Hoy publicamos Noche de sábado, un relato breve de Teresa Zurdo Gil, alumna del Curso online de Técnicas Narrativas impartido por Néstor Belda.
Teresa obtuvo el segundo premio en el Certamen Jóvenes Creadores 2018, del Ayuntamiento de Salamanca, en la categoría «Relatos Cortos», por Siempre sale el sol, obra que fue concebida en el mismo curso.
Noche de sábado, #relato breve de @TereZurdo, ganadora del 2º #premio en el certamen @JoveneSalamanca con Siempre sale el sol. Ambos fueron concebidos en el Curso online de Técnicas Narrativas de @NessBelda. Share on XNoche de sábado
—¿Dónde estás?
La voz de mi amigo Hugo, a través del móvil, suena por encima del ruido de la gente que entra y sale en el vagón de metro.
—Estoy llegando. Me quedan un par de paradas.
—¿Traes el alcohol?
—Sí, lo tengo aquí.
A mi lado, dos chicas con tacones y minifalda hablan entusiasmadas entre ellas. Enfrente, con los pies colgando del asiento, hay una niña llorando. Su madre está hablando por teléfono y no parece hacerle mucho caso. Le ha hecho un gesto de impaciencia para que se calle, pero ella no deja de llorar.
—Venga, que te estamos esperando —se despide Hugo.
Me cuelga sin que pueda añadir nada y guardo el móvil en el bolsillo. Una de las chicas con minifalda me mira y aparta la mirada con indiferencia. La niña sigue llorando, y sus hipidos suenan como un ruido ahogado en el vagón. Trato de sonreírle un poco, pero no me ve. Joder, qué mierda. A mí este tipo de cosas me hacen pensar que la vida no tiene sentido.Pero ¿qué puedo hacer yo? No soy héroe, no puedo estar un sábado por la noche consolando a todas las niñas que lloran en el Metro.
Una señora me pone mala cara cuando cojo las dos bolsas y resuenan con el tintineo de las botellas. Lo siento, señora, si no puedo ser un héroe, al menos puedo beber. Hago lo que puedo, señora… De todas formas, me alegro de bajarme del vagón y alejarme de allí.
Hugo y un par de amigos me están esperando a la salida del metro. Hace un gesto de impaciencia al verme llegar.
—¿Qué te ha pasado? Habíamos quedado hace veinte minutos.
—Mi madre, como siempre, que se ha puesto un poco pesada —respondo—. ¿Vamos?
Nos sentamos en un banco del parque y abrimos las primeras botellas, antes de que venga la policía a echarnos. Es verdad que bebemos porque no somos héroes. Si lo fuésemos, no estaríamos aquí. ¿O sí?¿Acaso los héroes también se emborrachan los sábados por la noche?
Hugo está hablando de las chicas de clase.
—Creo que Silvia y las demás también salían hoy… —comenta.
Siento un pinchazo al pensar en Ana y me preguntó si la veré esta noche. Aunque ya ha pasado un mes desde que lo que dejamos (o mejor dicho, desde que ella me dejó), todavía lo llevo bastante mal.
Seguimos bebiendo hasta que nos cansamos y nos dirigimos a la zona de bares. Yo tengo el estómago vacío y noto que se me empieza a subir enseguida lo que he bebido. No sé qué es lo que estoy haciendo con mi vida. Solo sé que tengo ganas de volver a hablar con Ana. Creo que ella es la única que puede entender lo que está pasando.
En unos de los locales, la música suena altísima y apenas se puede hablar. Veo a la gente bailando, brincando, sumergidos en un éxtasis de luces y colores. Mientras tanto, ¿qué pasa con la niña que estaba llorando? ¿Es que no va a ir nadie a salvarla? Pero es que los héroes no trabajan los sábados. ¿Qué tipo de héroes de mierda son esos?
Muevo la cabeza. Tengo que olvidar a esa niña, o me voy a pasar toda la puta noche pensando en ella. Hugo me da un codazo porque ha visto dos chicas, parecidas a las que me he encontrado en el metro, una de las cuales me está mirando. Es pelirroja, con los ojos muy maquillados y los labios de color oscuro. Es el tipo de chica a lado de la cual todo el mundo le gustaría estar sentado. Yo aprovecho para sonreírle furtivamente. Seguimos bebiendo, con la música martilleando en nuestros oídos, mientras me planteo si debería abordar a la pelirroja.
Pero, un rato después, veo que Ana está pidiendo algo en la barra. La imagen de mi exnovia me despierta de golpe. Se ha cortado el pelo y le queda muy bien, como si fuese una modelo. Yo, que estoy empezando a notar bastante el efecto del alcohol, aprovecho para acercarme tambaleante.
—Oye, Ana, tengo que decirte algo…
Me mira con cierta mezcla de resignación y pena. Es la misma cara que puso cuando me dejó y que me hace sentir fatal. Estoy cansado de que todo el mundo me mire así. Pero estoy borracho y soy tan idiota que ni siquiera voy a poder hablar en condiciones con mi exnovia.
—Quizá no sea el mejor momento —me dice con sequedad.
—No lo entiendes, Ana, yo…
—Sé que está siendo duro para ti, pero tienes que empezar a aceptarlo.
Ni siquiera me ha dejado decirle lo bien que le queda el corte de pelo. La veo alejarse con su aire de modelo y siento ganas de llorar. Me quedo solo en la barra. Me está empezando a doler la cabeza y me siento a dos palmos por encima del suelo. Veo que el resto de gente está riendo, bailando, bebiendo. Me pregunto cómo pueden estar tan tranquilos. ¿Es que vosotros no escucháis a la niña llorando? ¿De verdad que nadie va ir a consolarla? ¿CÓMO MIERDA PODÉIS SEGUIR COMO SI NO PASASE NADA?
Hugo se acerca a mí con aire de preocupación después de ver a Ana alejarse.
—¿Todo bien?
Yo asiento, aunque estoy muy lejos de sentirme bien. Mi amigo me pasa el brazo por encima.
—Ven, que tengo que presentarte a alguien.
Antes de darme cuenta, estoy hablando con la chica pelirroja que me estaba mirando antes. No tardo en invitarla a una copa, a pesar de que yo no debería beber más, y unos minutos después estamos hablando animadamente en una de las mesas. Desde el otro extremo de sala, mi exnovia me mira bastante mal. Lo siento, Ana. Sé que, si existía alguna posibilidad de que volviésemos, acaba de desaparecer ahora mismo porque soy gilipollas.
La chica pelirroja habla y habla y yo le sigo la conversación sin enterarme demasiado. Tiene un tono afectado, un poco pijo, de gente que está acostumbrada a la que le presten atención. A mí todo me parece tan superficial, como si fuese algo lejano que no tiene nada que ver conmigo. Me está hablando de una beca que le ha dado su universidad y yo finjo interesarme.
—Es una oportunidad muy importante, ¿sabes?
De repente, a mí me aburre esa conversación.
—Si la aprovecho puede que me ofrezcan un puesto en…
—Posiblemente mis padres ahora mismo estén discutiendo —la interrumpo.
La chica me mira con extrañeza con sus ojos maquillados.
—Suelen discutir todas las noches, ¿los tuyos no?
—Bueno, de vez en cuando…, pero no todas las noches.
—Ya, es un rollo. De vez en cuando estoy en mi cuarto y me digo a mí mismo: «A ver si hoy no discuten», pero luego empiezan a gritarse.
Ella se ha separado un poco de mí. No le gusta que un chico de repente salga con sus problemas familiares. Lo entiendo, a mí tampoco me gustaría.
—La que peor lo pasa es mi hermana pequeña, porque siempre los escucha. Yo puedo pirarme, pero ella tiene que quedarse en su cuarto.
No sé por qué estoy contándole eso a una chica que acabo de conocer, pero sino, ¿a quién se lo voy a contar? Ella se disculpa diciendo que va un momento al baño. Yo ya sé que no va a volver. Vuelvo a quedarme solo en la barra, con dos cubatas casi enteros y por pagar.
La cabeza me va a explotar; no soporto escuchar durante más tiempo esa mierda de música. Tengo el estómago revuelto. Salgo a trompicones del local, lo suficientemente rápido para vomitar a unos metros de la puerta. Algunos de los chicos que están fumando me miran con curiosidad y cierta burla. Hacía tiempo que no me encontraba tan mal. Me apoyo en la pared, esperando que la cabeza me deje de dar vueltas.
Detrás de mí, Hugo me mira con cara de susto, pero no me importa.
Ahora mismo hay una niña que está llorando en su cuarto. Y yo no estoy haciendo nada para consolarla.
Noche de sábado. «Veo que el resto de gente está riendo, bailando, bebiendo. Me pregunto cómo pueden estar tan tranquilos. ¿Es que vosotros no escucháis a la niña llorando?» Impresionante relato de @TereZurdo, alumna de @NessBelda. Share on X
Noche de sábado
© Teresa Zurdo Gil
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