Aprovechando el viaje de regreso a casa desde el Norte de España donde en agosto pasé unos días de vacaciones decidí parar en Valladolid. La capital de Castilla y León siempre me ha atraído, en especial por la estupenda carta de tapas que pueden degustarse en la mayoría de sus establecimientos de hostelería. Pero en esta ocasión lo que me movía era el deseo, postergado durante meses por culpa del maldito coronavirus, de visitar su Museo Nacional de Escultura.

Lo primero que llamaba mi atención era esa denominación, coincidente con otra idéntica con sede en Madrid. Investigando un poco en su historia pude saber que el nombre data del año 1933; denominación que mantuvo hasta el año 2008 en que la mudó por la de Museo Nacional Colegio de San Gregorio al haber sido totalmente renovado el edificio histórico que ocupa su núcleo expositivo. Sin embargo en 2011 recuperó el nombre original al incorporar a sus fondos —distribuidos en el citado Colegio de San Gregorio, el Palacio de Villena y el Palacio del Conde de Gondomar o Casa del Sol (ambos edificios situados enfrente del principal)— los procedentes del antiguo Museo Nacional de Reproducciones Artísticas, cerrado al público desde los años 60 y que se encontraba desde entonces sin sede estable.

La exposición permanente que he visitado sita en el Colegio de San Gregorio junto al resto del Museo fue distinguida el 23 de abril de 2019 con el Premio Castilla y León de las Artes 2018. La proyección y relevancia que desde ese día ha tenido esta institución en los Medios nacionales son los que me llevaron a imponerme como obligación inexcusable el visitarla. Y por fin la semana última del pasado mes de agosto pude hacerla realidad. Una muy grata experiencia.

La exposición permanente del Colegio de San Gregorio en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid fue distinguida el 23 de abril de 2019 con el Premio Castilla y León de las Artes 2018. Clic para tuitear

Dos grandes apartados quisiera distinguir en la visita a esta Colección Permanente: por una parte el magnífico continente que la alberga, el Colegio de San Gregorio; y de otra la espectacularidad del contenido, o sea, la estupenda selección de cuadros, esculturas, sillerías, artesonados, etc.

Un paseo por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid

Quien no haya estado en la ciudad castellana no podrá ni de lejos imaginar la sensación que supone contemplar el conjunto arquitectónico del Colegio de San Gregorio. Fue realizado a instancias de Alonso de Burgos, obispo de la diócesis de Palencia, e iniciado en 1488 con la finalidad de acoger al elevado número de estudiantes que acudían a Valladolid a formarse. La obra, finalizada en 1496, tiene la peculiaridad de haberse realizado de adentro hacia afuera, es decir, primero el patio central con las galerías, aulas y celdas que se abrían a éste. La espectacular fachada es de fecha más tardía. Perderse en estos espacios arquitectónicos dejándose abducir por la filigrana tejida en la piedra caliza empleada en su construcción es impagable. Merecen atención especial la decoración de las dos portadas del edificio así como la de las ventanas que se abren al Claustro soportadas en hermosos pretiles y festoneadas por un espectacular labrado en piedra cual si de  encaje de bolillos se tratara. El edificio en su conjunto es una aquilatada muestra de arte isabelino; se dice que junto a la inigualable fachada de la Universidad de Salamanca es el mejor ejemplo de la arquitectura del primer Renacimiento español, cuando el Imperio comenzaba a enseñorearse por el mundo y no se reparaba en  gastos para dar cumplida muestra de ello.

El Colegio de San Gregorio fue realizado a instancias de Alonso de Burgos, obispo de la diócesis de Palencia, e iniciado en 1488 para acoger al elevado número de estudiantes que acudían a Valladolid a formarse. @juancargalan. Clic para tuitear

Si el inmueble es impresionante, el mobiliario que contiene y que comprende la Colección Permanente no tiene desperdicio alguno. Es una variada muestra de arte que va desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII o inicios del XIX. Muchas de las piezas, en especial los espectaculares artesonados y sillerías de iglesias y conventos proceden de bienes incautados a la Iglesia por la desamortización de Mendizábal iniciada en 1836. Destacar unas piezas sobre otras de esta Colección Permanente se me hace misión imposible dada la enorme calidad de todas ellas. Me conformaré con decir que los nombres más ilustres de la pintura de esos siglos están presentes allí: Pedro Berruguete (siglo XV), Antonio Moro (siglo XVI), Jan Brueghel (siglo XVII), Luis Egidio Meléndez (siglo XVIII)…; y lo mismo ocurre con la presencia en la colección de los autores y creaciones más relevantes de la escultura religiosa de la época: tallas y retablos flamencos —algunos anónimos— de los siglos XV y XVI, obras renacentistas del XVI de Alonso de Berruguete, Juan de Juni o una espectacular sillería de coro obra de Andrés de Nájera, las muy reputadas tallas barrocas del XVII de Gregorio Fernández, de Pedro de Mena, Juan Montañés o de Alonso Cano que junto a las del siglo siguiente de Francisco Salzillo o Luis Salvador Carmona procesionan durante la Semana Santa por las calles de la capital castellanoleonesa y han dado categoría merecida a estas festividades vallisoletanas.

Un paseo por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid 1

Si el inmueble es impresionante, el mobiliario que contiene y que comprende la Colección Permanente no tiene desperdicio alguno. @juancargalan recomienda visitar el Museo Nacional de Escultura de Valladolid. Clic para tuitear

Pero sin duda alguna lo que más me ha gustado de esta visita al Museo Nacional de Escultura de Valladolid es el gusto y cuidado didáctico con el que se han ordenado las piezas, lo que hace que el recorrido por esta Colección sea agradable y muy fructífero para cualquiera que quiera conocer de primera mano obras maestras de aquellos pintores y escultores cuyos nombres suenan en nuestras cabezas por haberlos aprendido durante nuestros años de bachillerato.

En mi opinión, pues, un salto o una parada en Valladolid es inexcusable para cualquiera que disfrute con la contemplación de obras artísticas de calidad altísima.

 

 

Juan Carlos Galán

Portada de David de la Torre

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