La autora de Respirar escarcha, la madrileña Emma Prieto, ha publicado otro poemario, Radiografía de ausencias (Indie, 2020), y tres libros de relatos: Extravíos (Caligrama, 2017), Escamas en la piel (Adeshoras, 2018) y Mecánica terrestre (Eolas ediciones, 2021). Licenciada en Ciencias de la Educación y profesora de educación especial, imparte talleres de cuentacuentos en colegios de educación primaria y realiza actividades para adultos en librerías y bibliotecas.

Más de la mitad de los poemas que componen Respirar escarcha poetizan la imprescindible supervivencia que las almas sensibles necesitan desarrollar hoy para que una sociedad como la actual, en la que todo invita a la deshumanización, no nos lleve por delante. El poeta portugués Nuno Júdice recomienda «usar el poema para elaborar una estrategia de supervivencia en el mapa de nuestra vida».

#Respirarescarcha de Emma Prieto, el poema como estrategia para la supervivencia. @eolasediciones. #Reseña de Manu López Marañón. Share on X

En veinticuatro composiciones Emma Prieto, sobreviviente de una perdida edad, pero más lejos aún de convertirse en un ente arcaico al límite de la aniquilación, combate utilizando la palabra para desplegar unos cuantos apoyos sobre los que apoyarnos frente al inclemente tráfago cotidiano. Y es que, en apariencia débil e inadaptada, la buena poesía siempre sobrevive —«la poesía es un género muerto», anda voceando por ahí, con autoridad endeble, un negro heraldo— a esa ley de la selva que —en teoría— establece el más fuerte.

Los versos y la música como remedio para la desubicación existencial [10]; añorar a Perséfone, reina del mundo subterráneo, preferible a los vivos [11]; la sonrisa, eficaz camuflaje del malestar interior [15]; el mar, meta deseada para resistir a la ciudad [16]; las cosmopolitas ensoñaciones [21]; la aceptación del desconsuelo como cotidiano estado del alma [22]; la madurez como libertad recobrada [23]; el valor para afrontar los días grises [24]; amar de forma constante [26]; los cuidados de la madre [27]; aprovechar el tiempo desde la juventud amorosa [28]; la pintura despertando vocaciones artísticas [30]; asumir los engaños [31]; recuperar la pasión [32]; la creación como puente de comunicación [33]; conversar, aunque sea con los insectos [34]; que la actividad cotidiana no impida escribir un poema [37]; buscar la sombra que nos proteja [38]; mantener el contacto humano [39]; aprovechar las ventajas de la miopía, que cubre la vida con un favorecedor velo [40]; las mejoras que ofrece la cirugía [41]; fingir que no necesitamos bastón para caminar [42]; la poesía llegando a lo más íntimo de nuestro ser [43], y la felicidad, que aparece sin avisar el día más inesperado [46], conforman este trascendente listado.

15

[…]

Estamos hechos de algodón y disimulo.
Sonreír.
Buenos días.
Buenas tardes.
¿Qué tal está usted?
Sonreír. Sonreír siempre.
Y por dentro, un silencio de corcho.
22

[…]

Saborear la sangre de la herida nueva. Comparar su sabor
con el de otras antiguas.
Vivir con la sangre, con la herida, con el dolor.
37

[…]

O quizás,
poesía impaciente y rabiosa,
espuma de todas las cosas y de ninguna,
me golpee en el supermercado,
cuando esté eligiendo quita grasas,
y me falte el lugar para escribirla.

[…]
46

[…]

Sucedió de esa manera
una tarde fría de diciembre.
Que un día fui feliz, así, de pronto,
y aquí vine a recordarlo.

Hemos hablado de inclemente tráfago y este segundo grupo de ocho poemas en Respirar escarcha precisamente radiografía sustanciales aspectos de una sociedad cuya insensibilidad pareciera desconocer límite. El poeta romántico Giacomo Leopardi avisaba de cómo el presente —cualquiera que sea— nunca puede ser poético; el italiano ni siquiera pudo imaginar que las bestialidades a las que ha llegado el ser humano fueran denunciables a través del verso. Y es que la poesía hoy es «un arma cargada de futuro» siempre y cuando sea «un arma cargada de presente».

El silencio expandiéndose [4]; los ruidos del presente, feos y vocingleros frente a aquellos otros, quebradizos y dolientes, del pasado [5]; la ambición humana atentando contra el medio ambiente [12]; la dureza de sentimientos en la propia familia [13]; la injustificable muerte de unas niñas a la salida de la escuela [14]; ese octogenario agonizando en las aceras sin recibir ayuda [17]; la muerte anónima del ganado vacuno en el matadero [18], y el insufrible peso de la existencia dejándose sentir en cada articulación [19] dan buena cuenta de estos tiempos salvajes que toca padecer.

12

[…]

La playa convertida en una húmeda alfombra
de muerte plata.
La ambición es un hacha afilada
que corta y se clava en cualquier lado.
La ambición, cuando se lo propone, 
arrasa playas, peces, montañas, desiertos.

[…]
14

Volasteis por el aire 
como nunca hubierais pensado
que se podía volar.
Volaron vuestros cuerpos y
en ese mismo instante dejaron de ser vuestros.

[…]
19

[…]

Una carga insoportable sobre las junturas
toda yo convertida en una puerta herrumbrosa
que no encuentra manera
de abrirse o cerrarse.
Que no encuentra manera.

El tercer grupo de Respirar escarcha lo conforman trece composiciones que encuentran en la flora y fauna la necesaria abundancia de símbolos con que Emma Prieto desvela aspectos evidentes —y más ocultos—de la naturaleza humana. El poeta extremeño Carlos Medrano ha dicho: «Los grandes poemas que se recuerdan siempre conducen, como la primavera o el verano, a la naturaleza». Y es que poesía se dice de todo lo que hay de elevado, de conmovedor en una obra de arte, en el carácter o en la belleza de una persona e incluso en una producción natural. Para mejor apreciar la arquitectura de estos últimos versos viene bien recordar las palabras del francés Pierre Louÿs: «Un poema nace así: Primero estilo. Luego, invención. Y la composición es obra de la naturaleza; se hace por sí sola; no le pongas trabas».

La transformación del hielo en agua simbolizando la brevedad de la vida [1]; la adaptabilidad del agua a los sólidos o la flexibilidad [2]; una especie de pájaro en extinción anticipa un mundo sin aves [3]; las edades de un perro muestra a la poeta los estragos de un tiempo por ella compartido [6]; una cáscara sin fruto o la ausencia de sustancia [7]; una infancia en la que era obligatorio ocultar los sentimientos se simboliza en una caja de escarabajos [8]; un árbol hace más memorable el recuerdo de quien ya no está [9]; la infancia se compara con la arena de una playa, también deshecha por la fuerza [25]; la rama de un árbol cargada de nieve presta a romperse o la fragilidad [29]; una flor marchitándose o la fugacidad [35], otra marchitación, ahora símbolo del declive físico [44]; la llegada de la primavera o las ganas de vivir [36], y el irresponsable disfrutar de un gorrión frente a la persistente culpabilidad humana [46].

6

Los años de mi perro dan la medida de los estragos del tiempo. Podría fijarme en mí, desde luego. Y, sin embargo, es él quien me conmueve.

[…]
25

Niños de arena.
Existen.
Lo he leído en algún sitio.
Miles, millones de granos, 
dan forma a su ignorancia.
Son tan dorados.
Hay tardes en las que el mar
lame sus pies,
entonces juegan y ríen
con cuidado de no desbaratarse.
Si utilizas la fuerza con ellos,
se deshacen.
Un poco como nosotros,
los de carne y hueso.

Jaime Gil de Biedma avisó de «cómo cortar las palabras de su hábitat natural y hacerlas poema es muy difícil». Emma Prieto gracias a un léxico transparente logra lo natural en poesía: lo bien dicho, convirtiendo el problema de la expresión en la solución más elegante. Esos inexistentes lectores de poesía (sic) quizá se corporicen ahora ante un poemario tan bello y cardinal como es este Respirar escarcha.

Respirar escarcha. Emma Prieto. Eolas ediciones (2023) 1

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Reseña de Manu López Marañón

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