Entrevista a Ignacio Martínez de Pisón, Premio Nacional de Narrativa 2015 por La Buena Reputación
Su amigo Enrique Vila-Matas lo admira por lo que es y por cómo escribe, no es fácil que un amigo hable así de otro, mucho menos en mitad del panorama literario donde las rencillas y las envidias profesionales están a la orden del día, sin embargo, lo consigue, hace mella en los que tienen el placer de conocerlo. Conciso y breve, sabe lo que tiene que decir en cada momento y lo hace, no se anda por las ramas.
#Entrevista Ignacio Martínez de Pisón, #PremioNacionalNarrativa 2015 #LaBuenaReputación @Excentrya Share on XEl escritor aragonés fue galardonado con el Premio Nacional de Narrativa por su obra La Buena Reputación, en la que narra 30 años del día a día de una familia judía en la España de la post-guerra, una historia cotidiana, que como él mismo, es directa y cercana.
La Buena Reputación es la novela número 11 de su trayectoria, extensa y transparente. Ignacio Martínez de Pisón se erige a base de méritos, en observador de las clases medias y retrata con su natural prosa, la vida de una familia judía en Melilla.
Martínez de Pisón hace un retrato de una parte olvidada de nuestra historia, la de los judíos españoles, siempre perseguidos, que encontraron en Melilla y en el protectorado de Marruecos una especie de balneario. Con ese espíritu de pérdida, unos querían regresar a España y los otros, llegar a Israel. Odiados y utilizados por el régimen, la suya es una historia que hoy en día sigue pasando desapercibida en los libros de historia.
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En primer lugar, enhorabuena por el premio. ¿Qué significa para usted haber ganado el Premio Nacional de Narrativa?
Una gran alegría. El de escritor es un oficio solitario, y saber que en algún sitio hay gente que disfruta con tus libros te da fuerzas para seguir escribiendo.
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En su novela habla de una familia judía en el Protectorado de Marruecos, mucha gente ni siquiera sabe que a día de hoy existe una comunidad judía en España. ¿A qué cree que se debe ese olvido o desconocimiento?
Tanto la ciudad de Melilla como la propia historia de los judíos españoles son poco conocidas. Las dos forman parte de la periferia de la periferia de España.
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En los años 50 los judíos soñaban con regresar a Israel, ¿con qué soñaban los judíos de Melilla? ¿Con Israel o con España?
Hay que distinguir entre los judíos del Protectorado y los de Melilla. En cuanto Marruecos recuperó su independencia muchos judíos del Protectorado optaron por emigrar, mayoritariamente al recién creado Estado de Israel. Entre los judíos melillenses, el sentimiento de pertenencia era más complejo y, aunque hubo algunos que se fueron, la mayoría se quedó o se estableció en la Península.
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Esta novela es muy diferente a lo que usted solía escribir. Usted se definía como autor breve, sin embargo, La Buena reputación es enorme, ¿ha sido el proceso de escritura diferente?
Al principio quería ser autor de unos pocos libros breves. Treinta y tantos años después me he convertido en lo que entonces más me disgustaba: un escritor prolífico. Y, además, con novelas cada vez más largas… Pero es que hay tantas historias que me parecen dignas de ser contadas que necesito muchas páginas para que quepan.
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Dice en una entrevista que “convivió” durante tres años con la familia protagonista, ya sabemos que en el día a día con las familias siempre surgen tiranteces, ¿cómo fue su “convivencia” durante esos años con la familia?
Como con los hijos, intentas querer por igual a todos tus personajes, pero no siempre lo consigues. Lo que sí creo que consigo es mostrar las diferentes facetas de cada uno de ellos: sus aspectos más siniestros pero también los más luminosos.
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La Buena reputación es una novela muy extensa, casi podríamos decir que son cinco novelas en una, ¿Supuso mucho esfuerzo terminarla?
Más que esfuerzo, fue una cuestión de tiempo: el tiempo que necesitaba para escribir unas historias que, aunque sean ficción, era como si fueran reales y alguien me las hubiera contado.
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Varias de sus novelas tratan sobre las familias, ¿qué supone para usted la familia?
Para mí es uno de los grandes temas de la narrativa realista. Para crear buenos personajes tenemos que saber bien cómo es su relación con sus padres, cónyuges, hijos, hermanos…
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Además es un gran defensor de la clase media como protagonista de nuestra sociedad, ¿es así?
Más que defensor, me considero un observador de la clase media. Contando historias de gente normal de clase media estoy contando también la historia de todos, incluidos los lectores.
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He leído en El País unas declaraciones suyas en las que asegura que a los autores jóvenes no les gusta el realismo, pero que ven Los Soprano y Mad Men. Yo mismo he leído comentarios sobre gente que no quiere leer obras basadas en España, porque aseguran que no se creen a un protagonista que se llame Paco o Juan ¿por qué cree que sucede esto? ¿Qué diría a esos jóvenes a los que no gusta el realismo?
Del realismo que nos llega de Estados Unidos nos separa la distancia justa para que lo veamos como algo estilizado, superior a la simple recreación de costumbres. Con el realismo más cercano el escritor tiene que hacer un esfuerzo para estilizarlo y ponerlo a salvo del costumbrismo. La propia palabra «realismo» está ahora algo desprestigiada, y sin embargo el tronco principal del cine y la literatura occidental sigue siendo realista. Necesitamos entender la sociedad en la que nos ha tocado vivir, y el realismo intenta modestamente ayudarnos.
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Usted es un apasionado de Galdós, ¿cómo nació esa pasión?
No me atrevería a decir apasionado, pero es verdad que escribió novelas excelentes que, siglo y medio después, se mantienen vivas. Lo mismo podría decir de las novelas de Jane Austen, aún más antiguas. Cuando una novela escrita hace tanto tiempo te sigue pareciendo contemporánea, es que el escritor hizo bien su trabajo.
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Algunos ya señalan a Ignacio Martínez de Pisón como académico, ¿qué opina usted? ¿Se ve en la Academia?
¿Yo académico? Ni me lo había planteado. Es una institución en la que hay una clara desproporción entre hombres y mujeres. La Academia tiene que darse prisa en incorporar mujeres académicas y acabar para siempre con esa desigualdad.
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