Si te gusta Bruce Springsteen te gustará este relato: «Cars and girls», de José Luis Ibáñez Salas.

Coches y chicas, #CarsAndGirls, un #relato de @ibanezsalas con #música de Bruce Springsteen. Clic para tuitear

Cars and girls

¿Por qué regresar a Freehold? ¿Para qué? Y en este invierno en el que le has mirado las vísceras al vacío desde el cual lo que nunca dejó de ser tu padre te grita a menudo «¿has visto lo que has hecho, Bruce?». Pero ahí estás, y las fotos no engañan. Se te ve somnoliento. Y ahora yo puedo imaginar esto…

Naciste en los Estados Unidos de América pero antes supiste que habías venido aquí, a este lugar estremecido y estremecedor al que llamamos en ocasiones el mundo, a ser uno de ellos. Los que nacieron para correr.

Conduces borracho cien metros y te detienes. Es de noche. Eres una estrella. Una estrella en la noche. Quieres reírte. Ya has conocido a los dueños de las palabras que le pueden llevar a uno a la cárcel o a la gloria de los esclavos de la fama. Pronto la vas a oler muy de cerca, a la fama, pero aún hoy a estas horas de la madrugada, con el amanecer de tu tierra a punto de llenarte de ti, no lo sabes. No sabes que el triunfo de los dioses del rocanrol pondrá a prueba una y otra vez todo tu infierno interior. Una y otra vez.

Estás en Freehold y tras de ti la casa de tus padres suena como una canción de Roy Orbison. Solitaria. Cantada por tu madre. Y por ti.

Alguien se te acerca ahora que estás otra vez apoyado en tu coche, como en las fotos que te han tirado hace ya casi un día entero. Viene tambaleándose y te reconoce. Y te llama por tu nombre. ¡Hey!, le respondes. No caes en quién puede ser. Pero él comienza a reírse, como si en realidad le hubieras dicho algo gracioso. Se sienta cerca de ti y te ofrece un cigarrillo. No lo aceptas, claro, y, a cambio, le dices algo amable que no puedo escuchar porque cuando escribo sobre ti no paro de encender en mi cerebro una tras otras las canciones de la tetralogía discográfica que sustentó a la música juvenil de chicos de barrio durante más de una década.

El muchacho, poco menor que tú, se levanta y se va. Se despide. Te dice que has tenido suerte, que no has necesitado cruzarte con el diablo. Y que esa encrucijada donde estás parado no la superarás jamás. Ni siquiera conduciendo toda la noche. ¡A quemarropa!

 

 

Cars and girls

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