Al ver el título de la novela, El gánster de Olabeaga, me ha venido directamente la imagen de Tomás Garrincha a la cabeza, y me he dado cuenta de que ese maravilloso detective, ya no solo forma parte de mi corazón, sino del mundo de la novela negra con mayúsculas.

Cuando un personaje es capaz de mantener su esencia a través de una saga, encadenado al duro lastre que significan varias novelas a sus espaldas, sin perder un solo ápice de frescura, al contrario, aportando nuevos matices o lo que es más difícil, rescatando personajes y dándoles una vuelta de tuerca para que parezcan nuevos, es ahí cuando estamos hablando de su consagración a manos de un gran escritor.

De la mano de Erein pudimos disfrutar con Atrapado, El precio del silencio, y Sospechosos. Ahora, es la editorial Cosecha Negra la que continúa las maravillosas aventuras de nuestro detective más peculiar en El gánster de Olabeaga. Y digo esto porque a lo largo de la historia, hemos visto diferentes tipos de detectives en la literatura, no muchos la verdad, y casi todos se ciñen a unas normas básicas. Pero con Garrincha, tirando de expresiones coloquiales, diré que se rompió el molde, expandiendo así de manera natural la estructura de la novela detectivesca; se aflojó el corsé, dejando respirar a la esencia del protagonista, y por supuesto, se dio rienda suelta a las desbocadas posibilidades que ofrece el tan erróneamente sobreentendido concepto de la moral.

Cuando un personaje es capaz de mantener su esencia a través de una saga, estamos ante su consagración a manos de un gran escritor. El gánster de Olabeaga, de @JuanInfante10. Reseña de Eduardo S. Petite. Clic para tuitear

Pero vamos a lo que nos ocupa: El gánster de Olabeaga. Como digo siempre cuando reseño sagas, se puede leer independiente de las anteriores, pero el trayecto, con el bagaje de las predecesoras es más enriquecedor, aunque también os digo que cuando la terminéis, en caso de no haberlas disfrutado, os aseguro que serán vuestras próximas lecturas, porque Garrincha siempre te deja con ganas de más.

En esta ocasión, la novela arranca con la vuelta de unas vacaciones por parte del protagonista, Tomás Garrincha, y su mujer, la encantadora Teresa. Para los que no lo conocéis, Juan Infante nos regala un resumen perfecto. Garrincha es tocayo del genio del dribling (el jugador de futbol más querido de Brasil) y lleva en eso del delito desde los veinte años. Ahora tiene cuarenta y cinco (como yo en breve. Aunque eso es lo único que tenemos en común, bueno, más o menos…) y cuando cumplió los cuarenta, decidió dejarlo. Oficialmente está fuera de la ley, pero como en la trama que nos ocupa, una vez más veremos que no siempre es así.

Los asesinatos de Alice, hija de un importante industrial francés, y un ingeniero de telecomunicaciones llamado Ignacio Abadía, serán el detonante para que estalle una nueva y deliciosa bomba de relojería cuya onda expansiva afectará de lleno a nuestro protagonista.

En El gánster de Olabeaga, por primera vez Garrincha es reclutado por el lado bueno de la ley. En un principio opondrá resistencia, pero como siempre, el alma indómita que habita en lo más profundo de su ser (aunque sale a flote con gran facilidad), le hará bajar las defensas y aceptar la oferta. Por supuesto, por muy delimitado que esté todo dentro de la más estricta legalidad, nuestro carismático protagonista se verá inmerso de manera indefectible en situaciones peliagudas, que no solo estarán diametralmente opuestas a lo acordado, sino que una vez más pondrá en riesgo su integridad física.

Por recomendación del CNI, la Dirección General de la Seguridad Exterior (DGSE) —la CIA francófona— se pone en contacto con el ministerio del Interior francés para contratar a Tomás. El inspector Julián Martínez de la gendarmería francesa será el encargado de tratar directamente con él y coordinarlo todo con el resto de los organismos oficiales. Garrincha también entablará una relación directa con Antoine, el padre de la chica asesinada. Y por primera vez, de manera excepcional y consensuada, Sara Cohen y Miguel Fabretti, inspectores de la Ertzaintza en la comisaria de Deusto, aparcarán sus rencillas (no muy lejos) y trabajarán con Tomás por un bien común. Eso sí, como es habitual en este mundillo, todos y cada uno de los anteriormente nombrados, acabarán actuando de manera paralela por su cuenta. En concreto, los ertzainas, por todas las cuentas pendientes con el de Olabeaga (también conocida como la pequeña Noruega), y por las ganas acumuladas de justicia, harán todo lo posible por detenerle, y por primera vez, tienen una buena mano en el juego que se está disputando. Curiosamente, la maravillosa Teresa está tan acostumbrada a los tejemanejes fuera de la ley de su pareja, que tras ponerla en situación de todo, lo único que le sorprende es que se vaya a apuntar al club deportivo (requisito curioso pero necesario para esta aventura).

Como ya nos tiene acostumbrados, Juan Infante, a lo largo de toda la novela, nos hará de cicerone por la noble villa de Bilbao (que hará extensible al país vecino), visitando lugares emblemáticos y como no, nos acompañará a infinidad de restaurantes, donde salivaremos con la simple enumeración de comidas de las que dan cuenta los personajes, regadas, como no, con todo tipo de bebidas, entre las que no puede faltar por supuesto el mítico negroni, que ya es a Garrincha, lo que el Martini a James Bond (eso sí, con pequeñas salvedades, ya que el negroni usa Campari en lugar de vodka, y nada de mezclarse, se agita enérgicamente). De la misma manera Juan, nos abre el apetito literario con pequeños regalos en forma de recomendación velada, nos instruye en el atractivo mundo del negro sobre blanco.

La novela está habitada por magníficos personajes secundarios, entre los que destacaré a un grupito de civiles cuarentones, reclutados como ayuda complementaria en la sombra; Bernard, funcionario adscrito al consulado francés. Pierre, trabajador de Air France en el aeropuerto de Bilbao. Paula, profesora del Colegio Francés. Y por supuesto Sophie, encargada de la oficina comercial, responsable de las funciones administrativas y coordinadora del equipo.

Pero también nos encontraremos de nuevo con viejos conocidos:

Jon Etcheverry, un killer de renombre, que aunque ya está retirado en el País Vasco francés, no hace ascos a nuevas propuestas laborales ocasionales.

El bigardo galdacanés Julio Arechavaleta, importante personaje del hampa (y no precisamente me refiero a la asociación de madres y padres de alumnos) y ahora competencia de Antoine por ser socio de un grupo francés muy potente.

Félix Suarez, el sicario asturiano residente en Baracaldo, ángel de la guarda de Garrincha y amigo de Etcheverry.

Lucia Gorostiola, hija de uno de los mayores narcotraficantes de Bilbao, y suministradora incansable de quebraderos de cabeza para nuestro protagonista.

Y continuando con esta última, diré que Lucia vuelve para generar una subtrama, que como nos tiene acostumbrados Juan Infante, en un principio parece pequeña y secundaria, pero te mantiene en vilo desde el principio, y con la incertidumbre intacta hasta el desenlace final. Una vez más, nos hace ver la cara oculta del delincuente. Conseguimos empatizar con situaciones reprobables que jamás reconoceríamos ni defenderíamos en público.

Parecerá una locura, pero así como en la novela anterior, Wolfgang Amadeus Mozart y Haruki Murakami, fueron claves para la trama, en El gánster de Olabeaga, unos colmillos de elefante y un bañador Meyba serán piezas fundamentales para resolver el entuerto.

En esta novela, Sara y Miguel nos dan más a conocer su vida personal, y no solo es interesante, sino que da cuerpo a la historia de una manera sutil pero efectiva.

Como siempre, el texto está surtido de detalles y reflexiones que dan mucho que pensar. Como ejemplo diré que Paula, en un momento determinado de la novela, le dice a Garrincha que es un gánster muy extraño, a lo que él le contesta que «Puede que lo extraño sea tu idea de los gánsteres». Y es muy cierto, en la vida muchas veces tenemos ideas preconcebidas de las cosas, que a poco que profundices, ves que no se corresponden en absoluto con la realidad, pero estamos muy mal acostumbrados, y ya lo dice el refrán, de lo que oigas nada, y de lo que veas, la mitad. Estoy convencido de que Garrincha es mucho más fiel al gánster real, que cualquiera que podamos descubrir en otras novelas o películas del género, no hay más que leer el periódico, o ver el telediario para encontrar paralelismos.

Hay un capitulo que me gustaría destacar, y no desvelo nada si digo, que sin tener gran relevancia para el desarrollo de la trama, curiosamente es mi favorito. Me refiero a «En la tumba de Luis Mariano». Es emocionante, intrigante, aleccionador, divertido y emotivo. Es de esos capítulos que recuerdas a lo largo del tiempo, y además, con una sonrisa en los labios.

«Emocionante, intrigante, aleccionador, divertido y emotivo». El gánster de Olabeaga, de Juan Infante. Si @JuanInfante10 decide continuar dando vida a Garrincha, «no habrá quinta mala». Clic para tuitear

Y remataré vaticinando que, aunque no soy taurino, tengo por seguro que si Juan decide continuar dando vida a Garrincha, «no habrá quinta mala».

El gánster de Olabeaga

Juan Infante

Cosecha negra

Reseña: Eduardo S. Petite

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