Rodeada de mujeres en un mundo de hombres

¿Recuerdan a Philip? Sí, el nuevo ejecutivo que reestructuró el organigrama de la empresa el mes pasado. Pues me ha dejado trabajando rodeada de mujeres. Claro, como a él le gustan los hombres, el muy tocapelotas, y nunca mejor dicho, se los ha llevado a todos bien cerquita. Y por si esto fuera poco, todas son directivas. Menos yo, claro, que lo único que dirijo es mi culo por el pasillo hacia la máquina del café, para servirles el suyo cada mañana cuando me lo piden.

Desde que llegó Philip, trabajo en la Planta 6, Oficina 9. Qué cruel puede llegar a ser el desatino, digo, el destino. Me ha tocado el 6 9. Y al único hombre que veo cada día es a Alex Pettyfer en mi protector de pantalla. Ay, quién fuera pixel…

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No hay nada como soñar

No sé si el «se te va a pasar el arroz» de mamá quedó en mi subconsciente. El caso es que hace algunas noches tuve un sueño erótico… y se despertó en mi el ying y el yan, la fiera y la romántica que llevo dentro. De repente, en el sueño, conocí a un hombre que estaba, uhm, madre mía como estaba, buenísimo. Nos enrollábamos y el me susurraba al oído: baby, oh my baby. Y yo soñaba con tener un niño con él. Se me había despertado ese instinto que llevamos todas las mujeres dentro: el instinto maternal.

Me desperté asustada ¿Yo? ¿Con instinto maternal? Si el último instinto que tuve fue el de pedirle al vecino del cuarto un poco de azúcar e intentar tirármelo en la cocina como una loca. Menos mal que fuimos salvados por la campana, digo, por el timbre.

Así que decidí dejar de tomar las píldoras anti baby y apuntarme a una página de contactos on line. Y ya han contactado conmigo varios chicos. Oye, no sabia yo que esto del cibersexo era tan excitante… Uno de ellos me gustó mucho y quedamos anoche para conocernos personalmente y cenar. ¿No es fantástico? Así que ayer fui a mi peluquero a que me hiciese un completo, bueno, no penséis mal, un completo completo de esos… no. Ya me hubiese gustado a mí, con el cuerpazo que tiene y lo atractivo que es. Pero está pillao por el que hace la estética. En fin, que entre los dos me dejaron peinada, maquillada y con la manicura hecha. Me puse mi faldita negra y mi camisa entallada, y preparada para la cata, digo para la cita.

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Qué bueno está… todo, ejem, todo

Era la hora, entré al restaurante donde habíamos quedado.

—Buenas noches. Por favor, ¿la mesa de Alberto García? —así es como se llama mi ,.

—Acompáñeme si es tan amable, la está esperando.

Un gustirrinín me subía por dentro y me bajaba por fuera y de repente… allí estaba él.

—Señorita, dijo el camarero, mientras me retiraba amablemente la silla para que me sentase.

—Hola, ¿que tal? —una voz de barítono me hizo subir la libido al ático del edificio.

—Hola, bien, ¿y tú? —balbuceé como pude, porque la vibración de su timbre me había llegado allá donde el nombre de la pelvis pierde el honor. ¡Woow!

—¿Te parece que pidamos algo para beber? —dijo él. Y yo, que nunca bebo, no lo dudé ni un segundo y cuando vino el camarero…

—¿Qué les sirvo?

—Yo tomaré una cerveza, ¿y tú? —me preguntó mirándome con esos ojazos verdes. Ay, el verde me persigue, debe ser mi karma. Bendito karma.

—A mí póngame brandy.

—¿Brandy? —dijo Alberto con cara de póker.

—Shandy, he dicho Shandy…—Uff, el Atlántico me hubiese bebido en aquel momento.

—Bueno, ya estamos aquí. Estás preciosa.

—Gracias —pero qué bueno estás, pensé. Y pisé el freno, quiero decir, el frenesí.

Entonces vino el camarero con las bebidas y nos trajo la carta.

Baby que te quiero baby

Lo cierto es que comimos poco y hablamos mucho. No parábamos de mirarnos. Ya en el postre, sin esperarlo, él metió su mano debajo de la mesa. Fue entonces cuando di mi G.G., el Gran Grito. Y os diré a los que no me habéis oído gritar nunca, que cuando yo grito, Tarzán se queda afónico.

—¡Aaaaaaaahhhhhhhhhhh! —Entre la excitación, lo obnubilada que estaba y la tensión sexual, digo ambiental… francamente, no esperaba que ninguna mano muerta cayese sobre mi desnuda pierna.

De repente todas las caras del tranquilo y exquisito restaurante, se concentraron en la mía, Alberto me miraba pasmado sin pronunciar palabra.

El camarero, el metre y el dueño del local acudieron rápidamente a ver qué ocurría. Y yo, yo… solo pude decir:

—¡Una cucarachaaa, que he visto una cucarachaaa!

Entonces todas las mujeres del restaurante comenzaron a gritar como posesas y a subirse encima de las sillas y el director, sofocado, rojo como la guinda de mi pastel de frambuesa y con cara de pocos amigos, nos dijo: «será mejor que se marchen, están invitados, paga la casa».

Alberto y yo nos echamos a reír a carcajadas y salimos a la calle y me cogió de la mano. Se oían los gritos de las señoras histéricas en toda la manzana. Mientras corríamos por la acera me decía que jamás se lo había pasado tan bien. 

Aquella fue la primera vez, sus labios parecían de papel

Y de tanto caminar, acabamos en Albacete.

—Ven aquí baby — y me besó. Aquella fue la primera vez, sus labioos parecían de papeeel… Y tanto que de papel, era un beso tan suave, tan suave… que parecía un pico con la boca abierta… Y mi libido se fue a hacer puñetas. Y de nuevo me cogió de la mano. El Albertito empeñado en hacer manitas, con la de problemas que había dado la extensión de su brazo aquella noche, ja ja.

—Sin duda eres especial. Tú serás mi baby —me dijo.

Y pensé, se convirtió el príncipe en rana. A este tío le falta ese puntito golfo que nos gusta a las mujeres. Así que le dije:

—Creo que es hora de irme a casa, pido un taxi.

Y remató:

—He pasado una noche maravillosa, baby. Te llamo mañana.

Y ahora qué hacía, no quería volver a verle, tenía que decirle algo para quitármelo de encima. Algo que no le hiciese daño y que me liberase de su insistencia… así que pensé rápidamente y le dije:

—Verás Alberto, quería comentarte algo… durante la noche de hoy… se está reforzando en mí una sensación que me lleva rondando hace tiempo… no se cómo decírtelo… ejem…

—Baby, hay confianza, dilo con toda naturalidad.

—Creo que me gustan las mujeres.

Entonces Alberto me miró, sonrió y me dijo, al puro estilo Joe E. Brown:

—Nadie es perfecto.

Tras la despedida pensaba, horror, al final va a llevar razón mamá, se me va a pasar el arroz… o no, que para eso está el Brillante, así que seguiré buscando.

 

La Prima de Bridget. Monólogos de Humor.

La Prima de Bridget. Una sección de Pilar García Reche. Ilustraciones de Pablo Noia.

La prima de Bridget, monólogos en clave de humor de Pilar García.

Ilustraciones de Pablo Noia.

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