Con Códice de voces María Aveiga del Pino regresa a MoonMagazine. Esta gran poeta ecuatoriana, antropóloga, viajera y empresaria inmobiliaria en su tiempo libre, ha publicado: Bajo qué carne nos madura (1990); Oc (1993); Puerto Cayo (2000); Cuentos populares y mitos indígenas del Ecuador (2003); La Pasión de Jesús. Alangasí (Premio Ministerio de Cultura del Ecuador, 2012); Poemas y Deseo y tierra (ambos en 2013). Su Antología personal (2019), editada en formato bilingüe español/inglés, es un texto recopilatorio del que nos ocupamos en la V edición de estos Poemarios para un verano sin crímenes.

La sombra del gobernante y conquistador mixteca Ocho Venado —Garra de Jaguar—, cuya vida y dinastía fueron glosados por escribas de su época, planea sobre El cerro oscuro, primera parte de Códice de voces que da al poemario gran parte de su magnética e insólita personalidad.

La conquista española hace desaparecer, por ofender al Dios católico, aquellos escritos en forma de códice. En ellos, junto a innegables crueldades (como eran la extracción de corazones para ofrenda de los dioses), se contaba cómo Ocho Venado conoció el mundo, llegando al núcleo de la Tierra cruzando ríos y mares, hasta conquistar la Casa Turquesa del Sol. La muerte y cómo su corazón fue ofrendado a los dioses (por sus no menos feroces contendientes) ponían el punto final a la biografía. Algunos de esos códices pudieron cruzar el Atlántico y ahora su contenido anida en quienes, en sus osadas vidas, desafían fronteras. Así, en la piel de María Aveiga del Pino resuenan aquellas voces —y ella las transcribe para nosotros en diez memorables composiciones.

«Yo Venado y Plumas de Jade» se centra en la atroz muerte del gobernante (presagiada por su madre —Plumas de Jade—) y cómo en sus miembros, desmembrados por sus enemigos, encuentra la poeta el favorecedor rastro del viaje. En «La bestia» una viajera y solitaria mujer va en un vagón de tren con un dibujo de su hija a modo de protector talismán. «Braille» refiere cómo los nombres y rostros de la tortura están injertados, como un ramillete de espinas, en el de la poeta. En «Recolección» ella deja atrás la inhóspita urbe vivificándose en un viaje cuyas nuevas ciudades recorridas enfrenta, como un espejo, con su cuerpo. «Fleshing» se centra en la muerte de Plumas de Jade, desollada, y cuya piel encarna ahora la poeta (en su propia mano se despliegan tempestades de luna negra). «Rifles» resume la historia del universo en clave de permanente caza entre ávidos cazadores y presas felices en su ignorancia. «Flores de diésel» da la apocalíptica visión de dos amantes asfixiados por la explotadora tierra de la que huyen. «Cruz rosada» retrata el horror de Juárez, donde el cotidiano asesinato de mujeres tiene su origen en el tráfico de órganos. En «Niña» se denuncia la venta de una niña. Y «Virgen» ofrece el cínico retrato de una joven en Times Square, destinada a un sórdido futuro al que no son ajenas las habitaciones prostibularias.

Fleshing

Te desollaron Plumas de Jade
y alguien se vistió con tu piel

					fleshing

Soy tú. Soy de ti.
Encarnaré a un pájaro
Seré tu boca para los astros. Afirma
mientras se mira en el espejo
y acaricia la piel usurpada

				es una casa con el sexo muerto

Qué ironía madre
armabas muñecas de silicona
en la maquila
	placeres que se desinfectan.
Luego tempestad roja
luna negra en la palma de la mano.

Palabra que el viento desvela y destruye. 

La colina del sol, segunda parte de este poemario, consta de siete composiciones. Dos presentan qué supone hoy ser madre y padre: en «Sofía» una adolescente despierta al mundo sensorial con un ímpetu en el que, para su madre, todo está permitido si ello colabora a aumentar su sustancia vital; en «El Padre» un elegíaco padre conserva la memoria del hijo para seguir instalado en el universo. También «La pesca» hace referencia a la memoria al comparar esta actividad con la forma de atrapar y devorar los recuerdos. «Pluma negra» avisa de cómo a la brevedad de una imperfecta vida sigue el enigma de lo que nos aguarda. Cierran el grupo tres poemas centrados en el amor: «Clandestino» remarca el poder de la voz a la hora de incendiar labios y cuerpos; «Oasis» simboliza el cuerpo de la amada en ese refugio en medio del fiero desierto, y «Salamandras» previene de cómo la interrupción del período femenino no aborta el deseo.

Sofía

La sangre tibia de los descubrimientos
invade tu boca.
Yodo el riesgo. Azúcar la caza.
Absorbes de la tierra el limo y las horas.
Tu cuerpo es un río nuevo.
Orillas, invades, luego duermes.
En cada revelación muere una estrella
aflora otra.
El fuego que consumes marca mi rostro
y el tuyo adquiere la certeza
del agua y las lobas.

Miénteme, no importa.
Observaremos la ciudad
y esa sustancia que rodea los cuerpos y
las palabras
hasta convertirnos en dilución
desaparecerá por un instante.

Ven, caminemos.

Cuatro de los seis poemas de El templo del cráneo están protagonizados por el mar y su más espléndido mamífero. De la ballena, reina de océanos, y de sus voces María Aveiga del Pino extrae enseñanzas. En «Sí» Ocho Venado, siglos después, se reencarna en un viajero al que esperan las marítimas aguas en las que se bañaba Pluma de Jade. En «Cantos de ballena» la poeta enumera las costumbres de la ballena, contemplada como paradigma de resistencia, amor y libertad. «Lo útil» es una estremecedora descripción de la caza de estos cetáceos en los que todo se aprovecha; el poema resume el afán consumista del ser humano. Y en «Voces» el prodigioso nacimiento de los ballenatos se enfrenta a la Muerte, ominoso momento que seca el cuerpo. Dos poemas de este grupo nos acercan a duras condiciones padecidas por niños de este planeta. En «Pelo azul, ojos negros» niños encarcelados sufren hasta llegar al suicidio y «Él y su cría en el reverso del mar» cuenta cómo un padre y su hijo cruzan el mar en patera: la dureza de ese viaje hace al padre ponerse en manos de la Quimera para así volar entre nubes.



Cruza la frontera cada amanecer. Bajo sus pies, cientos de tortugas emergen de la arena. Aún con membranas y ciegas reptan hacia la bruma viva.

En el pedernal que siempre lleva mira a Ocho Venado cruzar el anverso del mar y conquistar la Casa Turquesa del Sol. Pero esa omnipotencia no es la suya. Luego de siglos ya es otro.

El mar recibe a las pequeñas tortugas y a él. Sorprende el agua su vientre y sabe de ese placer que lo rodeaba antes que Plumas de Jade lo expulsara por su boca.

Los millones de toneladas de polvo procedentes del Sahara se reparten entre las aguas del Atlántico, la Amazonía y el norte del continente. Ese polvo rico en fósforo fertiliza el suelo de la selva. La cuarta parte de Códice de voces, El río de ceniza, viene protagonizada por el viento. En «El viento y la luz» luz solar y aire voluptuoso se combinan para que los cuerpos dancen y se propaguen. «Rosas de piedra» muestra al viento esculpiendo cimas y puliendo rocas en su tenaz labor de esparcir polvo y fósforo seminal. En «Las dunas» el viento modela las evanescentes dunas del desierto como la vida modifica cuerpos y almas humanas. «Cantos de arena» recrea la acción del viento sobre las dunas, algo que recuerda a las voces de extinguidos animales. En «El Chad» el viento del Sahara, desplazando el polvo, se posa sobre catedrales, pirámides y mezquitas limpiando sus superficies y permitiendo que, sobre ellas, surjan las voces del reverso del cielo. «Polvo del Sahara» refiere el encuentro de polvo y océano y cómo del fosfatado maná proliferan plancton y algas imprescindibles para la vida marítima. Finalmente, «Llueve fósforo» viene centrado en la porción de las toneladas de polvo que caen sobre la Amazonía, fertilizándola.

El viento y la luz

La luz del sol estalla
en la piel del mar y la tierra
toma lo húmedo y lo seco
asciende distinta.

Los rayos invaden
la quietud del espacio.
La luz
susurra eufórica
irradia todo a su paso
envuelve el aire
y voluptuoso ensaya formas
se hace cuerpo.

Masas transparentes
calientes y frías danzan
se propagan
y otras voces se inauguran.

				es el viento

Tres extensas composiciones conforman la quinta y última parte del poemario. Agrupados bajo el epígrafe El templo del cielo, «Y respira», «Rebelión» y «Corazón y estuario» abordan el origen de la vida y el porvenir; la creación y rebeldía de la naturaleza; y el viaje:

El viaje

[…]

el viaje es un búmeran
curva las horas
y regresa al inicio con materia reciente
al igual que el destino de las palabras

La poesía de María Aveiga del Pino, —siempre desde la intensidad—, abarca muy diferentes registros poéticos. A esa variedad se une la osadía de jamás acomodarse a norma alguna de comodidad, de escapar de lo comercial, de lo inauténtico. Ajeno a las apariencias, el lirismo de esta ecuatoriana, exigiendo nuestra concentración, nunca enreda al lector en vacuas imágenes: la lectura de Códice de voces supone adentrarse en el mismo cogollo del misterio poético, supone salir del libro ensanchado personal y literariamente. No se lo pierdan.

Códice de voces de María Aveiga del Pino, @rtrashumante. Su lectura supone adentrarse en el mismo cogollo del misterio poético. No se lo pierdan. #Reseña de Manu López Marañón. Share on X
Códice de voces. María Aveiga del Pino. Trashumante (2022)

Códice de voces

María Aveiga del Pino

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Reseña de Manu López Marañón

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