Oscuro animal celeste no es el último libro de Beñat Arginzoniz (Bilbao, 1973). Posteriores a él tenemos la biografía Camarón de la Isla (2018), el diario Extrañas flores (2019) y la autobiografía (El desorden de los últimos días, 2021). Al igual que esta obra, encargada de clausurar nuestra V Edición de Poemarios para un verano sin crímenes (el propio autor me la sugirió), todos los títulos citados han sido publicados por El Gallo de Oro. Este bilbaíno ha estudiado psicología y psicoanálisis, y desde hace 15 años es, además de editor, librero y un gran difusor de la poesía. Arginzoniz publica desde 2008 ensayo (Reflejos de Andalucía, 2011; La herida iluminada, 2015), novela (Pasión y muerte de Iosu Expósito, 2014; La ciudad del fin del mundo, 2020) o autobiografía (El desorden de los últimos días, 2021), y, sea cual sea el género escogido, él es un firme partidario de la fusión: por ejemplo practica mestizajes entre poesía y narrativa, poesía y ensayo, o aforismo y lírica. Otro poemario suyo es Un mundo para Marina (2014).

Dividido en 7 partes por el autor, para su reseña hemos preferido comentar los 45 poemas del inquietante —e insuperable— Oscuro animal celeste agrupándolos en bloques temáticos que encontramos principales.

Resulta un gran honor clausurar este ciclo poético con un autor de la hondura, intensidad y originalidad que atesora Beñat Arginzoniz. #OscuroAnimalCeleste, broche final de #PoemariosParaUnVeranoSinCrímenes. #Reseña: Manu L. Marañón. Clic para tuitear

1. Bestiario

Alejado de cualquier elenco absurdo e irreal y con significado fantástico (como El libro de los seres imaginarios de Borges), al bestiario de Arginzoniz lo conforma una zoología no ficticia y sin extravagancias sobre cuya simbólica y metafórica sombra urde esta serie de variada intención. El poeta irlandés WB Yeats escribió: «Un poema debe llevar consigo su propia ley, como las plantas y los animales. Puede ser tan acabado como se quiera, pero todo su acabado debe mostrar, simplemente, dicha ley». Este reconocible orden animal de Arginzoniz colabora, —y no poco—, al acabado de sus composiciones. Así, mudos y asombrados peces trasbordan al poeta hacia sus placeres estéticos y extáticos [2]; pájaros confusos e insectos ciegos ilustran los efectos de una borrachera [3]; una inminente invasión de insectos es avisada por espejos divididos [4]; el pájaro, inmóvil en su vuelo, simboliza la eternidad [5]; la silenciosa vida del pájaro se opone al estruendoso fracaso humano [6]; las palomas no emigran por culpa de la perfidia [14]. Labios finos como espadas y ciegas serpientes se alían para destrozar el corazón del oscuro animal celeste [18]; el miedo es definido como «primer animal visible» [27]; otra vez los pájaros, encargándose ahora de inaugurar la vida [28]; pálidos y miedosos ciervos colaboran en la visión tenebrosa de la otra orilla [31]; o el cielo de esa misma orilla comparado con la inmensa panza de un pez proyectando su velada luz sobre el pavor de los caídos [33]. El lenguaje por descifrar de los insectos rotando alrededor de una farola [40] y preguntarnos si el temblor del ciervo herido fue producto del amor o de la misericordia [44] da punto final a la colección más extensa de Oscuro animal celeste. 0013a3

 [18] 

 Oscuro animal celeste,
 junto al filo de la espada donde van a morir los labios
 están creciendo
 las serpientes ciegas de tu corazón. 

2. Camino

El poeta asturiano Martín López-Vega ha dicho: «Cada poema es una respuesta, más o menos acertada, a las interrogantes que la vida va dejando en el camino»; la poeta cordobesa Ángeles Mora apostilla: «Un poema siempre será una aventura, una búsqueda, como el que se interna en un oscuro bosque y va abriéndose camino con la luz y el cuchillo de la palabra». En este reducido pero penetrante grupo de poemas, Beñat Arginzoniz ofrece respuestas personales a la hora de abrirse paso entre las zozobras del mundo actual, abarrotado de miserias y corrupciones. El resultado no es optimista, pero solo por la belleza que se desprende de tales intentos, en ruta hacia algo desconocido que se intuye hermoso, afirmamos cómo la labor del poeta mereció la pena. Ese sendero plagado de espejos con doble filo que multiplican a los muertos [1], o, por otro lado, el camino de la vida, caracterizado por un descenso continuo que conduce a una muerte amorosa o misericordiosa [8]; u otra vez la vida, definida como un helado pasaje al que solo alguna deslumbrante palabra hace arder [12]. Perderse en la oscuridad que lleva a la otra orilla trae consigo las añoranzas del mundo que queda atrás [35], e, incluso, un alucinado viaje a la luna no dejará otra huella que esa «larga herida iluminada» que fue la vida [43].

 
 [1]
  
 Entre la luna del cielo
 y la luna del agua
 hay un camino de espejos.
 Los muertos pasan despacio
 sobre el cristal de los sueños.
 Entre una luna y la otra
 caminos de doble filo.
 Los muertos suben y bajan
 multiplicando el reflejo.
   

3. Heridas

Dice el escritor barcelonés Félix de Azúa: «La poesía cura las heridas producidas por la razón», y para el poeta extremeño Basilio Sánchez: «El poema es sólo la herida que se recuerda». Otro grupo no demasiado extenso, pero igualmente de contundente eficacia, encauza a Arginzoniz en el recuerdo poetizado —con afanes evidentemente catárticos— de heridas (físicas y metafísicas) propias. Previniendo a sus lectores cómo frente a ellas escasas formas de sutura quedan ya, les ha dado alcance universal. Así, a la prometedora imagen de un rostro entrevista por un relámpago no corresponden después palabras cómplices, generándose una fisura comunicativa [9]; esa misma breve luz del rayo menos aún colabora en cerrar la herida de quien está ya «al otro lado» [10]; para hacer frente al fuego devorador abriéndose paso, palabras nuevas, iluminadas esta vez por labios heridos, resultan asimismo insuficientes [11], y una mirada ciega tampoco deja más rastro que el fulgor de esa herida final por donde parte la vida [13].

 
 [10]
  
 De pronto el relámpago:
 el tajo en la mejilla del gran muerto.
 La brecha de luz,
 la herida abierta desde donde mirar
 al otro lado. 

4. Árboles y flores

El poeta estadounidense Joyce Kilmer escribió: «Los poemas los hacen locos como yo, pero sólo Dios puede hacer un árbol». Un siglo después, el poeta argentino Juan Gelman sentenció: «La poesía es un árbol sin hojas que da sombra». De los árboles de Argenzoniz no esperaremos demasiado: las sombras de unos crean abandono y producen sordera [24] y las palabras que de otras ramas caen permanecen sin respuesta y arden en la hojarasca del olvido [25]. Mayor júbilo encontramos en el jardín del poeta: la flor que corona un muerto representa una resplandeciente victoria [39]; una marchita flor simboliza la paz [41] y si logramos establecer comunicación con una rosa ella revela el nombre de todos los desaparecidos [42].

 
 [25]
  
 Cae de la copa del árbol
 la palabra nunca dicha:
 es la voz sin eco,
 el canto sin respuesta.
 Cae silenciosamente
 como el último fragmento
 de todas las miradas.
 Pronto volverá a arder en la sombra
 la raíz del olvido.
   
 
 [39]
  
 La flor más bella es la que crece sobre el cadáver.
 Su color púrpura simboliza
 la victoria sobre el suelo sin fin de todas las derrotas.
   

5. Muerte / La otra orilla

El poeta y narrador leonés José Antonio Llamas afirma: «Lo que no podemos, los poetas, es obligar a los demás a aceptar nuestra locura. Cada cual que siga hacia donde le parezca que se va a encontrar más tarde con la muerte». Para el segundo grupo de composiciones más extenso de Oscuro animal celeste, Beñat Arginzoniz acepta esa inevitabilidad del último trayecto y quiere ocuparse de él. Primero, identificando la muerte con la avaricia, que convierte al hombre en un ser frío e insensible destinado a ser como quienes están ya bajo tierra [7]; con lo intangible e invisible, siempre inevitable [16]; con la infancia, cada día más alejada de la luz protectora [17]; con el silencio y su sombra [19]; con labios cadavéricos que anegan los latidos del corazón [21]; con el descubrimiento de ese hilo que ata a los muertos a la espera de una improbable resurrección [23]; con el cuerpo de la amada desapareciendo al otro lado del espejo [26], y con ese durmiente, en un estado ideal para no descubrir qué le deparará el mañana [37]. Después, el poeta cruza el río Estigia para describir su otra orilla como una dantesca sucesión de círculos concéntricos en cuya espiral de miedo caen quienes a ella arriban [32], donde llueven cabezas decapitadas, el «nuevo rostro del amor» [34], y también como el lugar donde el temblor por las ausencias, y la renuncia a cualquier espera, son fatales señas de identidad [36].

 
 [21]
  
 Cuanta sombra cabe aún
 entre las manos del sueño,
 cuánta luz sin que desborden
 los labios del cadáver.
 Bebemos muerte a grandes tragos
 mientras la copa rota del cielo
 anega el corazón. 

 
 [36]
  
 Escrito estaba
 este nunca llegar.
 En la ausencia de tu rostro
 se borraron las palabras.
 Escrito estaba
 en la renuncia a toda espera.
 Este nunca llegar
 junto al temblor de la orilla.
   
 

6. Corazón / Amor

El poeta André Chenier, cuya amorosa cabeza rodó durante los excesos de la Revolución Francesa, dijo: «El arte se limita a hacer versos, solo el corazón es poeta». Otra silenciada —en este caso por el estalinismo— la poeta rusa Marina Tsvietálieva, tenía su particular prueba del algodón para esto de detectar verdades en los versos: «Poesía es como hundir una aguja en el corazón». Por su parte, en estos pocos —y bastante optimistas— poemas, Arginzoniz descubre en el corazón humano la única verdad iluminadora [15]; cómo a la hora de calibrar la intensidad de un amor debemos mensurar el temblor que sigue al fuego [20], y, también, medir luego el camino de esas lágrimas sinceras que transparentan desesperación [22] así como la intensidad del temblor que fulgura en la mirada de la amada [29].

 
 [20]
  
Como un pájaro has temblado toda la noche entre las manos encendidas del amor. Ardiendo silenciosamente hasta 
rozar la transparencia, cayendo de sombra en sombra hasta tocar el ciego corazón de la ceniza. 

7. Preguntas

En este último poema [45], el más largo del libro, el poeta plantea temas existenciales «frente al rostro interminable de todas las ausencias», que no es otro que el de esa flor sin esperanza: la última rosa. Destacan cuestiones sobre las sombras de la vida que pasa, la noche, el dolor sin nombre y la esperanza.

 
 […]
  
 Por eso te pregunto de qué esperanza venimos,
 de qué combate desolado nos levantamos
 para seguir cayendo,
 te lo pregunto a ti que caminas
 por los densos valles de sombra
  
 […] 

Resulta un gran honor clausurar este ciclo poético con un autor de la hondura, intensidad y originalidad que atesora Beñat Arginzoniz. Estamos ante uno de esos raros poetas que resplandece, y, al mismo tiempo, alumbra el camino a seguir para otros vates. De este ilustre paisano mío, descubierto gracias a otro de esos encuentros casuales (ajeno, por supuesto, a la prensa y mesas de novedades) recomiendo Oscuro animal celeste a los lectores de Facebook que —con fidelidad ejemplar— habéis seguido nuestras reseñas. Han sido editadas, siempre desde la dedicación y el cariño, por esta imprescindible figura de la cultura vasca llamada Txaro Cárdenas (muy bien apoyada por los elegantes diseños de David de la Torre). Una frase de Beñat define la poesía que preferimos y queda estupendamente como cita final: «La poesía es esa magia o alquimia secreta que transforma lo terrible en bello y lo doloroso en placentero».

«La poesía es esa magia o alquimia secreta que transforma lo terrible en bello y lo doloroso en placentero». Beñat Arginzoniz. Lean #OscuroAnimalCeleste, no se arrepentirán. El Gallo de Oro. #Recomendado por Manu López Marañón. Clic para tuitear

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Oscuro animal celeste. Beñat Arginzoniz. El Gallo de Oro (2016)

Oscuro animal celeste

Beñat Arginzoniz

Ediciones El Gallo de Oro

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Reseña de Manu López Marañón
Diseño de la portada de la reseña: David de la Torre

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