Con un artículo dedicado a Enheduanna, poeta y sacerdotisa en la antigua Mesopotamia, José María García Plata iniciaba su nueva sección Mujeres Poetas en la que nos irá descubriendo poetas desconocidas u olvidadas a lo largo de la historia. Hoy, recibimos a Safo de Lesbos en nuestra luna poética.

Safo de Lesbos

Que la cultura es tan antigua como la humanidad está claro. Quizás debido a que el hombre sintió pronto el deseo de plasmar sus sentimientos, para la posteridad, ya fuera en arcilla, papiros, en piedras o en bóvedas de cuevas. Pero también es cierto que a la mujer se la relegó siempre a las labores hogareñas y no se le permitió estudiar como a los varones, y mucho menos crear o dar a conocer el arte nacido de su intelecto. Aunque ellas se las arreglaron para escribir en signos varios y usando seudónimos de manera discreta para no ser reconocidas como autoras, lo que les costó no pocos contratiempos e inquietudes.

Hoy vamos a hablar sobre Safo de Lesbos, quizás la segunda mujer poeta de la historia, de quien solo existen conjeturas que provienen de las interpretaciones de una mínima parte de su obra. Se sabe que nació en la isla de Lesbos en el seno de una familia adinerada y que fue en los tiempos en que surgieron las polis (ciudades) de la antigua Grecia. Safo estudió en la Casa de las servidoras de las Musas, una asociación religiosa cultural en honor de Afrodita, diosa del amor y otros dioses griegos. Aquel recinto, en el que se educaba a las jóvenes nobles de la isla, era para unos un lugar de aprendizaje y para los más críticos, de libertinaje. Allí sus discípulas aprendían a recitar poesía, cantar, confeccionar bisuterías y florituras. A partir de sus poemas se interpretó que Safo, al parecer, se enamoraba de sus compañeras y mantenía relaciones íntimas con algunas de ellas. Lo que se ha convertido en emblema del amor lésbico, denominado así por su origen geográfico.

Sobre su obra

Se conocen algunos poemas y fragmentos extraídos siglos después de citas o papiros, si bien su producción fue mucho más extensa. Su contenido amoroso propició toda clase de especulaciones sobre ella, pero Safo es quizás la mejor lírica griega arcaica reconocida por los grandes escritores y poetas posteriores.

Su obra fue compilada en la biblioteca de Alejandría en nueve volúmenes, traducida para la enseñanza, hasta que el papa Gregorio VII ordenó quemar todos los manuscritos por considerarlos inmorales.

Se cree que fue la autora de la «estrofa sáfica», cuyos tres primeros versos son endecasílabos y el cuarto es un tipo de verso de pie quebrado de cinco sílabas, en el que una o dos palabras se acentúan con tilde o prosódicamente, para darle mayor musicalidad.

Se han conservado también ejemplos de lírica popular en cantos nupciales, adaptaciones propias de los amigos del novio y de la novia, que se improvisaban en las bodas. Estas canciones se diferenciaban del resto de sus poemas, más intimistas y cultos, para los cuales creó un ritmo propio y un metro nuevo. Su tema principal era el amor propiciado por la diosa Afrodita. La sensibilidad y delicadeza son las protagonistas de sus poemas: sentimientos encontrados como los celos, el amor, la decepción, la alegría y la rivalidad. El verso sáfico de la poesía clásica se empleó durante la Edad Media, especialmente en composiciones de carácter religioso. En el Renacimiento aparecían en las mismas estrofas versos endecasílabos de cuatro modalidades: heroico, enfático, melódico y sáfico. A partir del siglo XVI el endecasílabo sáfico empezó a utilizarse como estrofa independiente a imitación de la métrica clásica.

En los siguientes versos de Garcilaso, aparecen los cuatro tipos citados:

Con tanta mansedumbre el cristalino (heroico).

Tajo en aquella parte caminaba (enfático). Acento en primera y sexta sílaba.

que pudieran los ojos el camino (melódico).

determinar apenas que llevaba. (sáfico). Tres palabras acentuadas.

Como ejemplo de lo que se ha venido comentando sobre Safo, incluimos la primera parte de su himno a la diosa Afrodita, en «estrofa sáfica», y otro pequeño poema de versos irregulares.

I

Hija de Jove, sempiterna Cipria,
varia y artera, veneranda diosa  
oye mi ruego: con letales ansias 
no me atormentes.

Antes desciende como en otro tiempo
ya descendiste, la mansión del padre  
por mí dejando, mis amantes votos     
plácida oyendo.

Tú al áureo carro presurosa uncías
tus aves bellas, y a traerte luego   
de sus alitas con batir frecuente    
prestas tiraban.

Ellas del cielo por el éter vago
raudas llegaban a la tierra oscura;
y tú, bañando tu inmortal semblante
dulce sonrisa,

«¿Cuál es tu pena? ¿Tu mayor deseo,
cuál?», preguntabas: «¿Para qué me invocas?
¿A quién tus redes, oh, mi Safo buscan?
¿Quién te desprecia?»

«¿Húyete alguno? Seguirate presto.
¿Dones desdeña? Te dará sus dones.
¿Besos no quiere? Cuando tú le esquives
ha de besarte».

Ve, y me libra del afán penoso;
ven, cuanto el alma conseguir anhela
tú se lo alcanza, y a mi lado siempre,
siempre combate.

II

Amor ha agitado mis entrañas
como el huracán que sacude monte abajo las encinas.
Viniste.
Hiciste bien.
Yo te estaba aguardando.
Has prendido fuego a mi corazón,
que se abrasa de deseo.

Como podemos observar, no hay muchas fuentes de información sobre esta poeta. Quizás por eso se nos quede un poco corto el artículo, pero en literatura no hay obras grandes o pequeñas; sí, buenas, menos buenas y malas. Espero que esto sea del agrado de quienes lo lean, y lo disfruten.

La obra de Safo de Lesbos fue compilada en la biblioteca de Alejandría en nueve volúmenes, traducida para la enseñanza, hasta que el papa Gregorio VII ordenó quemar todos los manuscritos por considerarlos inmorales. José Mª G. Plata. Compartir en X

José María García Plata

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Imagen de portada: En los días de Safo, de John William Godward

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