Trece Gatos vuelve a bordar una obra de Federico García Lorca (1899-1936). Si hace un año acometía el primer estreno de Federico, El maleficio de la mariposa (que fue recibido en 1920 con «un hermoso pateo»[1]), hoy cierra el círculo con la última obra estrenada en vida de su autor, Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores, que la compañía de Margarita Xirgu subió al escenario el 13 de diciembre de 1935 en el Teatro Principal Palace de Barcelona.

Doña Rosita la soltera ha sido mucho menos representada que las otras grandes obras de Lorca (singularmente sus tragedias: Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba) y, sin embargo, es considerada por gran parte de la crítica como la más perfecta de sus obras dramáticas. Ya tras su estreno en 1935, María Luz Morales escribió en La Vanguardia:

De manera rotunda, se aparta el poeta García Lorca en esta obra del rumbo seguido en su anterior labor escénica. […] con esta obra afirma, de modo seguro, su vocación y su camino de autor teatral. Pues, en Bodas de sangre, pues en Yerma, triunfaba, sobre todo, el poeta, y —acaso— en las páginas del libro nos hubieran causado estos poemas idéntica impresión. No así Doña Rosita, que tiene su exacto y único marco en el teatro, sobre las tablas, y en su sentido horizontal —ya que no vertical— ensancha ilimitadamente las posibilidades de este poeta-autor. Obra de fina calidad literaria, su esencia —reitero— es teatral, pudiendo ponerse junto a las mejores producciones del teatro europeo actual[2].

Quiso Federico una comedia sencilla y amable, pero le salió un poema «con más lágrimas que mis dos obras anteriores»[3] (y sus dos obras anteriores son Yerma y Bodas de sangre). En palabras de su autor, Doña Rosita la soltera refleja «la vida mansa por fuera y requemada por dentro de una doncella granadina que, poco a poco, va convirtiéndose en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España».

Raquel León y Ángeles Laguna

Raquel León (el Ama) y Ángeles Laguna (la Tía), en Doña Rosita la soltera. Foto: Carlos Manzanares

La trama de Doña Rosita la soltera se sitúa décadas antes de su estreno. El primer acto data en 1885, cuando la protagonista tiene veinte años. En el segundo, en 1900, Rosita cumple los treinta y cinco. Y en 1910, en el tercer acto, la protagonista ya recibe el nombre de Doña Rosita y cuenta con cuarenta y cinco años. Durante ese lapso, los personajes han envejecido un cuarto de siglo, algunos han desaparecido y otros han llegado al mundo y se han convertido en adultos.

Ese paso del tiempo (que se figura no solo en las arrugas de la cara, sino también en el cambio de las modas y de los usos sociales) es el tema central de Doña Rosita la soltera. Lo acompaña la circunstancia de que su protagonista, una joven granadina acogida en la casa de sus tíos, espera en vano a que su prometido vuelva de Argentina para desposarla. Debió de ser un destino triste el de las jóvenes de provincias que depositaban toda esperanza en encontrar novio. Ya lo había señalado Lorca en otras ocasiones:

Un miedo frenético a lo sexual y un terror al «qué dirán» convertirían a las muchachas en autómatas paseantes, bajo las miradas de esas mamás fondonas que llevan zapatos de hombre y unos pelitos en el lado de la barba[4].

El cambio de siglo, el paso del tiempo, pues, determinan el tema y el ambiente de Doña Rosita la soltera, y en ellos se inscribe la tragedia de la soltería española (la femenina) en la España de la restauración, el destino de la mujer que queda «para vestir santos». Pero Doña Rosita la soltera constituye también una sátira de la cursilería (es el tiempo del Ensayo sobre lo cursi, de Ramón Gómez de la Serna[5]) y, por consiguiente, constituye también la superación definitiva del gusto modernista que Lorca cultivó en su juventud.

Doña Rosita la soltera, el Lorca más chejoviano 1

José Mora, el Tío de Doña Rosita la soltera. Foto: Carlos Manzanares

Los tres escuetos días que presenta Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores sitúan su acción en un carmen granadino (así llaman a los pequeños jardines familiares en Granada). En el cual no solo eclosionan las flores que cultiva el tío de doña Rosita (el eléboro, la fucsia, el crisantemo, la rosa mutabilis…), sino que también se produce la plena eclosión poética del simbolismo, el modernismo y el decadentismo. El jardín, además, es motivo poético de estos movimientos (Rubén Darío había «… cortado / las rosas de Ronsard en los jardines / de Francia…», Juan Ramón Jiménez había titulado Jardines lejanos su poemario de 1904…). No sin intención, García Lorca subtitula su drama Poema granadino del novecientos, dividido en varios jardines, con escenas de canto y baile. Hay, en efecto, un carácter subjetivo en todos estos jardines, tal y como aclara Federico:

… hay que ceñirse y viajar en nuestro jardín. El vellocino de oro lo tenemos dentro del corazón[6].

También la génesis creativa de Doña Rosita tiene su intríngulis. El poeta José Moreno Villa cuenta a Federico la historia de la rosa mutabilis, que había leído en un antiguo libro de flores. Esta rosa por la mañana está roja, con la tarde se pone blanca y al llegar la noche comienza a deshojar. Así narra Federico la manera en que concibió el drama:

Mi amigo Moreno Villa me dijo: «Te voy a contar la historia bonita de la vida de una flor: La rosa mutabile, de un libro de rosas del siglo XVIII». Venga. «Había una vez una rosa…». Y cuando acabó el cuento maravilloso de la rosa, yo tenía hecha mi comedia. Se me apareció terminada, única, imposible de reformar[7].

Elena Sanz, Leire Ormazábal, Elisa Martí y Romina Sánchez. Las tres solteronas con su madre de Doña Rosita la soltera. Foto: Carlos Manzanares

Elena Sanz, Leire Ormazábal, Elisa Martí y Romina Sánchez, la madre y las tres solteronas. Foto: Carlos Manzanares

En la Sala del Mariano (Madrid), para montar Doña Rosita la soltera, Carlos Manzanares echa mano de la estética de cuento postindustrial que caracteriza los montajes de Trece Gatos (si no han visto ninguno, tengan en mente cualquier película de Tim Burton). Se trata de un montaje respetuoso con el texto pero que actualiza la puesta en escena. La música embellece el texto de Lorca (se acepta con agrado el chantaje musical). Llevan el peso de la interpretación valores seguros de la compañía: María Díaz en el papel de Doña Rosita, Raquel León en el de Ama, José María Mora en el de Tío, Ángeles Laguna en el papel de Tía… Se agradece la continuidad de los intérpretes, así como la delicadeza en cada uno de sus montajes. La producción es modesta, pero hace falta poco cuando sobra el talento. No dejen de ir verla.

De momento estarán hasta el 26 de mayo en la Sala del Mariano, en Madrid. Pueden adquirirse aquí las entradas.

¡Qué poco hace falta cuando sobra el talento! #DoñaRositaLaSoltera, de Federico García Lorca, por @Trece_Gatos en la Sala del Mariano Reseña @avazqvaz Clic para tuitear
Doña Rosita la soltera, el Lorca más chejoviano 3

María Díaz es Doña Rosita la soltera. Foto: Carlos Manzanares

Doña Rosita la soltera

Autor: Federico García Lorca

Dirección: Carlos Manzanares Moure

Reparto:

Rosita: María Díaz

Ama: Raquel León

Tía: Ángeles Laguna

Tío: José Mora

Doña Renata: Nuria Simón

Madre: Elena Sanz

Solterona 1: Leire Ormazabal

Solterona 2: Elisa Martí

Solterona 3: Romina Sánchez

Manola 1: Maria Quero

Manola 2: Sandra Serrano

Manola 3: Celia Ferrer

Primo: Gerard Jiménez

Don Martín: Juan Carlos Gómez

Ayola 1: Lola Jurado

Ayola 2: Marian Megía

Producción: Trece Gatos

Reseña de Alfonso Vázquez

Notas:

[1] Cf. Liz Perales, «Lorca: mi primer estreno fue un hermoso pateo», El Cultural, 23 de febrero de 2012.

[2] María Luz Morales, «Teatros y conciertos», La Vanguardia, 14 de diciembre de 1935, p. 9; En Armin Mobarak, «Antón Chéjov y Federico García Lorca», Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, 2014, vol. 32, Núm. Especial, pp. 102 y 103.

[3] Federico García Lorca, recogido en Marie Laffranque, «Federico García Lorca. Conférences, déclarations et iterviews oubliés», Bulletin Hispanique, LX, nº 4, 1958, p. 529; lo cita y traduce Andrés Amorós (ed.), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, p. 45.

[4] Federico García Lorca, Conferencias, II, Christofer Maurer (ed.), Madrid, Alianza Editorial, 1984, p. 56; lo recoge Andrés Amorós (ed.), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, p. 50.

[5] Se publica en la revista Cruz y raya, en 1934.

[6] Federico García Lorca, Conferencias, I, C. Maurer (ed.), Madrid, Alianza Editorial, p. 142; citado por Andrés Amorós (ed.), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, p. 42.

[7] Federico García Lorca, en Felipe Morales, «Conversaciones literarias. Al habla con Federico García Lorca», en La Voz, Madrid, 7, IV, 1936, p. 2; lo cita Andrés Amorós (ed.), Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, p. 18.