Nadie quiere esos zapatos. ¡Son tan feos! Tanto, que el dueño de la zapatería acaba dejándolos junto a los contenedores de basura. Allí los encuentra Pablo. Comienza la aventura. María Jesús Mingot nos invita a calzarnos Los zapatos más feos del mundo (Editorial Azulete). Reseña de Carmen Pinedo Herrero.

Los zapatos más feos del mundo, de María Jesús Mingot

El año pasado tuvimos la suerte de recorrer con María Jesús Mingot los mundos que albergaba una caja de cartón. La autora nos invita ahora a emprender viaje de nuevo. Para ello nos ofrece algo tan necesario para el caminante como es un calzado adecuado. Pero, dirá alguien, ¡estos son los zapatos más feos del mundo! ¿Quién querría ponerse unos zapatos así? ¿Quién? Pablo, María Jesús, yo, cualquier lector que tenga la dicha de abrir este libro y viajar a través de sus páginas.

un mismo punto como punto de partida y llegada de viajes infinitos.

¿Dónde empieza el viaje? A lo mejor, en el lugar más inesperado y más próximo. En nuestra habitación o a la vuelta de la esquina, delante de nuestra casa o abandonado junto al contenedor de la basura. ¿Quién sabe? La aventura comienza, tal vez, en la mirada que dirigimos hacia objetos cotidianos: vulgares, incluso feos; a veces rechazados por su pobre apariencia. Y, sin embargo, eso que se desprecia puede ser la puerta hacia una realidad «mucho más enigmática y paradójica» de lo que creemos.

el prodigio de que en el límite de lo posible prevaleciera lo imposible.

Los zapatos más feos del mundo, de María Jesús Mingot

Los zapatos más feos del mundo. Ilustraciones de José María Gallego

Son puertas que se abren a mundos como aquel en el que la autora, según nos cuenta, ha tenido la sensación de habitar durante el año que duró la escritura de la novela, «mientras uno pasea, mientras come, mientras va en el tren, en cualquier parte y en cualquier lugar». Un mundo junto al mundo. Un encuentro.

porque cuando uno entra en contacto con algo así ya no puede desentenderse de ello. Lo saben los adultos y lo saben los niños, que hay encuentros que son solo un comienzo, encuentros que nos están aguardando de algún modo y que han de seguir siendo lo que son, un misterio, para llegar a ser vividos.

Encuentro o reencuentro. Cuando vi el documental La cueva de los sueños olvidados pensé: «pies y piernas caminando con todo tipo de calzado, descalzos, piernas de recolectores y cazadores prehistóricos, de soldados, de prisioneros, prófugos, derrotados. Muchas formas de caminar sobre superficies distintas: tierra, piedras, arena, caminos, carreteras». Mientras leía la novela de María Jesús Mingot, recordé el documental de Wim Wenders. Y, de pronto, la cueva, la linterna de Pablo «enfocando el haz de luz sobre algunos trazos rudimentarios pintados en las paredes». Encuentro de sensibilidades, sí. Reencuentro.

Creo que tu soledad nos encontró. ¿O fue la nuestra la que encontró a la tuya? Tratándose de soledades nunca se sabe quién encuentra a quién.

Amistad. Compromiso. También el humor, y la compasión, y la ternura. El valor de la palabra dada: «Sintió por segunda vez la importancia que tiene el simple hecho de dar la palabra a otro y el compromiso que comporta, y, sin saberlo, celebró la grandeza de que algo así pueda tener cabida en este mundo».

El calor de tu mano me hace bien. También el calor de las palabras.

Pero es preciso atreverse a abandonar el territorio conocido, arriesgarse al salto, aceptar que hay «cosas que no se pueden prever ni explicar, que no se repiten ni figuran en ningún mapa». Hay que atreverse: por uno mismo, por el niño que fuimos o somos y, sobre todo, por los demás. Hay que ir a su encuentro.

«Así pues, habían ido a la búsqueda de lo que no esperaba ser encontrado y habían encontrado lo que no esperaba ser buscado».

Zapatos de cristal y zapatillas rojas, botas —con o sin gato— y unos zapatos tan feos, tan feos, que son los zapatos más feos del mundo. Vamos a calzárnoslos y a recorrer con ellos esos caminos que no aparecen en los mapas.

Y antes de partir, una advertencia que nunca debes olvidar: bajo ningún concepto podremos abandonar el tren en marcha. ¿Lo entiendes? Lo que se comienza, se acaba. De lo contrario no tendremos una segunda oportunidad.

Los zapatos más feos del mundo, de María Jesús Mingot 1

O zapatos como estos, de Vincent Van Gogh

¿Abandonar el tren en marcha? ¿Abandonar la lectura? Imposible. «Y como la historia me divierte —dice uno de los personajes de la novela—, no tengas prisa, que dure mucho, que sea trepidante, que… que podamos meternos en ella». Es lo que hacemos. Y, al terminar la lectura, pensamos en cuánto trecho les queda por recorrer a esos zapatos y aguardamos, entre la felicidad y la impaciencia, que María Jesús Mingot vuelva pronto a relatarnos las aventuras de todos estos personajes que ya se han convertido en nuestros amigos. No tardes, María Jesús. Queremos más.

Sobre la autora

María Jesús Mingot es profesora titular de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado la novela El vértigo de las cuatro y media (Ed. Libertarias, dos ediciones), los libros de poemas Cenizas (Ed. Libertarias), Hasta mudar en nada (Bartleby Editores) y Aliento de luz (Ediciones Vitruvio,  tres ediciones), así como el cuento largo, ilustrado por Luis Herrero Mateo, Un mundo en una caja (Guías Azules España. Casa Editorial Azulete) y la novela Los zapatos más feos del mundo, ilustrada por José María Gallego (Guías Azules España. Casa Editorial Azulete).

 

María Jesús Mingot nos invita a calzarnos Los zapatos más feos del mundo para recorrer los caminos que no vienen en los mapas. Con ilustraciones de José María Gallego. #LIJ. #Reseña: @arteyprecine. Clic para tuitear

 

Los zapatos más feos del mundo, de María Jesús Mingot 2

 

Los zapatos más feos del mundo

María Jesús Mingot

Guías Azules España. Casa Editorial Azulete

Páginas: 208

Tamaño: 21 x 14 cm.

Encuadernación: tapa blanda

ISBN: 8417368906

ISBN-13: 9788417368906

Año: 2018

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Reseña de Carmen Pinedo

Portada de la reseña: David de la Torre