En ocasiones, el escritor necesita mirarse para ver. Repasar su historia, volver la vista atrás para ver cómo ha sobrevivido. Así, sabemos elementos autobiográficos que el autor desenmascara, sin retoricismos ni alambicamientos innecesarios. Una forma de desnudarse, de catarsis, es Carrera con el diablo, la opera prima de Luis Sánchez Martín (Cartagena, 1978), a quien ya conocíamos por algunos poemas y relatos publicados en distintos medios literarios, y por ser el director de Boria Ediciones.

#Reseña: Carrera con el diablo, opera prima de Luis Sánchez Martín, una forma de desnudarse, de catarsis: un discurso lírico que se antoja purificador. @L_Rocket88, @Lasturaedition. #RecomiendoLeer: #JesúsCárdenasSánchez. Clic para tuitear

Para ello elige el título de una canción de Gene Vincent, presente en el poema «Amador» del segundo capítulo, Carrera con el diablo (Lastura), donde nos da cuenta de cómo sobrevive a la mala vida llevada en su juventud. El sujeto contempla esos hitos con asombro. El libro es un espejo donde se refleja el sujeto que lo hace seguir adelante. El discurso lírico de Sánchez Martín se antoja purificador, sitúa una balsa sobre las aguas de lo vivido: rescata los recuerdos de una etapa en la que malvivía, aunque ese malvivir no fuese motivo de orgullo fue momento experimentado por una generación, y muchos de los referentes temporales se identifican con parte de una vida, quizá, la que a algunos nos tocó vivir.

El escritor barcelonés Abel Santos le acompaña en este viaje, quien afirma es «la obra de alguien que ha aprendido a despedirse del propio vacío de su existencia».

En esa deriva vital, el libro se plantea en dos apartados bastante equilibrados. Tal vez, la diferencia la marque el estilo: en el segundo parece más desatado, libre de ataduras. El aparato textual toma versos de poetas, que siguen su propio camino, como son Pilar Blanco y José Antonio Martínez Muñoz.

El primer apartado de Carrera con el diablo, titulado «Vivir despacio, morir viejo y dejar un ridículo cadáver», invierte los términos significativos del rockero, porque el deseo del presente contrasta con la rebeldía del pasado. La cultura del rock se instala en muchas de las composiciones, por lo que el lector entenderá que detrás hay un hermoso homenaje con el que se identificarán aquellos que vibraron con la música de Gene Vincent y Stray Cats en el poema «90´s», Edie Cochran o Mark Knopler en «Una bala de cañón en cada vértice», Jim [Morrison], Elvis o Los Rebeldes, en «La segunda persona», pero también con el creador de un estilo propio de jazz, «los vinilos de Chet Baker», en «Como el oro que sella las figuras». Músicos convertidos en mitos por un chaval que cree llevar en las venas el rock and roll.

Combinado con la música, el alcohol formaba parte de esa mirada rebelde con que el sujeto afrontaba el tránsito de los días. Así, se entiende perfectamente ya desde el inicio: «soy la herida / y si soy la herida puedo ser / el antídoto». El recorrido del sujeto tampoco es fácil desde el punto de vista familiar: «El día que murió mi abuelo / mi madre me dio una paliza» (en «El día que murió mi abuelo»), toma distancia de la estructura parental: «También tenía familia / en los noventa / pero no la usaba» (en «90´s»). La actitud rebelde u oscura tiene vetas oscuras. Así, es como, tomando un verso de Lou Reed, «A Jenny la salvó el rock and roll».

En el primer apartado de Carrera con el diablo, «Vivir despacio, morir viejo y dejar un ridículo cadáver», @L_Rocket88 invierte los términos significativos del rockero, porque el deseo del presente contrasta con la rebeldía del pasado. Clic para tuitear

El segundo apartado, «El siglo XX no acabó hasta que murió Chuck Berry», no continúa la línea optimista de los dos últimos poemas anteriores. Los poemas se cargan de referentes musicales de una época, y toman el aire de canción. El sujeto es consciente del tiempo que pasó y de nuestra fragilidad. Así, composiciones como «No lo intentes» o «El ángel caído» (en homenaje a John R. Cash). La expresión toma la fuente del poeta alemán afincado en Los Ángeles, del que se cumplieron este agosto cien años de su nacimiento, Charles Bukowski, dueño de una expresión coloquial propia. En el poema «Bukowski nunca lo hizo», el lado oscuro ya no palpita como antes: «esperar frente al televisor / con cerveza y patatas fritas / por si acaso no amanece / no parece la mejor solución». El sujeto muestra las heridas como el que ha superado una dolencia. El humo, las latas de cerveza, las patatas fritas, las tragaperras, el televisor, las noches en pensiones o en hostales, la resaca, pero, sobre todo, mucho rock and roll constituyen el universo de Sánchez Martín.

Desde la ventana de un motel contempla el transitar de algunos individuos, lo que recuerda a la escritura de Karmelo Iribarren. Muestra la cara más cruda de los sueños, la muerte, en el poema dedicado al surfista Lujo Berner: «Así / murió / Lujo Berner / que nunca fue». El quehacer poético cobra protagonismo en el poema «Cáceres, 1948», no como una forma impostada, sino, de nuevo, desnuda, despojada, donde encuentra el lector una de las claves para comprender los bocados de realidad de esta entrega lírica: «Busca continuidad y contenido / palabras espejo, reflejo de los actos / que signifiquen algo y no dejen / incómodos regueros de quietud / congelados en la espalda». Los versos no se callan sino que enuncian todo el transitar existencial, por repulsivo que pueda parecer, como en el último, «Cuando el poema agoniza»: «donde orino en el lavabo de la habitación / —mañana alguien se lavará los dientes aquí— / por no cruzar tres pasillos hasta el baño compartido».

En suma, en los poemas de Carrera con el diablo se erige una voz que recuerda las heridas de otro tiempo. Las composiciones en verso libre, un uso arbitrario de los signos de puntuación, un lenguaje coloquial propio de la calle, los referentes de la cultura del rock forman una unidad bastante homogénea. Cercano al realismo sucio de los poemas de Raymond Carver, Sánchez Martín trata de despegar su voz del silencio, reflejar los miedos e incertidumbres de un sujeto al que se le termina queriendo.

 

Cercano al realismo sucio de los poemas de Raymond Carver, Sánchez Martín trata de despegar su voz del silencio, reflejar los miedos e incertidumbres de un sujeto al que se le termina queriendo. @L_Rocket88, @Lasturaedition. Clic para tuitear

 

Carrera con el diablo, de Luis Sánchez Martín: Heridas de otro tiempo

 

 

 

Carrera con el diablo

Luis Sánchez Martín

Lastura Ediciones

 

 

 

 

 

 

Reseña de Jesús Cárdenas Sánchez

Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre

 

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