Podría hacer una reseña al uso y hablar de Érase un río como una novela de iniciación, con una adolescente Margo en busca de su madre, tras la muerte violenta de su padre; o tal vez hablaros de las reminiscencias que provoca sobre las novelas de aventuras, al estilo Huckleberry Finn, como dice Pinckney Benedict en la contraportada del libro; o quizás quedarme con su ramalazo de western con nuestra protagonista emulando las proezas de su idolatrada Annie Oakley, personaje real que actuaba en el espectáculo de Buffalo Bill, disparando a cigarrillos que cuelgan de bocas, o centavos que vuelan por los aires.

#Reseña de Érase un río, de @bonniejocampbel. La grandeza de un personaje: Margo Crane. #LibroRecomendado por @garcia_moritz. Traducción de Tomás Cobos. @dirtyworksedit. Clic para tuitear

Pero, me parece más interesante hablar de lo que esta novela, Érase un río, me ha hecho sentir o recordar. La primera impresión es la de estar leyendo una prosa de la buenas, de las que no te sacan en ningún momento de una historia en la que caes como si te hubieran atado una piedra al cuello. La segunda es la maestría con la que su autora, Bonnie Jo Campbell, te convierte en parte del paisaje de esa ribera fluvial, que me hace recordar a algunos maestros a los que siempre he admirado, como Miguel Delibes, que llevaron a su obra esa conexión con la naturaleza que ya hemos perdido, por mucho selfie falso que nos hagamos. Se nota que Bonnie Jo Campbell sabe de lo que escribe, ella misma creció en el río Kalamazoo, aunque pocos son los que consiguen que al poner negro sobre blanco todo ese bagaje se convierta en una inmersión única de la que nuestra imaginación no quiera salir. La tercera y no menos importante, es la sensación que te deja de literatura de la buena, de la que tiene más capas que una cebolla a poco que dediques algo de tiempo a reflexionar sobre ella, como por ejemplo sobre ese personaje gigantesco, Margo Crane, al que su autora hace evolucionar desde la niña criada por los lobos, que todos parecen ver en ella, hasta la mujer que descubre lo que realmente anda buscando, lo que todos estamos buscando, como vivir nuestras propias vidas. Bonnie Jo Campbell logra que empaticemos y entendamos a esa chica callada y paciente, incluso en sus errores. Consigue transmitirnos una fortaleza que siempre ha parecido reservada a los héroes varoniles, incluso en su natural y libre forma de descubrir y disfrutar de un sexo, que no está al servicio de los hombres. Una forma estupenda de adentrarnos en un pensamiento feminista. Y, ¡oh, Margo Crane! Nos arrastras río arriba pegados a tus remos deseando que, en el estado de Michigan, en la región de los Grandes Lagos, haya una o cientos de Margos tan reales como la Margo Crane de Bonnie Jo Campbell.  

#Reseña: Érase un río. «¡Oh, Margo Crane! Nos arrastras río arriba pegados a tus remos deseando que haya una o cientos de Margos tan reales como la Margo Crane de @bonniejocampbel». @dirtyworksedit @garcia_moritz. Clic para tuitear

De su autora también podemos decir unas cuantas cosas, porque algunas de sus experiencias vitales parecen dignas de unas cuantas novelas. Tras criarse en una granja de Michigan con su madre y sus cuatro hermanos se marchó a estudiar filosofía a Chicago becada con una beca Guggenheim. Después recorrió EE.UU. y Canadá haciendo autostop y acabó trabajando en un célebre circo, Ringling Bros, vendiendo granizados. Años después se dedicó a organizar y liderar viajes en bicicleta por Rusia, los países Bálticos y Europa del Este. En 1992, tras obtener un máster de matemáticas comenzó a escribir sobre la vida de las pequeñas poblaciones rurales de Michigan, porque según sus propias palabras:

Cuando era joven viajé por el país (y por el planeta), y descubrí que me inspiraba más escribir sobre la gente de mi pueblo natal. Cuando me establecí en Kalamazoo, fui capaz de escribir historias significativas.

Es autora de dos novelas y tres colecciones de relatos y ha sido nominada al National Book Award en dos ocasiones. Reside en las afueras de Kalamazoo junto a su marido y otros animales, como sus dos burros: Jack y Don Quijote. Y si no os parece lo suficientemente original para ser una buena escritora estudia Kobudō, «el camino antiguo del guerrero», el arte marcial ancestral de Okinawa. ¡Madre mía, cuánto me queda por aprender todavía!

Después de todo lo dicho, para todos aquellos que, aun así, necesitáis de etiquetas, géneros y de más mierdas, pues sí, Érase un río es un Grit Lit, Noir Rural, Hillbilly Noir o como lo queramos llamar, de esa América pobre, posindustrial, con basura blanca y traficantes de metanfetamina incluidos.

Y ahora sí, para acabar, este ha sido mi primer «Dirty Works»: Érase un río, de Bonnie Jo Campbell, con la excelente traducción de Tomás Cobos. Perdiendo la virginidad con este interesante sello, que maneja obras de este nivel y con ediciones tan bonitas y curradas que se me acaban la excusas para no repetir. Tendré que ir pensando en montar más estanterías en casa.

Este ha sido mi primer @dirtyworksedit: Érase un río, de @bonniejocampbel. Un sello que maneja obras de nivel, con ediciones bonitas y bien trabajadas. Tendré que ir pensando en montar más estanterías en casa. @garcia_moritz. Clic para tuitear
Érase un río

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Del Este al Infierno

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