Abrimos las puertas de la luna a un invitado muy especial que nos habla sobre En la casa vacía, de Manuel Barea. Él es el escritor David Llorente. 

En la casa vacía, de Manuel Barea. Una reseña de David Llorente

Siempre que estoy escribiendo, a eso de las ocho de la tarde, me saca de la concentración esa salva de aplausos vecinal que intenta rendir homenaje a los trabajadores sanitarios, cuando en realidad tendría que ser un largo abucheo/una sonora pedorreta/un prolongado eructo alcalino hacia todos aquellos que nos dejaron sin camas para morir y sin medios para que no muriéramos. Digo esto porque este fallo en la dirección de nuestra propia atención me recuerda mucho a lo que sucede actualmente con la novela española. Hay muchos señores que escriben (no me atrevo a llamarlos escritores) que van por ahí como muñecos de cuerda, haciendo ruido con sus platillos y sus sonajeros y sus matasuegras como si hubiera algo interesante que ver en ellos, cometiendo el crimen de desviar nuestro foco de los novelistas de verdad, que son aquellos que se parapetan detrás de su obra, que no levantan la voz para hablar de ellos mismos, que no mendigan un huequito en un festival, que no van al fisioterapeuta a que les recoloque la columna después de tanta rodilla en el suelo y de tanta humillación de cerviz.

Solo pido (¿solo?) que el ruido de chatarra de todos esos libros que nunca debieron publicarse no arrumbe en una esquina del desván de los débiles a novelas como En la casa vacía, de Manuel Barea, cuya lectura debería hacer a más de uno soltar el bolígrafo para siempre.

David Llorente, @smrtelna, te recomienda En la casa vacía, de @MBarea_, cuya lectura debería hacer a más de uno soltar el bolígrafo para siempre. @AlrevesEditor. #RecomiendoLeer. #YoMeQuedoEnCasaLeyendo. Clic para tuitear

Existen muchas maneras de calibrar la grandeza (cuando la hay) de un novelista. La primera de ellas consiste en observar la cantidad y el acierto de las decisiones que ha tomado, la adecuación de la técnica a los rasgos principales de la historia que quiere contar y el grado de riesgo que ha asumido. Manuel Barea ha ido al límite y ha acertado. Si hubiera tensado más la cuerda, la cuerda se habría roto. Pero en su novela no se rompe nada, tan solo los dientes de lector, que rechinan, como un tenedor restregándose contra un plato, mientras pasa de una página a otra. La primera decisión (no voy a hablar de todas porque necesitaría montar un estudio crítico con un fuerte aparato referencial y de anotaciones) es hacer saltar las frases de línea en línea de manera que cada capítulo parezca una descarga de fusilería. La protagonista (primera persona, tiempo presente) despliega el discurso de lo inmediato a través de fogonazos de pensamiento que iluminan lo primero que le viene a la cabeza y que, sin referirse nunca a ellos, nos va desplegando los temas en abanico: la dureza de las condiciones del trabajo de los desfavorecidos, el camino de ascuas por donde debe moverse la mujer, el quebrantamiento físico y psicológico (las enfermedades del cuerpo y del alma), el llanto contenido, la desesperación, la injusticia, el desamparo, la precariedad, la ternura (antológicas las páginas de la protagonista con el braco), la imposibilidad o la inconveniencia de dar rienda suelta a la ira. Quiero que se me entienda bien: Manuel Barea consigue todo eso (y más, puesto que la lectura es permeable a una interpretación simbólica) a base de reducir la disertación y de quitarle a la sintaxis todo su tejido adiposo. Chilla lo que dice y más chilla lo que calla. Y para eso, señores, hace falta tener un sentido del lenguaje sobresaliente y haber nacido, primero, escritor, y después...

Con En la casa vacía, @MBarea_ ha ido al límite y ha acertado. Si hubiera tensado más la cuerda, la cuerda se habría roto. Pero en su novela no se rompe nada, tan solo los dientes de lector, que rechinan. @smrtelna @AlrevesEditor. Clic para tuitear

La tercera parte de la novela se construye a partir de un único párrafo perfectamente justificado, empujado a una velocidad de vértigo mediante la asombrosa alternancia de la tercera persona y de la segunda persona y de los diálogos de los personajes integrados en la narración. Ya el mero hecho de que la historia necesite esa tercera parte nos hace comprender que la protagonista ha fracasado y que su huida hacia delante se ve truncada por lo peor que le podría pasar a una mujer como ella: el regreso a la casa familiar que es el regreso a la fuente del dolor y de la frustración, de donde beben hasta atragantarse los fantasmas del pasado.

Un único párrafo que deslumbra con el destello de varias luces permanentemente encendidas, como son el ritmo sostenido (imagínense una sinfonía), el equilibrio entre planos temporales (imagínense un castillo de naipes de cien pisos), la elección de un lenguaje que llama la atención por su exactitud y por su contundencia (imagínense una broca perforando un cráneo) y la sensación, más allá de todo lo escrito en la novela, de que nos encaminamos hacia el último tramo del tobogán de la tragedia (imagínense un prestidigitador).

Una tercera parte que nos explica la primera (que nos recomendará volver a leerla) y que comienza a hablarnos de las ramificaciones fáciles de la muerte después de habernos hablado de las difíciles ramificaciones de la vida digna y de su máxima expresión, la libertad.

En la casa vacía, de Manuel Barea, tiene esa lectura fácil y al mismo tiempo desgarradora de aquellas novelas que acabaron siendo clásicos. No sé si Manuel Barea sabe (si no lo sabe, ya se lo digo yo) que sus lectores haremos todo lo posible para que esta novela reciba toda la atención que se merece, y que si no la recibe, da igual, porque su talento está tan cargado de artillería, que es cuestión de tiempo que una de sus próximas ofensivas ponga a temblar el tablero literario y ponga, de paso, todas las piezas en el sitio que les corresponde.

En la casa vacía, de @MBarea_, tiene esa #lectura fácil y al mismo tiempo desgarradora de aquellas #novelas que acabaron siendo clásicos. Sus lectores haremos lo posible para que reciba la atención que merece. @smrtelna @AlrevesEditor. Clic para tuitear

Una gran parte de la literatura occidental del siglo XX se termina de entender gracias a la relación que los autores sostuvieron con sus editores. Explica Manuel Barea que los editores del Alrevés estuvieron a su lado durante el proceso creativo de En la casa vacía, ayudándole a dar lo mejor de sí mismo y arrimando luz a los mil túneles que siempre se aparecen delante del escritor. Siendo esto verdad (como sé que lo es), solo puedo dar mi más sincera enhorabuena a los editores de Alrevés por haber cumplido con el principal cometido de su profesión (y que a veces se olvida) y por haberlo hecho tan bien.

Mi más sincera enhorabuena a @MBarea_, un escritor de talento cargado de artillería, y a los editores de @AlrevesEditor, siempre al lado de sus autores en el proceso creativo. @smrtelna. #Reseña: En la casa vacía. Clic para tuitear

 

 

Reseña de David Llorente

Blog

Montaje de la portada David De la Torre

 

 

 

El extraño y paradigmático caso de la novela que, en época de confinamiento, se titula En la casa vacía

 

 

En la casa vacía

Manuel Barea

Alrevés Editorial

 

 

 

 

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