Ascetismo y misticismo

Fray Luis de León, símbolo de la resistencia ante la tiranía y el poder del Santo Oficio, por un lado, y de la Contrarreforma, por otro, es figura clave para entender el Renacimiento español.  

Pero para mejor comprensión de las tendencias literarias y de sus representantes, debemos conocer el profundo cambio que produjo la Reforma en la Iglesia, oponiéndose al poder del Papa sobre toda la cristiandad, para que aquella volviera a sus orígenes.

Este cambio fue impulsado por religiosos, políticos e intelectuales liderados por el sacerdote alemán Martín Lutero, quien interpretó las doctrinas a partir de la Biblia, única fuente de revelación de Dios a la humanidad y, que enseñaba lo que era necesario para la salvación del pecado. Rechazando así el sistema de Sacramentos de la Iglesia de la época, que incluía, entre otras, la venta de indulgencias para aquella salvación. Para Lutero, el Evangelio no podía estar sometido a comercio alguno. Sus postulados tuvieron amplia publicidad gracias a la aparición de la imprenta en Alemania, convirtiéndose los impresos en un medio eficaz de difusión para los luteranos.

Ante tal panorama, la Iglesia quedó dividida entre católicos y protestantes, dando lugar con ello a guerras internas o guerras santas.

En la lírica renacentista, los temas más recurrentes eran los de índole moral y filosófica. Esto fue debido a las contrarreformas llevadas a cabo en la segunda mitad del XVI, para combatir las herejías luteranas, por parte de los católicos. Con ello se pretendía inculcar en la población un cambio en sus costumbres y un acercamiento a Dios, que podía alcanzarse mediante dos vías: la Ascética y la Mística.

La primera consistía en el desprendimiento de los bienes materiales y una purificación del alma mediante ejercicios y oraciones.

En la segunda, durante un proceso similar, el asceta iba purificándose y, al final se unía a Dios a través de unas nupcias, alcanzables solo para algunos. Caso, por ejemplo, de Santa Teresa de Jesús.

Estas escrituras eran, por tanto, el medio por el que los religiosos expresaban sus vivencias al practicar en soledad la oración, en búsqueda del Creador. Podían ser en prosa o en verso.

Sus representantes más destacados fueron Fray Luis de León, y Fray Luis de Granada.

Fray Luis de León, poeta ascético español del S. XVI

Fray Luis de León, que es del que nos ocupamos, fue monje, perteneciente a la orden de los agustinos. Nació en Belmonte (Cuenca), sobre 1527-28, de procedencia judeoconversa por ambas ramas. Estudió filosofía y teología en Salamanca, y allí fue profesor de filosofía moral. Como poeta utilizaba un simbolismo típico de la poesía grecolatina. Su vida muestra un apasionante contraste entre el mundanal ruido y la búsqueda de la armonía interior. En su obra, basada en tres fuentes: Bíblica, Humanismo Renacentista y Clasicismo, culminan varias líneas literarias del siglo XVI: (históricas, religiosas, morales y Odas). Tanto en prosa como en verso, en castellano y latín, es un complejo universo de contenidos difíciles.

Que no le enturbia el pecho/ de los soberbios grandes el estado,/ ni del dorado techo/ se admira, fabricado/ del sabio moro, en jaspes sustentado.

Obra en prosa

Cantar de los cantares. Parte de la Biblia, que Fray Luis de León aparta de los diálogos entre el alma y Dios y, basándose en el texto hebreo, lo traduce como un parlamento de amor humano.

La perfecta casada. Trata de las virtudes que debía tener una mujer cristiana para contraer matrimonio.

La exposición del libro de JOB. De los nombres de Cristo. Es una divulgación de las interpretaciones bíblicas sobre los nombres de Cristo.

Obra en verso

Aparte de los temas morales y patrióticos que cultivó ocasionalmente, imperan las «Odas». Son exaltaciones y alabanzas, deseo de soledad y de retiro en la naturaleza y la búsqueda de paz espiritual. Las estrofas más utilizadas eran la lira y la décima.

Ejemplos de liras: 7a, 11B, 7a, 7b, 11B. Lo que significa que el poema se componía de estrofas de 5 versos: 1º, 3º y 4º son heptasílabos o de arte menor y 2º y 5º, endecasílabos o de arte mayor, con rima consonante.

Escuchen mi lamento/los que, cual yo, tuvieren justas quejas,/que bien podrá su acento/abrasar las orejas,/arrugar la frente y enarcar las cejas.

O esta otra:

Vivir quiero conmigo,/gozar quiero del bien que debo al cielo,/a solas, sin testigo,/libre de amor, de celo,/de odio, de esperanzas, de recelo.

Las envidias al haber ganado la cátedra de Santo Tomás y cuatro años después la de Durando, le acarrearon no pocas enemistades con los dominicos, patronos de la Inquisición, algunos de cuyos miembros habían opositado también en los exámenes.

Las envidias le acarrearon no pocas enemistades con los dominicos patronos de la Inquisición. #FrayLuis DeLeón había ganado la cátedra de Santo Tomás y prefería la Biblia hebraica a la Vulgata. #Artículo de José María García Plata. Clic para tuitear

Juicio de Fray Luis de León

En marzo de 1572 fue detenido y encarcelado en Valladolid, donde el Santo Oficio tenías los calabozos. Los cargos que había contra él tenían que ver con su predilección por la Biblia hebraica en lugar de la Vulgata y la traducción al castellano que había realizado del libro del Cantar de los Cantares. El proceso de la Inquisición que ha salido a la luz, decía: «En la ciudad de Salamanca a 17 de diciembre de 1571, ante el muy magnífico y Reverendo Francisco Sancho, comisario del Santo Oficio, compareció el muy reverendo padre fray Bartolomé de Medina, maestro en santa Teología, en la Universidad de Salamanca, y entre otras cosas testificó contra el maestro fray Luis de León lo siguiente: que sabe anda en lengua vulgar el libro de los Cánticos de Salomón, compuesto por el enjuiciado, porque lo ha leído. Y declaró que en esta Universidad algunos maestros, señaladamente Grajal y Martínez, y Fray Luis de León, en sus pareceres y disputas quitan autoridad a la edición de la Vulgata, diciendo que se puede hacer otra mejor y que tiene muchas falsedades».

A su salida de la cárcel, cuatro años después, sin cargos, dejó escrita en las paredes de la celda la siguiente décima:

 Aquí la envidia y mentira/me tuvieron encerrado./¡Dichoso el humilde estado/del sabio que se retira/de aqueste mundo malvado/ y, con pobre mesa y casa,/en el campo deleitoso,/con sólo Dios se compasa/ y a solas su vida pasa,/ni envidiado, ni envidioso!

Como podemos ver, son versos octosílabos o de arte menor, con rima consonante y que, en este caso, tiene la siguiente estructura: 8a, 8b, 8b, 8a, 8b, 8c, 8d, 8c, 8c, 8d.

(Se dice en este caso, porque a partir de finales del siglo XVI, Vicente Espinel estableció un orden diferente para la décima: abbaaccddcd. Que pasó a denominarse Espinela).

A su reincorporación como profesor en la Universidad de Salamanca, Fray Luis de León pronunció el consabido: «Como decíamos ayer». Él tenía por costumbre repasar la lección que había impartido el día anterior, y con esta frase quiso borrar de un plumazo los cuatro años de cautiverio.

En 1591 fue nombrado Provincial de Castilla, de la orden de San Agustín, y murió meses más tarde en Madrigal de las Altas Torres (Ávila).

Aunque sus obras fueron leídas en su época no se editaron hasta 1661, de la mano de Francisco Quevedo. Fue entonces cuando se hizo justicia a su merecida fama.

¿Sabías que la obra de #FrayLuisDeLeón no se editó hasta 70 años después de su muerte y que fue Quevedo quien lo hizo posible? Un artículo de José Mª García Plata. Clic para tuitear

El autor de este artículo, que pasó su niñez en la libertad del campo, en la paz y el vivir austero, quiere hacer honor a Fray Luis de León con un poema propio, perteneciente a su libro titulado Raíces y otros poemas:

 

Hoy he vuelto

Allí sigue el río sin que el tiempo su curso
haya variado, el agua susurrando por su lecho
y un silencio de muerte en los recodos.

La casita de puerta desquiciada, que el sol besa
cada día en su progreso, mira ausente
al infinito y un halo de nostalgia la rodea,
pero altiva, espera, quizás que un día la habiten.

Todo me parece más humilde:

La higuera y el peral o el mismo espacio definido
veo menguados. La roca que creía a la izquierda
del camino, con caracteres romanos sobre
su dermis granítica, hoy la veo a la derecha
más reducida que entonces.

Lo mismo he percibido al abordar los castillejos naturales,
los canchos que semejan manadas de tortugas
o sapos abultados, y que forman aquel suelo.

Tierra mía de soledades, donde sólo
te armonizas con la Suprema Providencia,
donde el reloj envejece sin importunar la vida.

¡Cuántas horas de paz disfruté al arrullo
del canto de tus pájaros o al rumor
de las aguas de tus ríos!

Pero el día llegó en que la libertad y quietud
atrás quedaron, y buscador de esplendores
me embarqué en aquella empresa:
La de huir sin rumbo cierto.
Y en el tren de la esperanza fui a arribar
a la ciudad de la fiesta, a la calle del bullicio.

Otras gentes, otras tierras
de las cuales yo quisiera enamorarme,
pero para mí carecen de la gracia y el embrujo
de los pueblos y los campos extremeños.

Hoy he vuelto a ver el río, la majada, los peñascos…
Hoy he vuelto a mis raíces y me he dicho:
¡Quién se volviera eremita.
Quién regente de estos campos
administrara sin prisa la libertad y el silencio!

Artículo y poema de  José María García Plata