Banco de sangre, que hoy presentamos, es, hasta la fecha, el último poemario de Carlos Zanón. Antes ha editado El sabor de tu boca borracha (Editorial Nínfula, 1989), Algunas maneras de olvidar a Gengis Khan (Editorial Hiperión, 2003, Premio Valencia) y la antología Yo vivía aquí (Playa Ákaba, 2013). Novelista de éxito, tanto de público como de crítica, traducido a los principales idiomas, ha escrito narraciones tan memorables y míticas como Yo fui Johnny Thunders (RBA, 2014; Premio Salamanca Negra, Premio Novelpol y Premio Dashiell Hammett), o la última hasta la fecha: Carvalho, problemas de identidad (Planeta, 2019).

Para Arthur Rimbaud (1854-1891), el renovador simbolista que introdujo los modos transgresores y las temáticas surrealistas en la poesía, «el poeta no ha de ser simplemente un artista, sino un verdadero vidente. Su destino no es el cielo azul de los parnasianos, sino el abismo sin fondo de lo desconocido. Tiene que convertirse en el gran enfermo, el gran criminal, el gran malvado y el sabio supremo. Debe someterse al desenfreno razonado de todos los sentidos. Debe hacerse odioso, absurdo. La abyección, el odio, son el ideal del poeta vidente».

Heredero nato de las maneras rimbaudianas de poetizar, este catalán (vate antes que novelista) se suma a esa peliaguda familia de autores cuya obra parece una condena terrible, un sacrificio al que nunca se llega por caminos abiertos. Desangrado en el esfuerzo, a este complejo poeta que es Carlos Zanón órdenes inconscientes y categorías abisales del ser rigen y condicionan su creación. En efecto, y al igual que sucedía en la novela Yo fui Johnny Thunders, Banco de sangre rechaza de plano cualquier poética basada en preceptos retóricos, analogías meditadas y procedimientos de oficio.

En este paseo por el Hades al que su talento obliga, Zanón utiliza —en pleno— los recursos que el pensamiento y el idioma ofrecen para afilar el misterio de su poesía. La desesperación, el insulto, la amargura —aquello que le subleva ante la insana contemplación de la vida convencional— no dejan de ser pruebas de cómo en él hay un hombre rebelde, ansioso por vivir; de lo contrario hubiera seguido un procedimiento estoico: la retirada y el silencio desdeñoso.

Banco de sangre nos llega anegado de angustia existencial y cobra para nosotros, hombres del siglo XXI que perdimos la fe en las retóricas, el tono de un mensaje admonitorio. Estamos ante un ineludible poemario (buen punto de partida para el arte desgarrado demandado por estos tiempos) que pretende lectores sin complejos y atrevidos, más videntes que nunca: conocedores de la grandeza del verso, de su poder transformador.

#BancoDeSangre @czanon @editorialespasa. Un ineludible poemario que pretende lectores sin complejos y atrevidos, más videntes que nunca: conocedores de la grandeza del verso, de su poder transformador. #Reseña: J. M. López Marañón. Clic para tuitear

Agrupamos primeramente poemas que reflejan actitudes del mundo actual: «Provocar al mal» [1] desvela comportamientos bien vistos por la sociedad que transforman, para peor, al ciudadano; en «Barrabás» [2] un camarero tiene claras las causas del enloquecimiento presente; «Tarta de cumpleaños» [11] radiografía a ese tipo vanidoso, emborrachado de sí mismo, que encontramos en cualquier reunión; en «Demasiadas amas de casa» [14] se pone en solfa al machismo más vengativo utilizando al asesino de Kennedy como paradigma; «Ok, mátame, está bien» [17] cuenta cómo los mismos dioses que nos abandonaron tuercen ahora nuestros cuellos; en «El lavabo azul» [22] se desmitifica la Navidad con un muestrario de truculentas imágenes urbanas; «Silver Spring MD1964» [29] resulta ser un feroz sarcasmo contra la vida conyugal; en «El tiempo no será libre» [31] se recrea el asesinato del rey Duncan (Macbeth) para recordarnos los efectos de las ambiciones desmedidas, y «Rompernos los huesos de la cara» [32] muestra, a través de un racimo de áridas metáforas, la supervivencia en un mundo congelado donde incluso besarse es sinónimo de violencia.

Rompernos los huesos de la cara

[…]

A cinco grados bajo cero

mujeres nerviosas, delgadas,

llenas de tics e hijos

me cuentan su historia,

me dan, honestas, lo que tienen,

pero con eso no podemos

hacer más que rompernos

los huesos de la cara

al querer darnos un beso.

[…]

Una segunda serie la conforman poemas que muestran tanto la desolación del poeta como la que este encuentra fuera: «Brian with his head in his hands» [3] es un amargo lamento por llegar tarde al sexo; en «Tu recuerdo a la altura de un rascacielos» [5] el poeta se queja de la soledad a la que conduce su labor; «Rebecca at the russian baths, 1985» [7] exhibe el inquietante abandono, en un baño público, de una mujer preñada; en «Todo tu miedo» [13] el poeta nos revela una peculiar forma de suicidio; «Banco de sangre» [15] supone un desencantado itinerario amoroso y urbano con la sangre como imagen estelar; en «Desvanecerme en ti» [16] se prefiere la cuneta de una curva antes que regresar a casa; «La cabeza mojada sobre tu muslo en la piscina» [19] muestra al desahuciado poeta, feliz con su infiel mujer, instantes que congelan un raro momento de paz; en «Idus» [24] el poeta recae en la bulimia, una forma de autovenganza; «Leonas y también leones» [25] avisa de cómo los sueños más personales son intransferibles, y en «Nausica» [33] los cincuenta años del poeta se resumen en el mismo desconcierto que sentía el protagonista de La dolce vita, Marcelo Rubini, frente a la niña de la playa al final de la película.

Todo tu miedo

Mete todo tu miedo, todo,

absolutamente todo ese miedo

en una bolsa de plástico

y respira de él, de madrugada.

Ese miedo que te revienta

el pecho, las arterias,

los dedos de la mano.

No voy a engañarte:

no conseguirás mucho

pero al amanecer,

si cierras rápido y bien la bolsa,

te darás cuenta mientras acaricias

el lomo del dragón frío

que no había tanto peligro

como miedo en tu corazón.

El desamor se apunta al panorama que nos presenta Zanón en este radical poemario que es Banco de sangre. Imaginar el inclemente paso del tiempo junto a una mujer que hoy se desea («Tropezar» [9]), las barreras sociales simbolizadas en un apolíneo deportista como castrador del deseo («Un jugador de criquet en la cocina» [10]), o ese objeto-símbolo de los momentos felices y efímeros de una pareja («El teléfono en forma de hamburguesa» [12]) ejemplifican esta temática infeliz que agranda otros poemas sobre los que, ahora describiendo lugares, el poeta transmite una nueva batería de sensaciones poco halagüeñas. Así, en «Trono de la desmemoria» [8] los objetos de una habitación (botes de transilium, recibos de tintorería, golosinas como pastillas en la mesilla) informan sobre la turbiedad de una vida estancada; o en «La vieja casa de los padres» [20], donde, en desoladas estancias, el poeta carece de excusas para rescatar de allí sus versos más descarnadamente profundos.

El teléfono en forma de hamburguesa

[…]

Reconocería la casa encantada

aunque la hubierais depurado de fantasmas

sólo por ese famoso teléfono

en forma de hamburguesa.

Ese regalo absurdo y tan divertido

que alguien hizo a alguien,

que nadie llevó con sus cosas

pero tampoco nos decidimos a tirar.

[…]

La vieja casa de mis padres

[…]

Quizás se esconda lo que me devora

bajo la escalera de la vieja casa de mis padres,

mis retorcidos versos

como un alambre traicionero de tétanos.

[…]

¿Y entonces? Ante esta intemperie que presenta Carlos Zanón… ¿No habrá escapatorias, alguna fisura por lo menos que nos permita huir de una existencia sin el menor aliciente? Pues sí. El poeta, en unas cuantas composiciones, no muchas —tampoco echemos las campanas al vuelo— da pistas para el consuelo. Primero un lugar, «El bar embrujado» [4] donde el poder de seducción que ese bar de Tin Pan Alley ejerce sobre una pareja crea un omphalos (ombligo o lugar de nacimiento, pero también centro cósmico) del que no desean salir; luego otro, «Gare de Perpignac» [27] prometedora estación en la que el poeta by night aguarda al tren que lo lleve adonde esa amada que ya reina en su mente. Algunos potentes poemas de exaltación amorosa nos contagian su fervor: así «Sandra y su escote» [21] en el que se contraponen los benéficos efectos del sexo feroz frente al ensimismamiento creador, —extático y paralizante—; o «Brian with Flintstones» [23] donde el amante colmado, abandonando a su pareja dormida o moribunda, qué más le dará, grita de felicidad al recuperar su individualidad.

El bar embrujado

[…]

Son dos cervezas, la tuya y la mía,

las que están encima de la mesa

de este bar de Tin Pan Alley.

¿Qué hace a la gente acudir

a sitios como este?

¿Y por qué, después de días y días

no conseguimos salir de él?

[…]

Sandra y su escote

[…]

La miro y deseo bajarle ese escote,

el vestido vainilla, verle las tetas,

hacerle el amor ahí mismo,

subirla al lavamanos,

bajarle las bragas hasta los tobillos,

entrar dentro de ella,

[…]

Para quienes piensan que es misión de la poesía desembrollar el caos, poetas como Carlos Zanón vienen a demostrar justo lo contrario. En ellos no hay conocimiento ni organización racional, a estos «tan solo» ha sido dado orquestar la oscuridad de la existencia. Vendrían a ser como guitarristas ciegos.

El extremeño Basilio Sánchez ha dicho: «Los poetas verdaderos encuentran la poesía donde nadie pierde el tiempo buscándola» y los versos que conforman el estremecedor poemario que es Banco de sangre — aparte de tender hacia una incesante conquista de la originalidad— ofrecen, desde su primera palabra, el total alejamiento de eso que muchos llaman, reverenciándolo, «oficio». A veces, de la desolación más extrema nace el puro arte. Esto consigue Carlos Zanón, también en la poesía.

#BancoDeSangre @czanon @editorialespasa. A veces, de la desolación más extrema nace el puro arte. Esto consigue Carlos Zanón, también en la #poesía. #Reseña: J. M. López Marañón. Clic para tuitear
Banco de sangre

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Reseña de Manu López Marañón
Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre

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