De cómo me picó el gusano de la literatura

Empezaré por presentarme.

Hola, mi nombre es Pedro Fabelo y soy escritor. Nací hace muchos muchos años en una bonita ciudad bañada por el Océano Atlántico. Eso la convierte en una ciudad muy aseada; de las más aseadas que conozco, de hecho. Siempre huele a limpia, y no como otras ciudades que, por falta de higiene, despiden un fuerte olor a axilas.

Mi ciudad –bueno, en realidad no es mía; todavía me faltan unas cuantas letras para terminar de pagar la hipoteca, por lo que aún es del banco; como casi todas las ciudades españolas, me temo–.

Como les iba diciendo, mi ciudad, la ciudad donde nací hace muchos muchos años, es Las Palmas de Gran Canaria (España).

Una vez nacido, comencé a crecer. Hasta aquí todo normal. Y crecí crecí crecí, hasta convertirme en un adolescente. Y un día, siendo adolescente, me picó el gusano de la lectura.

El gusano de la lectura es un gusano muy feo y muy gordo, y lleva gafas. Casi nunca sale de casa y apenas socializa con otros gusanos. Odia salir. En vez de eso prefiere quedarse en casa devorando libros y más libros sin parar. Hay quien no duda en compararlo con un ratón de biblioteca, pero no tienen nada que ver. El gusano de la lectura es mucho más selectivo en sus lecturas que el ratón de biblioteca; no se contenta con leer cualquier cosa. Por ejemplo, se jacta de no haber leído nunca, jamás, el Ulises de James Joyce. Intentó leerlo varias veces, pero lo tuvo que dejar a la cuarta página. No entendía nada. Y aún sigue sin entenderlo, la verdad sea dicha.

Pero, ¿a quién le importa eso? A mí no, desde luego.

Nos habíamos quedado en el joven adolescente picado por el gusano de la lectura.

Pues eso, a partir de la picadura de aquel gusano tan feo y tan gordo –y con gafas, no lo olvidemos–, empecé a leer un montón de libros.

He de decir que la picadura del gusano de la lectura es muy poderosa, y una vez que te inyecta su letal veneno resulta muy difícil sustraerse a sus efectos. Lo de “letal” viene porque el citado veneno aniquila sin piedad el virus de la ignorancia, tan común en nuestros días.

Supongo que de tanto leer solo era cuestión de tiempo el que algún día me acabase picando el gusano de la escritura, que es un gusano igual de gordo y de feo que el de la lectura, solo que, al ser un gusano de seda, por su organismo corre tinta china.

Una vez me hubo picado el gusano de la escritura ya nunca dejé de escribir.

Al principio escribía pequeñas ideas o frases sueltas que anotaba en cualquier trozo de papel, o en blocs y libretas de mi época de estudiante. Con el tiempo esas ideas fueron creciendo, hasta llegar a convertirse en pequeñas historias repletas de personajes y situaciones de lo más extravagantes, fiel reflejo de mi pasión por el absurdo.

Un día, a mediados de 2012, conocí a un joven realizador que ya llevaba un par de documentales a sus espaldas. Eso le obligaba a llevar mochila con carácter permanente, pues aquellos documentales pesaban lo suyo.

Resulta que yo era amigo de su tío y él era sobrino de mi amigo. Luego, él y yo nos hicimos amigos y su tío pasó a ser mi primo y él pasó a ser su padre.

Lo cierto es que aquel joven realizador y yo congeniamos al instante, y, al saber de mi vena literaria –que es una vena muy gorda que me sale en mitad de la frente–, me pidió leer algunas de mis cosas. Así que le entregué un manuscrito con una pequeña selección de cuentos cortos y relatos escritos con mi personal estilo narrativo, es decir, claramente orientado hacia el humor absurdo, la parodia y la sátira. Su reacción al leer aquellos relatos fue de sorpresa.

A raíz de aquella lectura este joven realizador me sugirió que le escribiese un guión para un cortometraje, ya que precisamente por aquel entonces andaba buscando ideas sobre las que rodar su siguiente trabajo: un cortometraje de ficción. Y así fue como escribí mi primer guión cinematográfico.

A ese primer guión le siguieron otros; si bien lo hacían de forma disimulada, como hacen los detectives privados, es decir, aprovechando las esquinas o los portales de los edificios para ocultarse y evitar ser descubiertos por el primer guión.

Un día, consciente de mi frustración por no haber podido publicar aún ninguna de mis obras, aquel joven realizador me dijo:

–Oye tío, eres escritor. Llevas escribiendo cosas desde hace muchísimos años. Y, a pesar de haberlo intentado un montón de veces, aún no has conseguido publicar nada. El problema es que nadie te conoce. Necesitas promocionarte. Darte a conocer. Dar a conocer tus escritos. ¿Por qué no creas un blog en Internet?

Así fue como, tras dos años dándole vueltas a la idea –de hecho, todos los fines de semana subía aquella misma idea en mi coche y me la llevaba por ahí a dar largos paseos por la isla–, finalmente opté por crear mi propio blog en Internet, al que decidí llamar ABSURDAMENTE.

El nacimiento tuvo lugar el 4 de mayo de 2014. El blog pesó 2 Gb al nacer y midió 21 centímetros de ancho por 29,7 centímetros de largo, es decir, lo que viene siendo un DIN A4 de toda la vida. Es Tauro, como yo, lo que hace que nos entendamos bastante bien.

Desde el día de su nacimiento he ido publicando en él pequeñas piezas con carácter semanal, lo que me ha permitido conseguir algo que hasta entonces no había conseguido: lectores.

A punto de cumplirse un año de su nacimiento, el balance no puede ser más positivo. En realidad sí que puede ser más positivo, pero no nos vamos a poner estupendos a estas alturas.

A lo que iba. Gracias al blog, en este primer año he conseguido hacerme un hueco en este vasto mundo de la blogosfera, estoy a punto de publicar mi primer libro de relatos, y, hace apenas unas semanas, recibí por parte de Txaro Cárdenas –a la sazón directora de MoonMagazine–, “una oferta que no pude rechazar”, al más puro estilo Corleone.

Y aquí estoy, dispuesto a embarcarme en esta apasionante aventura. Veamos hacia dónde nos lleva.

Finalizaré mi presentación echando mano de una de las frases con las que arrancaba mi aventura bloguera hace casi un año: «Espero no verme solo en esto. Un escritor sin lectores es como un músico que solo practica en casa, sin que nadie escuche sus composiciones».

Saludos cordiales.

Benditos los gusanos de la lectura y la escritura, sin ellos, ¿qué haríamos? @PedroFabelo @rpyaque Clic para tuitear

Texto de Pedro Fabelo.

Montaje de Rosa Prat Yaque.