

Escenografía y vestuario: Hugo Pérez de la Pica

Iluminación: Miguel Pérez-Muñoz y Hugo Pérez de la Pica

Diseño gráfico: Paula Sánchez

Producción: Teatro Tribueñe

Reseña de Alfonso Vázquez