Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952) lleva dedicado toda su vida a la literatura. Profesionalmente como Catedrático de Lengua y Literatura hasta el momento de su reciente jubilación en el IES Matemático Puig Adam de Getafe. Fue precisamente en este lugar donde hizo realidad una quimera que siempre había rondado por su cabeza: crear una Revista Literaria. Con mano precisa y criterio exquisito la fundó y dirigió durante los 30 años en que periódicamente salió a la calle. Estoy hablando de la prestigiosa revista ilustrada de creación Cuadernos del Matemático que de 1988 a 2018 llegó a librerías, Universidades, Bibliotecas y centros culturales diversos,  españoles y extranjeros, que la solicitaban dada la enorme calidad creadora que desde el principio contuvieron sus páginas.

Amén de esta actividad, llamémosla, pública, Ezequías Blanco es desde temprana edad un creador, sobre todo un poeta. Diez poemarios jalonan los cuarenta años que van de 1979, año en que vio la luz Limitación del vuelo, hasta 2018 cuando publicó Bare nostrum, el último por el momento. En prosa también ha vertido su vena creativa: dos novelas (Tres muñecos de Vudú, 2001; e Islandia, 2004), una edición crítica de Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi (Edelvives, Zaragoza, 2004), y tres volúmenes en los que ha agrupado sus relatos cortos: Memorias del abuelo de un punk (1997, ahora vuelto a reeditar); Tienes una cabeza apuntando a tu pistola (2009); y el tercero, éste que acaba de ver la luz, publicado por Huerga & Fierro, titulado Solo hay una clase de monos que estornudan.

Forman este tercer volumen 19 relatos cortos que aunque nacidos la mayoría de ellos del mundo real, vivido, habitado o conocido por el  propio escritor, trascienden el mismo elevándose hasta un universo herido todo él por el duende literario en el sentido lorquiano. Lo sorprendente es que Ezequías no toca ni ahonda en sesudos, abstrusos e impenetrables asuntos sino que para mostrar y acercarse al auténtico ser humano del que parte se fija en sus pulsiones primarias: la fuerte atracción que el sexo tiene sobre las personas; también sus temores, bien a ser tomados por quienes no quieren ser aunque en verdad ignoren si lo son, o bien la inevitabilidad de aquello que no se desea que acaezca y por ello, paradójicamente, acaba teniendo lugar;  asimismo Ezequías Blanco fija la atención en la condición natural de animales racionales evidenciada en esos frecuentísimos y muy humorísticos alivios escatológicos; otro tanto se percibe cuando resalta la importancia de la bebida bien como instrumento para fraguar esa amistad tan necesaria entre los humanos, bien como deleznable medio conductor de violencia precisamente sobre aquellos a quienes se dice amar; y tampoco deja de señalar la estupidez humana tan visible con frecuencia en el ámbito laboral volcado demasiadas veces en la realización de tareas absurdas…

Estos  temas o asuntos los presenta el autor a través fundamentalmente del humor, en especial de la ironía y el sarcasmo. Es un humor cargado de inteligencia que juega con la literatura y que entra con frecuencia en la metaficción, un humor culturalista por demás en contraste muchas veces con el espacio y el asunto de la propia ficción.  Claros ejemplos de lo que digo pueden observarse en los relatos titulados «Bodas de amor o invención domitila», «El club británico», o «El huevo de Colón», entre otros.

Junto al tono humorístico en que se empapan la mayoría de estos cuentos y como quizás el ingrediente principal del estilo de Ezequías Blanco, aparece el léxico que utiliza. Estamos ante los relatos escritos por un poeta y eso, claro, se nota. Al respecto de la poeticidad que contienen cabe hacer dos distingos: Por un lado estaría esa retahíla de nombres de persona tan poco habituales hoy día (Laurentino, Acacio, Domitila, Evencio, Liborio, Salustio, Matea Maniera, etc.) que nos apartan mágicamente de nuestra inmediatez temporal; y por otro, el dominio del vocabulario específico de un mundo rural, desaparecido o en vías de desaparición, ajeno a la vorágine de la gran ciudad (‘prado del tamaño de una borona’, ‘gato de la noria’, ‘bandullo’, ‘corquete’, ‘garrotillo’, ‘emprender el dos’, ‘bodoques’, ‘polisón’, ‘cerandas’, etc.).

Ezequías Blanco. Solo hay una clase de monos que estornudan 3

Leyendo estos relatos se comprueba que Ezequías habita un lugar llamado «Literatura», que todo el mundo real del que parten sus narraciones está tocado por ella. Así se evidencia en el cuento «El otro cuervo» cuando el tutor del Taller Literario al que acude Acacio le contesta utilizando las mismas palabras que usa el cuervo de Edgar Allan Poe en el poema de mismo título. Mágico es ese encontrarse con personajes de los cuentos infantiles como le sucede a un peregrino que va a Santiago de Compostela en «A Pulgarcito le sale el viaje gratis». Humorístico y muy revelador de los peligros del consumo de literatura es el cuento «El club británico» en el que los personajes tienen la cabeza perdida por culpa de ella y dialogan empleando textos de Borges, el Cántico espiritual de San Juan de la Cruz, etc.

Solo hay una clase de monos que estornudan, #Relatos @HuergayFierro. Ezequías Blanco habita un lugar llamado #Literatura: todo el mundo real del que parten sus narraciones está tocado por ella. #Reseña: @juancargalan. Clic para tuitear

Ezequías, que es grande amigo mío desde hace muchos años, me regaló hace unos meses el encargo de hacerle el prólogo que figura en esta hermosa edición de Huerga & Fierro. Quiero cerrar esta reseña con el párrafo final del mismo:

Aunque los diecinueve relatos son independientes entre sí, hay un evidente deseo de unidad en el libro el cual abre y cierra con la frase que da título al volumen como si la misma fuese un «¡Ábrete Sésamo!», una expresión que sirviera para entrar en la magia que es la literatura de Ezequías Blanco y también para salir de ella restituyéndonos a este bajo y vil sentido, que diría Fray Luis de León, cuando la abandonamos.

Ezequías Blanco. Solo hay una clase de monos que estornudan 4

Solo hay una clase de monos que estornudan

Ezequías Blanco

Huerga y Fierro

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Reseña de Juan Carlos Galán

Portada de la reseña: David de la Torre