Es bien elocuente el título del tercer poemario publicado de Valeria Correa Fiz, Museo de Pérdidas. También las palabras que el prólogo recoge constituyen toda una declaración de intenciones: «quizá», dice la autora, «no haya tesoro más grande que lo que nunca tuvimos o lo que tuvimos y perdimos… y somos capaces de poner en palabras». Y, poco después, citando a Hölderlin, recuerda el valor de la poesía como medio único de durabilidad y de permanencia. De inmortalidad, si apuramos.

No es una aspiración innovadora, desde luego. Tampoco lo son las emociones humanas, la forma de sufrir la pérdida o de añorar lo que nunca podrá tenerse. Lo poético es, por necesidad, universal y compartido, pero, al mismo tiempo, debe ser capaz de hablar al oído de cada lector. Todo poeta se encuentra, por ello, en medio de una paradoja tremenda que puede superar la poesía de calidad. Y Valeria Correa Fiz la supera con elegancia, solvencia y la madurez de quien sabe de sobra lo que hace.

Lo poético es, por necesidad, universal y compartido, pero, al mismo tiempo, debe ser capaz de hablar al oído de cada lector. Y @ValeCorreaFiz lo consigue con elegancia, solvencia y madurez. #Reseña: #MuseoDePérdidas, @rosaggv. Clic para tuitear

Este Museo de Pérdidas anhela presentar al lector el pasado detrás de una vitrina, como una reliquia bien cuidada y conservada. Pero también el condicional hipotético, que sería el modo verbal necesario para expresar una entelequia, algo cumplido sólo en una realidad paralela. En la persecución de este objetivo, Valeria Correa Fiz demuestra conocer los ritmos (de los irregulares a los más regulares, por más que reniegue de la rima en su penúltimo poema) y logra ponerlos al servicio de la expresión de lo más confuso y compartido del ser humano.

Las piezas de este Museo ostentan la veteranía de una autora consagrada y brillan al sol, como un melocotón recogido en el momento justo. Al mismo tiempo, habitan en ellas la sorpresa y el dolor nuevos del niño que mira ojiplático el transcurrir inmisericorde del tiempo. Y es que el ser humano —el poeta siempre es humano, demasiado humano— es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La voz poética parece haber renunciado a la posibilidad de aprender de los errores. Sólo cabe la desesperación, anhelar lo que no puede cumplirse, rezar, como si fuera una divinidad, al ser amado, para que acuda, repleto de un erotismo feroz (como en el poema 14, «plegaria salvaje»). O lamentar la falta de acción de un personaje que, en el poema 15 («En la barbería»), contempla su propia imagen con demasiada indulgencia. O dolerse por la distancia que interponen la noche y la presencia de otra persona, «ella», rota, pese a todo, por la fuerza sobrehumana del deseo (poema 7, «fuerzas de flaqueza»).

Las piezas de este #MuseoDePérdidas ostentan la veteranía de una autora consagrada y brillan al sol, como un melocotón recogido en el momento justo. @EdicionesLaPalm #poemario @ValeCorreaFiz @rosaggv. Clic para tuitear

Pero los temas de Museo de Pérdidas están lejos de agotarse en el amor, el desamor, la nostalgia o las escenas de una carnalidad descomunal. En las tres partes del poemario puede contemplarse de manera constante el transcurrir del tiempo, como en todo museo que se precie. Numerosas reflexiones sobre el mundo vegetal, engarzadas en polifacéticas vivencias, coexisten con las alusiones a elementos etnográficos, folklóricos o históricos de la Argentina natal de la autora, que en el poema 26 despliega un estremecedor escenario para hablar del periodo dictatorial de la Junta Militar.

En la tercera y última parte, la voz poética se levanta con más fuerza que en las otras dos, empeñada en sobrevivir, en perpetuarse gracias a su gigantesco poder creativo. Y, puesto que no hay mejor forma de perdurar que la poesía, Valeria Correa consagra las dos últimas piezas del Museo de Pérdidas al arte poética. No falta un punto irónico en medio de la crítica a los poemas excesivos, como si la autora reconociera en su propia obra algunos de los vicios que censura en la poesía:

20. Poemas que lleven la palabra etcétera.

21. Etcétera.

Pero es en el último poema donde asistimos a la traca final, en una composición repleta de firmeza, de rotundidad expresiva. Ideal para ofrecer la más contundente definición de lo poético:

y todo vuelve a ser (real)

cuando lo nombro.

Museo de Pérdidas es el resultado de una profusa elaboración de alguien que sabe manejar el lenguaje y que disfruta haciéndolo. Es un conjunto de poemas donde el tiempo, el agente más poderoso en toda pérdida que se precie, ocupa un papel central, aunque más como agente que como protagonista. Los poemas de Valeria Correa Fiz se rebelan contra él, pero más contra la inacción, que lleva a la consunción o a obnubilarse con la imagen de uno mismo, perdiendo la vida en ello, como Narciso.

#MuseoDePérdidas es el resultado de una profusa elaboración de alguien que sabe manejar el lenguaje y que disfruta haciéndolo. #Reseña #poemario @ValeCorreaFiz @rosaggv @EdicionesLaPalm. Clic para tuitear

Es la única manera de salvar las reliquias ruinosas del tiempo. De eludir, al menos un poco, la fugacidad.

Museo de pérdidas, poemario de Valeria Correa Fiz.

Museo de pérdidas

Valeria Correa Fiz

Ediciones La Palma

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Reseña Rosa García Gasco

Montaje de la portada de la reseña: David de la Torre

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