Asunción Escribano (Salamanca, 1964), autora de Metamorfosis, ha escrito La disolución (finalista en el II Premio de Poesía de la Academia de Poesía de Castilla y León, Amaru Ediciones 2001); Acorde (X Premio «Fray Luis de León» de poesía, Visor 2014); Salmos de la lluvia (Finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León, Vaso Roto 2019), y está incluida en diversas antologías poéticas. Catedrática de Lengua y Literatura Española en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca, de la que fue decana y donde dirige la cátedra de Poesía «Fray Luis de León», Asunción Escribano es también doctora en Lengua Española, licenciada en Filología Hispánica y en Ciencias de la Información, miembro de la Academia de Juglares de Fontiveros y jurado habitual en prestigiosos premios literarios.

Siete años hace ya que descubrí la personalísima y estricta poesía de Asunción Escribano. Anterior este hallazgo a los «Poemarios para un verano sin crímenes», fue en 2015 cuando cayó en mis manos Acorde, libro de treinta composiciones con el campo castellano como marco. Partiendo de acontecimientos externos (vientos, lluvias, la luz de cada estación, la nieve, el frío, los pájaros, el crepúsculo, los árboles, el río, etcétera.), la poeta desentierra ideas y sentimientos profundos: la intemperie; los recuerdos; el frágil sosiego; el abandono y desánimo; la angustia existencial; el optimismo que crean las coreografías de unas bandadas de pájaros; el desconcierto y la irrealidad, y hasta una sentida oración. Con toda justicia Acorde gana un importante premio y es publicado por Visor.

Gracias a este poemario contacto con Asunción Escribano y cruzo unos mensajes de gran calado para mí. Conocer directamente aspectos esenciales en la poética de una catedrática, su inopinada generosidad, reordena mis conceptos literarios y encaro, así, de manera más rigurosa, la lectura de versos. Al año siguiente, 2016, nació esta sección que edita MoonMagazine.

Publicada en 2001, La disolución divide sus poemas entre aquellos que se ocupan del quehacer versificador (actividad mental que lleva implícita su exigencia de disolución en un mundo caduco), y los que abordan la realidad edificando un tiempo donde las palabras superen el desgaste de lo vacuo y regalen al lector «un nuevo sacramento de abismo y silencio».

Publicado en Valladolid al alimón por la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y la Editorial Azul, el poemario del que hoy me ocupo, Metamorfosis, viene dividido en dos partes.

Una primera, compuesta por siete poemas, lleva como título «Octubre y el olvido».

El poema que da título a la sección, «Octubre y el olvido», es una trilogía que desarrolla a tumba abierta la desolación producida por el abandono amoroso. Su primera composición presenta al segundo mes otoñal muy fértil al dolor: en él, el recuerdo trae luto al lecho de la poeta antes de que los cuervos remuevan su herida y la soledad quede enredada en el silencio.

[…]

«Ya están aquí los cuervos de la pena
mordiendo furiosos la memoria.
¿Dónde podrá sembrar la lenta tarde
más negro dolor en mis heridas?»

[…]

La segunda composición de esta trilogía presenta a una innominada ciudad como testigo del fatal deterioro amoroso (ajeno ya a la luz del tiempo, con sus palabras muertas como lápidas).

[…]

«Toda la ciudad sudaba el polvo sucio
de nuestra tristeza y cobardía.
Toda la ciudad vibraba
al borde de aquel mar deteriorado.
En él vertimos nuestras huellas».

[…]

Esta parte de Metamorfosis continúa con «La herida», donde la ausencia del amado genera el desgarro más violento en la poeta, una pena como interna carcoma que ya no busca la paz sino el frío.

[…]

«Que no me basta la paz
y te suplico el fuego frío».

[…]

En «Metamorfosis» la poeta encuentra, en las erguidas espigas de trigo frente al viento, un símbolo de actitud ante la vida, ese permanecer firme suyo ante el impacto de la existencia y sus ruidos.

[…]

«Algo que se mueve y que resiste,
y me ata al trigo y al incendio,
que me anuda a las alas y a los surcos».

[…]

​«Sacramento» presenta el cansancio vital hacia un marido que, aún falto de vida en sus palabras y dominado por la nostalgia del pasado, acaba resultando imprescindible.

[…]

«No quiero otra libertad
que el dolor que me causa tu mirada».

[…]

En «Otoño» la estación y el cuerpo de la poeta confluyen en un espeso silencio de lluvias y hojarasca.

[…]

«Sólo puedo retirarme de mí misma
y de este otoño que se clava
sobre el blanco candor de lo visible».

[…]

Tras la amorosa noche, en «La mañana» la pareja despierta a una luz que escuece y deja atrás la salvadora oscuridad.

[…]

«La mañana como un confuso espejo
que desoye los contornos que contiene
se arrastra por tu piel».

[…]

Para cerrar la primera parte tenemos el poema «El tacto de Lázaro», presentado en cinco fragmentos. El retorno del redivivo Lázaro a la vida se salda entre hastío y tedio (I); como metáfora del viaje sin equipaje hacia la propia infancia aparecen las abandonadas ramas (II); la desengañada poeta opta por una vida entre sombras (III); arden la tarde, los espejos y el azar, y la poeta fija su mirada en lo que se muere (IV); tras su viaje a la muerte, Lázaro regresa al tiempo de la vida y lo encuentra denso y delirante. Los nuevos espacios resultan asimismo reacios a Lázaro y les debe insuflar su aliento (V):

[…]

«Vengo con un cansancio de milagros
y tiemblo en los cristales del dolor,
en los túneles secos, en los yertos
cuchillos, mientras el aire es polvo
por la estepa vereda del hastío».

[…]

La otra parte de Metamorfosis se titula «El Don». ¿A cuál se referirá Asunción Escribano? Ella misma da la explicación en el poema que lleva ese título: al don de pertenecer al reino de lo bello. Y ese feudo encuentra su demarcación, en prioritario lugar, sobre la silueta del amado.

Así, en «Puntos de fuga» resbalan sobre él (dada su acuática configuración) las horas del día, el aire y la noche, pero también se señalan el estatismo y la capacidad del amado para una vida silenciosa y creativa; «Claridad» pone el énfasis en la salud y felicidad al despertar junto al ser querido; «La sed» destaca su capacidad de acabar, hasta saciarla, con esta amorosa necesidad; «Tegumento» incide en la simbiosis amado-amada iniciada desde el aliento germinal que en silencio los unió, y «Alas» son las que la poeta siente crecer al lado de su amado para alimentar esa cuota de imaginación que le permite escribir sin miedo.

Pero poseer el don de la belleza también abarca a la palabra como lugar ideal para ahuyentar la tristeza («El descanso de la herida»); a las aguas del océano, parapeto de la convulsa orilla («Puntos de fuga»); a la fiebre como supremo refugio del alma («Refugio»); al atardecer, anticipando con su luz la inmensidad de la noche («Páramo de noche»), y a la noche, a la que se ama enfebrecida y sonámbulamente («En la noche»).

EL DON

Toda la noche el aire
ha desprendido
un suave llanto
de la cicatriz antigua
en que atesora el mundo
sus dones más amables.

La habitación al trasluz dilata
la opresión de sus paredes,
y siento deslizarse las palabras
sobre el fogón rendido de mis ojos.

Una gracia húmeda me acuna
en el silencio amontonado
de la respiración de los minutos.

Y tengo la certeza de pertenecer
al reino transparente de lo bello.

Las dos partes de Metamorfosis han cobrado entidad verbal ante mis alucinados ojos por el prodigioso y exacto lenguaje en ellas empleado. Gozada desde el revelador erizamiento de piel que cada palabra me provoca —en una percepción a veces no tan ajena al terror—, producto de una infinita labor de eliminación y selección, esta poesía bellamente elaborada acaba, así, expresando mucho más de lo que refiere. Despellejada de cualquier alharaca de musicalidad y de otros recursos que, apelando a básicas emociones, adocenan la sensibilidad, los versos de este poemario me llegan en su sugerente plenitud.

La poesía de Asunción Escribano, una de las grandes de nuestras letras que merece el fervor por sus libros de cualquier lector, resulta intensa no por la acumulación de ornato, sino por su densidad: cada frase, cada palabra desnuda la esencia de lo que ella nos presenta. Una fiesta de la literatura.

La poesía de @AsunEscribano, una de las grandes de nuestras letras, expresa mucho más de lo que refiere. #Metamorfosis es una fiesta de la literatura. #Reseña: J. M. López Marañón. Clic para tuitear

Metamorfosis

Asunción Escribano

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Reseña de Manu López Marañón

Portada de la reseña: Jone P. Cárdenas

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