En el número tres de su colección horizontes, «dedicada a la poesía de los poetas más singulares de todos los rincones de nuestro planeta», la editorial balear La Tortuga Búlgara recoge esta joya azul, libertadora y alucinada de Ángel Padilla, que tengo el privilegio de sostener en mis manos temblorosas, prácticamente recién salido de imprenta. Y parece tembloroso y cálido el libro mismo, como una criatura más de las infinitas que la habitan, de las infinitas que habitan esta tierra, como si el libro fuera también el reflejo físico de un mundo inabarcable.

Que lo es.

Ya en los poemas de Es tan culpable el que canta para no oír a los fusiladores (Amargord, 2020), el poemario anterior del poeta valenciano, registrábamos en su momento el uso de su «talento poético como un guante de hierro». Y mientras allí hallábamos, con todo, un espacio importante guardado para el lirismo, la dulzura y la esperanza, en La Bella Revolución nos encontramos en medio de un lirismo de peculiar factura, que cuaja en un guirigay de cantos de pájaro, susurros de insectos, siseos de reptiles, croar de ranas, llorar de mamíferos, crujir de ramas, ascender de mareas y, sobre todo, de relinchar, correr y piafar de caballos. Porque hay muchos caballos, muchísimos: manadas inmensas de ellos recorren todas las páginas, en una cadencia rítmica que no deja de ser poesía ni siquiera cuando se vuelve prosa en uno de los momentos más destacados. Poco más allá de la mitad del libro, en la Canción del sol, una serie de ilustraciones acompasan lo que resulta en una suerte de proclama en quince fases que suenan con la contundencia de un martillo, de millones de voces que gritan, y que resultan coronados por el solemne «Así pues —dice el Sol». Asistimos a un canto ritual, a la enunciación de un mandato vital y de un vaticinio de irremediable cumplimiento:

La Bella Revolución, de @AnimalPadilla: un universo lleno de puertas abiertas y cielos infinitos. #Reseña: @rosaggv. @tortugabulgara. Share on X

Que todo lo que no pueda ser entendido por un niño sea destruido. … / Que el verbo destruir signifique sólo «dejar atrás». … / Ese día / Entrarán caballos a todas las bibliotecas.

Y es curioso que todas y cada una de las líneas escritas por la mano de Ángel Padilla al dictado de ese millón de voces pidan ser cantadas, pero que esas líneas aparentemente en prosa se aparezcan en la mente del lector como salmodiadas a través de un megáfono, en medio de una multitud de animales humanos que despiertan de su sueño, también, de esclavos.

No hay luz al final del túnel, sino durante su recorrido. El libro acaba, pero no acaba. Va a ser continuado. Las voces que componen La Bella Revolución, doloridas, prisioneras, inocentes, acogen también una chispa de esperanza. Porque el cambio va llegando. Son cada vez más quienes están dispuestos a abrir las puertas, a romper los barrotes, a derribar los muros.

Las voces que componen La Bella Revolución de @AnimalPadilla, doloridas, prisioneras, inocentes, acogen también una chispa de esperanza. Porque el cambio va llegando. #Reseña: @rosaggv. @tortugabulgara Share on X

No hay nada más tradicional (y olvidado) que poner las manos, la voz poética, al servicio de un bien mayor; en palabras de la ilustradora de Canción del sol, que suscribimos «La Bella Revolución es llevar el activismo a su más visceral ejecución: poesía». En la antigüedad clásica, el poeta era considerado vate,portavoz de las palabras de los dioses y Padilla se rinde, y nos obliga a rendirnos, al oleaje infinito del mar, a los cascos de los caballos libres y libertadores, a los gritos de los que sufren, al llanto silencioso de la tierra esquilmada, al brillo aparentemente mínimo, pero poderosísimo, de las estrellas, el del amor cotidiano —nunca humilde, siempre deslumbrante como las estrellas; nunca anónimo, siempre con el nombre de Iratxe, pero a la vez extensible al amor universal.

En lo formal, contamos con una obra de estructura heterogénea, reflejo de esa escritura automática o al servicio del anima mundi que propone el autor… o ejecutor, o vate, ese médium entre lo natural y lo desnaturalizado que tiene el nombre y el rostro de Ángel Padilla. Coexisten textos en prosa, como aquel que fue artículo y se vuelve también proclama y profecía cuando precede la Canción del sol, «Todos los animales deben ser libres», o la extraña y extrañante «Narración del viejo y las ventanas», con poemas de métrica más o menos libre y otros manifiestamente rítmicos, aspirantes a recibir músicas para salir más libres y potentes a la calle, camino que ya siguen, de pleno derecho, «Clan, somos Clan» o «Toro». 

La Bella Revolución, de Ángel Padilla: un universo lleno de puertas abiertas y cielos infinitos
Ángel Padilla con su obra magna, La Bella Revolución

El abandono del yo, hecho patente, nunca ocultado (y declarado específicamente en «Este poema lo está escribiendo un Nosotros»), favorece la audacia de las imágenes, la sonoridad extrema de este «artefacto» de conciencia rebosante, a ratos, de tópicos que no pierden un ápice de potencia («si la memoria no engaña / vamos en un mismo barco») y otras de un surrealismo nuevo, renovado, que sacude desde lo más profundo («se agostarán todos los vaqueros rojos / se teñirán de azul todos los caminos»).

Los dobles sentidos, el uso de la ironía se vuelven habilísimos en la sección «Oracciones», más disfrutable cuanto mejor se conozca la tradición católica de occidente. Como en «El Padre Nuestro»:

            Cuando la libertad sea en la tierra como en el cielo

            Tú serás por fin el que no tenga pan en las manos

Siempre desde el mismo título, como en el rotundo «Jesucristo es un cerdo», o en el genial «Ave María»:

            Santa águila María, caga bien las plazas humanas y huye.

Salpican el libro, como luces inesperadas que iluminan el camino, anuncios del nuevo mundo que habrá que reconstruir a partir de la destrucción a la que el humano se aboca:

            Con tinta de savia

Se escribe este libro

            ¡Alegría!

Y de esa alegría resonante se hacen eco las palabras de Matías Escalera en la contraportada: estamos ante «un canto y un aviso que rechazan, sin embargo, contra todo pronóstico, contra toda tentación de derrota y contra toda oscuridad, la tristeza. La tristeza no forma parte del camino de vuelta al paraíso…».

Una y otra vez, como ya hemos mencionado, la mano de La Bella Revolución nos recuerda que no es una persona, sino una suma de voces:

antes fui hojas amarillas

y fui todas las voces

de todos los poetas

Y demuestra, muchas veces para romperla y superar la literatura antropocéntrica, un conocimiento profundo de la tradición, la de las voces que lo precedieron: Lorca, Neruda, Delia Carril, Zenobia, Bécquer, Lizano, Whitman.

"Cobrar conciencia es siempre exigente, siempre doloroso, pero imprescindible." La Bella Revolución, de @AnimalPadilla: un universo lleno de puertas abiertas y cielos infinitos. #Reseña: @rosaggv. @tortugabulgara. Share on X

            Días, semanas después de cerrar estas páginas, el retumbar insistente de todas las voces sigue presente en el lector. Pero, sobre todo, y ante todo, los caballos, que subrayan, a golpe de versos y canciones, que cobrar conciencia es siempre exigente, siempre doloroso, pero imprescindible.

Así, con su retumbar insistente, perpetuo, hipnótico, entrópico:

la noche toda es un galope

(que despierta al orbe)

            Así es como La Bella Revolución agita, estremece y transforma.

La Bella Revolución, de Ángel Padilla: un universo lleno de puertas abiertas y cielos infinitos 3

La Bella Revolución

Ángel Padilla

La tortuga Búlgara, 2024

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Reseña: Rosa García Gasco

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