«Sin lágrimas, por favor. Son un desperdicio de buen sufrimiento» —el líder del culto cenobita. Hellraiser.

Pocas historias de terror moderno se merecen estar en el altar donde tenemos a clásicos como Frankenstein de Mary Shelley, Drácula de Bram Stoker o El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Sin duda, Hellraiser. El corazón condenado de Clive Barker es una de esas historias terroríficas y profundamente reveladoras sobre nuestra condición humana (o inhumana), que se merecen estar en ese altar consagrado al culto cenobita.

#Hellraiser. El corazón condenado. #CliveBarker llevó al #cine su propia #novela. Después llegaron las secuelas. Entra en la profundidad del culto cenobita con @Carlos_Eguren. #terror #halloween2019 #pinhead. Clic para tuitear

Hellraiser. El corazón condenado, cuando Clive Barker nos arrastró al infierno

Hellraiser. El corazón condenado

La pesadilla comienza con Frank, un hombre que ha vivido por y para el vicio como una especie de Dorian Gray moderno, pero ¿qué le queda ya por descubrir? Se ha cansado de la existencia sin encontrar grandes emociones. Ya lo ha probado todo y la vida le hastía. Es entonces, en su vagar por el mundo, convertido en un yonqui del placer, cuando escucha hablar de la caja de Lemarchand, un rompecabezas casi imposible que, si se logra ser completado, da paso a una nueva dimensión de sensaciones más allá de la comprensión humana.

Una vez posee el artefacto, Frank se entrega a su revelación, una revelación que le condenará ante los cenobitas, seres entregados a una concepción del deseo que supera cualquier barrera humana… ¿Qué hay más allá de la realidad? Pronto lo descubrirá…

Un año después, el hermano de Frank, Rory, y su esposa Julia se mudan a la casa donde viviese Frank cuando desapareció, y junto a la amiga del matrimonio, Kirsty, descubrirán que quizá Frank nunca se ha marchado y que unas campanas repican pidiendo la cabeza de Frank…

El placer del dolor

Alguien me dijo una vez que Hellraiser. El corazón condenado no se lee, sino que se bebe y es que la sensación que permanece es que en sus ciento cincuenta y dos páginas asistimos a una historia interesante, cuyo ritmo no flaquea y que nos entrega grandes dosis de significado a través de sus capítulos, que la consagran como una novela corta sumamente interesante y digna de formar parte de los clásicos del terror, esas obras que se leen de golpe y nos someten a golpes cuando nos descubren partes de nosotros mismos, algunas que se nos escondían, incluso.

Muchos dicen que el género del horror es reaccionario, que condena todo lo que es diferente, representado por el monstruo. Y, hasta cierto punto, es cierto. En este caso, descubrimos cómo la búsqueda insensata del placer, incluso causando daño a otros, condena el alma y nos lleva a convertirnos en bestias en el caso de Frank. De modo similar ocurre con Julia, quien al aceptar el pecado se transforma en un ser maléfico de hermoso rostro. Ahí es donde está la humanidad de la historia, el verdadero mensaje, lo que hace que sigamos leyendo: nos interesan sus personajes y sus dramas.

A su alrededor, el pusilánime Rory poco puede hacer, mientras que Kirsty es un personaje que, poco a poco, crece en la trama hasta convertirse en una heroína que pasa de ser apocada a estar al borde de una locura digna de los personajes lovecraftianos. Todos ellos son poseedores de un corazón condenado.

Y, más allá de la imagen de las películas con ese ser llamado Pinhead que se ha consagrado como uno de los iconos del terror (pese a que Barker no soporta que llamen a este personaje de esta manera, para él es un líder del culto cenobita), es su moraleja y lo espeluznante de su relato lo que lo hace digno de codearse con otros seres de ultratumba como Drácula, el monstruo de Frankenstein y Dorian Gray. Los cenobitas son uno de los grandes apuntes del género de terror del siglo XX. ¡Y qué clase tienen los cenobitas! Sí, su aspecto parece haber surgido de la demencia de un alternativo de los ’80 que encuentra su pasión en el masoquismo y la tortura propia y ajena (Barker se inspiró en clubes de sadomasoquismo), pero es su carácter lo que resulta sumamente interesante como seres más allá de nuestra propia realidad: conceptos como el bien, el mal, el placer… están superados por los cenobitas, que entienden el mundo de un modo más infinito que cualquier humano, acercándolos a entes casi divinos o más bien infernales o primigenios.

Hellraiser. El corazón condenado no se lee, se bebe. Un clásico moderno del #terror, ideal para este #Halloween y para quien sepa apreciar esa locura digna de personajes lovecraftianos. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

¿Buscando el sufrimiento?

Hellraiser. El corazón condenado, cuando Clive Barker nos arrastró al infierno 1

¿Por qué leemos terror? ¿Para pasarlo mal? ¿Para sentir la adrenalina? ¿Para comprender que el mundo no es justo? ¿Para escudriñar la oscuridad externa e interna de cada uno de nosotros? ¿Para sentir el mal? ¿Por placer… por ese extraño placer que lleva a personajes como Frank a desear abrir una misteriosa caja que le dará todo lo que siempre ha querido? Puede que todos seamos un poco como Frank en este aspecto: vividores consumados que deseamos, a través de un libro, encontrar una puerta a una nueva dimensión de placeres indescriptibles. Lo único es que Frank no sabía que sería a través del dolor y el terror. Nosotros sí.

Escrita a finales de los ’80, con El corazón condenado, Clive Barker se ganó ser considerado el futuro del terror por autores como Stephen King. A través de sus cuentos de Los libros de sangre o su adaptación cinematográfica de los cenobitas con el primer Hellraiser (que él mismo dirigió), Barker ha ido construyendo un mundo particular donde el terror, los cultos sombríos, el canibalismo, la sangre, los monstruos y la oscuridad se conjugan con unas variables muy propias, como las variables que abren el mecanismo de la caja de Lemarchand. No obstante, si Clive Barker viviese solo del susto banal o del gore, sería un escritor más. Lo que hace a Barker especialmente interesante es que es un buen escritor: capaz de una prosa poética incluso cuando describe los terrores más mundanos o las situaciones comunes. Es ahí donde Barker se reivindica como escritor y constructor de mundos… plagados de horrores, sí, pero mundos escritos con una calidad envidiable y con la capacidad de atreverse a no descartar el sexo como hilo conductor, tal y como Barker declaró en The Guardian 

Trabajé como estafador en la década de 1970, porque no tenía dinero. Conocí a muchas personas que conocerás y algunas que no conocerás: editores, capitanes de la industria. La forma en que actuaron, y la forma en que lo hice, para ser honesto, fue una fuente de inspiración más tarde. El sexo es un gran nivelador. Me hizo querer contar una historia sobre el bien y el mal en la que la sexualidad era el tejido conectivo. La mayoría de las películas de terror inglesas y estadounidenses no eran sexuales, o coquetamente, un grupo de adolescentes que tienen relaciones sexuales y luego son asesinados. Hellraiser, la historia de un hombre impulsado a buscar la mejor experiencia sensual, tiene un sentido de sexualidad mucho más retorcido.

El mayor defecto de Hellraiser. El corazón condenado es que nos quedamos con ganas de saber más. No obstante, Clive Barker ampliaría su universo en una serie de cómics y el séptimo arte, ya sin Barker, comenzaría a realizar secuelas y secuelas, muchas directas a DVD, de la película original.

Hellraiser. El corazón condenado, cuando Clive Barker nos arrastró al infierno 2

Puede que la moraleja de Hellraiser, al final, es que todos los aficionados al terror o a las grandes historias somos como Frank, siempre queremos más, queremos sangre y carne, queremos tinta y papel, queremos historias y sorpresas…, pero tendríamos que tener cuidado, puede que las campanas de la caja de Lemarchand repiquen y nos anuncien el juicio, nuestro juicio ante los cenobitas. Y de ahí nada servirán nuestras lágrimas, ya que solo serán un desperdicio de buen sufrimiento.

Puede que la moraleja de #Hellraiser es que todos los aficionados al #terror o a las grandes historias siempre queremos más, queremos sangre y carne, queremos tinta y papel, queremos historias y sorpresas. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

 

 

Crítica de Carlos J. Eguren