Si el primer capítulo de Lovecraft Country mostró la posibilidad de lo monstruoso en capas y dimensiones por completo distintas, su segundo episodio (Whitey’s on the Moon) araña la superficie de algo más peligroso. Y lo hace además en medio de un contexto complicado, angustioso y temible. Los monstruos existen, aparecen entre las sombras. Y todos tienen rostro humano. Lo que resulta más preocupante aún, es que hay un trayecto inquietante que parece abrirse frente a los personajes y a su búsqueda: ya no se trata solo de ensamblar trozos de una historia perdida, sino tratar de entender qué es lo que está a punto de surgir del corazón mismo de un pueblo que guarda sus secretos con feroz tenacidad.
Nueva entrega de #LosSumarios de @Aglaia_Berlutti. Hoy, el segundo episodio de #LovecraftCountry. La mirada inquieta de lo monstruoso. Share on XDurante la última semana, el piloto de la nueva serie de HBO producida por Jordan Peele y J.J Abrams recibió una avalancha de crítica de supremacistas blancos a través de Internet. El fenómeno se hizo tan incómodo y notorio, como para provocar encendidos debates alrededor del presunto «oportunismo» de la serie al aprovechar el fenómeno de las protestas provocadas por la muerte de George Floyd para hacerse un hueco en la audiencia. Claro está, se trata de una disparatada interpretación sobre la mirada acerca del racismo que proviene de la cuidada novela de Matt Ruff publicada en el 2016, Territorio Lovecraft. Pero de una u otra forma, la herida sistémica que lleva a cuestas la cultura estadounidense se manifiesta en múltiples formas distintas. La más reciente, el cuestionamiento directo al hecho de mezclar la mitología de Lovecraft con su versión más retorcida y temible: la posibilidad del reverso tenebroso de la cultura norteamericana.
#LovecraftCountry recibió una avalancha de críticas de supremacistas blancos a través de Internet. Sobre cómo aborda la segregación nos habla @Aglaia_Berlutti en su nuevo #recap de la serie de @JordanPeele y @jjabrams @LovecraftHBO. Share on XLovecraft Country no es una serie sencilla ni está pensada para serlo: en el segundo capítulo, es más obvia la forma en que juega con diversos metamensajes para crear un contexto en que la discriminación es de hecho tan peligrosa como lo que ocurre entre las sombras. Claro está, se trata de un juego de espejos que conlleva riesgos: La producción incorpora imágenes del libro Segregation Story de Gordon Parks para hablar sobre segregación, pero lo hace de una forma tan sutil, que el efecto es el de un contexto incómodo que sostiene un tipo de mal latente difícil de describir. Atticus va en busca de su pasado pero también al encuentro de un país que lo odia y lo rechaza, por el mero hecho de ser el hombre que es. También hay referencias obvias a las fotografías de Margaret Burke White, una de las primeras fotógrafas de la historia y el paralelismo es obvio. El país que capturó la fotógrafa es un recorrido por un tipo de incómoda versión sobre la Norteamérica ingenua: las filas de hombres que aguardan por trabajo — todos afroamericanos — es una sombra que Burke cristalizó en el ámbar de la historia visual y que en Lovecraft Country encuentra un reflejo siniestro. Una y otra vez, el guion recorre los lugares conocidos, el hecho de la desconfianza mutua entre ciudadanos, la línea que divide el mundo negro y el blando.
Para la continuación de la historia, es más evidente que nunca que Jordan Peele intenta sostener la versión del libro sobre el racismo amparado bajo algo más monstruoso en una serie de secuencias sugerentes. Los personajes principales sospechan que lo sobrenatural acecha, pero a la vez, deben mirar de frente a los horrores sutiles que les rodean. La cámara va de un lado a otro como un ojo inquieto, mientras el bosque alrededor del pueblo en apariencia pacífico, se sostiene sobre la negrura de una culpa compartida. Lo sistémico del prejuicio late al fondo de un episodio escrito con una fría belleza y pensado para crear una percepción de lo irreal y lo real como una misma cosa. De la misma manera que en Get Out y Us, Lovecraft Country recorre el intricando paraje de la diferencia como algo más temible, inexplicable y sobre todo, irracional. Lo que esconde las puertas cerradas de Ardham pasa por la convicción de que el mal es el resultado de lo oculto, pero a la vez, comprendido desde más de una dimensión. Atticus es la grieta en un abismo temible, una grieta abierta, una herida que no termina de curar. Y la serie lo enfatiza en cada oportunidad posible.
Hace unos años, el escritor Matt Ruff comentó que una de las referencias de su libro era el ensayo de la novelista Pam Noles, Shame, en el que reflexiona sobre los procesos de identificación, los terrores sociales a la periferia y en especial, la raíz del racismo como la cualidad de lo extraño. No les habló sobre el poder de la Ciencia Ficción para destruir prejuicios, pero en especial, la idea de que la literatura — y el género en general — atraviesa el incómodo proceso de reformularse para mostrar una nueva versión sobre lo que somos como colectivo. Lovecraft Country, que recibió críticas esta semana por incluir personajes negros en un contexto incómodo, no sólo encarna el texto del 2016, sino que se adentra en el peligroso terreno de la búsqueda de una razón concreta para un debate a fondo sobre la identidad norteamericana. Para bien o para mal, la serie llegó en una coyuntura determinada. Y como Atticus, que acaba de descubrir que hay muchas más cosas que temer que los gruñidos en la oscuridad, la serie acaba de tocar un punto sensible en el imaginario norteamericano. El rostro en el espejo que inquieta, enfurece y al final, es solo el propio, construido como una máscara sobre el verdadero terror que habita en las sombras.
#LovecraftCountry es el rostro en el espejo que inquieta, enfurece y al final, es solo el propio, construido como una máscara sobre el verdadero terror que habita en las sombras. #LosSumarios de @Aglaia_Berlutti. Share on X
Un artículo de Aglaia Berlutti
Portada: David de la Torre
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