Conocí a Juan Carlos Iglesias en Barcelona. En un ambiente primero muy literario y, a la hora de comer, en uno muy gastronómico. Ambas disciplinas las maneja por igual, aunque en una acaba de parir un plato. Y me consta que con un arte a la altura del Cándido segoviano. Leí su De lobos y corderos (Edhasa) fuera de carta, como se dice en la jerga que Iglesias sabe maridar bien con la literaria. Leerla de nuevo, ya publicada, es como haberme dado un festín similar al crítico culinario de la película Ratatouille. Volviendo al autor, Juan Carlos Iglesias lleva toda su vida profesional dedicado a la restauración. Con sus hermanos comparte la dirección de un grupo de restaurantes de prestigio: el Grup Iglesias. Estudió Derecho en la UAB aunque siempre ha sentido la llamada del calor humano que da el contacto con los clientes y la sencilla felicidad transmitida por quien da de comer a los demás. Con los hermanos Adriá, alma del proyecto, crea El barri, espacio gastronómico de barrio renombrado mundialmente. De lobos y corderos es su primera novela… por el momento.

Juan Carlos Iglesias, codirector de Grup Iglesias y autor de #DeLobosYCorderos: Salvar almas a través de la comida era una idea cautivadora. @edhasaeditorial. #Entrevista de #GinésVera. Clic para tuitear

Entrevista a Juan Carlos Iglesias: Salvar almas a través de la comida era una idea cautivadora

Ginés Vera: —Ya en los agradecimientos subrayas que son muchos ya que «a saber si escribo otro libro». Pregunta obligada de inicio, ¿cómo surgió la idea de escribir esta novela y qué referentes literarios tuviste en mente al hacerlo, si los hubo? ¿Por qué te decidiste a ubicar la metafórica cocina central de tu obra en una institución penitenciaria?

Juan Carlos Iglesias: —La realidad es que jamás tuve intención de escribir una novela, ni siquiera un texto con una extensión suficiente para considerarse un relato. Fue fruto de la casualidad. Un día corriente en el que, esperando desayunar, tenía un Word abierto para escribir una política de incentivos para el personal, acabé haciendo una reflexión sobre las personas grises y si su invisibilidad era o no una ventaja. Ese texto lo mezclé casi de inmediato con una idea del pasado en la que un cocinero que entraba en la cárcel cambiaba la vida de las personas de su entorno a través de la comida. Las cuatro primeras páginas despertaron el entusiasmo, exagerado o no, de mi mujer, y seguí escribiendo para ella. Como un regalo, algo íntimo. Ella me lo devolvía con elogios desmedidos que alimentaban mi orgullo y hasta aquí he llegado. Todo gracias a mi mujer.

Cuanto más lees más referentes tienes. Te llega más al corazón quien te despierta emociones, ya sea deseo, amor, miedo,  vértigo, odio. Quién te deleita con el fondo y con la forma. A mi me ha marcado un libro en concreto. Cien años de soledad me parece, sobre todo en su primera mitad, una cima narrativa inalcanzable. Su virtuosismo estilístico, su narrativa fluida, su tiempo pausado,  su imaginación superlativa. Todo son cualidades. Igual me gusta el realismo mágico de Gabriel García Márquez, que el sentido del humor de Eduardo Mendoza o el desenfrenado ritmo de George RR Martin. Lo que te llega, se te queda.

Situar la acción principal en una prisión fue fruto de una breve reflexión. Casi ni breve. Si siempre creemos que la comida da la felicidad, acabar pensando que en pocos sitios se es menos feliz que en una cárcel no requiere mucho esfuerzo. La posibilidad de proporcionar felicidad a almas rotas sin esperanza en muchos casos, fue una tentación fácil. Salvar almas a través de la comida era una idea cautivadora.

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G.V.: —Me atrevería a decir que De lobos y corderos es una novela de personajes, a pesar de que que hay una trama entretejida con estos que nos transporta a numerosos enclaves y a momentos históricos inclusive. Coméntanos alguna curiosidad sobre los dos o tres protagonistas principales más allá de que haya secundarios muy relevantes.

Juan Carlos Iglesias: Como escribí el libro pensando que no estaba escribiendo un libro, la evolución de los personajes  y su importancia en la novela no siguen un patrón corriente. No tengo personajes secundarios o principales. Los que urden la trama a su alrededor lo hacen sin querer, son una excusa, una justificación, además de tener su propio propósito. Se tiende, en una novela, a considerar protagonistas aquellos que aparecen en primer lugar. En esta, el orden es circunstancial. Algunos secundarios me dan para libro, más que los principales. Y el afecto del que escribe es el mismo por todos ellos.

G.V.: — Lo culinario, lo gastronómico, tiene un papel destacado en esta novela. Ya desde la portada se presiente. Luego están esos guiños como esa empanadilla de ruibarbo o esa langosta en caldereta con patatas. También el pollo tandoori de Paranjoy nos haría relamernos, sin duda. Ello sin dejar de lado que Tristán Pinzón fue un cocinero notable y cocinará parte de la trama de De lobos y corderos. ¿Nos hablas de ello?

Juan Carlos Iglesias: —La gastronomía es mi vida. La de mis padres, la de mis hermanos y mi mujer y mis hijos han vivido ligada a ella. He crecido con mis clientes y, como he dicho en alguna ocasión, los he visto nacer, crecer y morir. Testigo de la vida de muchos. Amigo de muchos. La gastronomía es el nexo de unión de muchas personas. Y con el cariño que le tengo es normal que fuera piedra angular a lo largo de la novela. Un homenaje, la parte amable del libro. Los pasajes en los que describo el placer sensual de un mordisquito a algo exquisito son reales, esas sensaciones son verídicas. Quise transmitirlas lo mejor posible, y como cuando lo leo me entra hambre , creo que lo he conseguido.

G.V.: Creo que hay un punto cervantino o quijotesco en la narración de De lobos y corderos. Paladeo esto no solo por la estructura de la obra. También por algunos pasajes, como ese en el que cierras un capítulo remitiendo al lector a saber más adelante acerca de las peripecias de Paranjoy. O ese en el que se alude a que Mario Farfán encontró trabajo «en algún lugar de cuyo nombre ni puedo ni quiero acordarme». Coméntanos ese visaje al Quijote en tu novela.

Juan Carlos Iglesias: —Lo hay. El Quijote, tan alabado como poco leído, es una gran novela de aventuras fantásticas. Los personajes son irreales por extremos, soñadores, fantasiosos, descabellados. Son la fuente de los aventureros que vendrían después, el Barón de Münchhausen, Indiana Jones, Tom Sawyer, Gulliver, Phileas Fogg. El Quijote es la fuente del Nilo. Me fascina la gente que viaja, por dentro y por fuera. Ese espíritu me ha acompañado a lo largo del libro y no he dejado de luchar contra molinos de viento.

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G.V.: —Comentaba que es una novela de personajes, también nos hablaste de algunos de sus protagonistas. Ahora quiero traer a la mesa a otros menos frívolos, más carnales. Me refiero a que hay cameos con personajes reales, aunque con la oportuna licencia creativa como novelista. Desde el famoso corsario francés Renato Beluche, a la princesa Ghislaine o la familia Romanov. ¿Cómo fue el maridaje entre los de ficción y los de verdad en la fase creativa de De lobos y corderos?

Juan Carlos Iglesias: —Y el despiadado pirata asiático Cheung Po Tsai, que llegó a tener una flota de 600 barcos dedicados al pillaje marino. Lo disfruté muchísimo. Atribuir a personajes reales comportamientos de ficción es uno de los placeres más íntimos que he sentido. Convertir en espía de Francia a la primera princesa plebeya de Mónaco  fue estimulante. Intentas respetar la naturaleza real de los personajes pero sabes que transgredes la verdad. Dudas de si sus descendientes se pueden sentir ofendidos y de ahí que remarque que son ficticios los personajes reales y que su comportamiento, real o inventado, es una invención exagerada de principio a fin. Para que quede claro.

Atribuir a personajes reales comportamientos de ficción es uno de los placeres más íntimos que he sentido. Convertir en espía de Francia a la primera princesa plebeya de Mónaco fue estimulante. #DeLobosYCorderos, @edhasaeditorial. Clic para tuitear

G.V.: —En la portada vemos un gorro de cocinero, claro guiño a lo culinario de lo que hablamos. Pero está manchado de sangre, y de eso quiero que nos hables. Uno de los personajes llega a sufrir treinta y dos intentos de asesinato. Pero es que en el penal del Camarlengo Emérito Facundo Salvador Cocheras hay mucha sangre. Y no encebollada, precisamente. ¿Nos aderezas algo a este respecto para que los lectores afilen la vista?

Juan Carlos Iglesias: Es un libro de excesos y de decesos. Cierto es que hay en la novela mucha sangre pero toda con una justificación creativa. No es gratuita y cada escabechina, cuento cinco de memoria, es trascendente para el devenir de la historia. La sangre es provocada por la lujuria, la envidia, la codicia, por las enfermedades mentales y también por la fatalidad del destino. Todo tiene un por qué y un de dónde. Hay mucha denuncia y crítica social escondida entre las líneas sangrientas del texto. Y el deseo fundado y optimista de un mundo mejor, aunque parezca contradictorio darle protagonismo a la muerte.

G.V.: —Como postre, quería preguntarte por dos toques de chef que nos llegan a lo más íntimo al leer De lobos y corderos. Y no es el amor, que lo hay, en esta novela. Me refiero al humor y al sexo. Dos ingredientes muy bien trabajados y marinados para dejar un estupendo sabor de boca a los lectores. Coméntanoslo.

Juan Carlos Iglesias: —Sin el sexo el mundo no existiría. Si en Marte o en la Luna hubo alguna vez vida, esta se extinguió hasta convertirse en polvo por la falta de sexo. En la tierra todo es sexo. Practican sexo los humanos, los animales, las plantas. El sexo prolonga la vida y la expande. Por eso tenía que salir en el libro.  Y el humor está porque yo soy humorista. Cuando mi yo verdadero, el yo que me fue otorgado, sale de entre las tinieblas del mundo, sonrío. Mejor que reír, que es pasajero. Sonreír es un regalo divino. Dios nos dio la sonrisa antes que la capacidad de procrear. Dijo, sonreíd y multiplicaos. Cuando escribía el libro pensaba en hacer sonreír y en conseguir mantener la sonrisa. Sonreír y practicar sexo mientras el mundo se desmorona a tu alrededor es la mejor manera de honrar el regalo de la vida que se te ha dado. He combinado las dos cosas de la mejor manera posible. Es de las partes más polémicas y que más satisfecho me ha dejado desde el punto de vista literario.

 

El sexo prolonga la vida y la expande. Por eso tenía que salir en el libro. Y el humor está porque yo soy humorista. #Entrevista a Juan Carlos Iglesias, codirector de Grup Iglesias y autor de #DeLobosYCorderos, @edhasaeditorial. Clic para tuitear

 

Juan Carlos Iglesias, autor de De Lobos y corderos: Escribo gracias a mi mujer 1

 

 

 

De lobos y corderos

Juan Carlos Iglesias

Edhasa

 

 

 

Entrevista de Ginés Vera

Montaje de la portada David De la Torre.

Fotografía de Juan Carlos Iglesias: Xènia Roset Torredemer

 

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