Comparto con el escritor salmantino, Luis Llorente, afición por la poesía y el gusto por comentar magníficos libros, como escribir sobre Memoria del adentro (La Garúa).
Aitor Francos (Bilbao, 1986) escribe por pura vocación. Tras de sí tiene una estela poética singular: comenzó alzándose con la decimocuarta edición del Premio Surcos con Igloo (Renacimiento, 2011), y a ese primer libro le seguirían Un lugar en el que nunca he escrito (2013), Las dimensiones del teatro (La Isla de Siltolá, 2015), Las gafas de Pessoa (Fundación José Manuel Lara, 2018), Un buzón en el desierto (2018), además de la plaquette Ahora el que se va soy yo, y ahora, Memoria del adentro (2020). En todos los libros citados de Francos la poesía no es gratuita, sino que la tensión que origina la exploración del lenguaje es digna de elogio.
Ya desde el propio título, Memoria del adentro, se advierte la constatación de cuán interior es la reflexión y análisis, y de la relación que ejerce con el conjunto, es de una consideración tan elevada a la poesía que emociona. Aclaremos una cuestión: Aitor escribe para que se le entienda. El poeta no ignora esta máxima, pero el descoyuntamiento sintáctico y las traslaciones semánticas generan símbolos e imágenes inauditas, sorpresivas, atrayentes, y al cabo expresa un universo en que terminan por naufragar todas las certezas.
El poeta y los lectores con él, nos sumergimos en el interior del poema, y disfrutamos envueltos de los huecos sugerentes que dejan los versos. El motivo del libro, Memoria del adentro, es la reflexión del hecho poético, un espacio cerrado convertido en foco de atención. La vocación de Aitor Francos es la de compartir y permanecer dentro del poema. Así, la propia escritura y la recepción de la misma, la lectura se hacen más abarcadoras; toda una declaración de principios coherente con algunas de sus reflexiones metapoéticas. En un poema de La gafas de Pessoa leíamos «Que el poema no sea / nada. Que, como mucho, / se apoye en una silla // a respirar, y esa sea ya / una patria de todos». Una tarea no siempre fácil porque es sencillo caer en la trampa: que no se entienda. Ya en el primer poema, el lector desecha el posible hermetismo del autor bilbaíno. En «El perfumista» parte de la experiencia personal como ritual del lector análogo: «Después de coger cualquier libro / siempre me huelo las manos», y trasciende al final: «Lo que leo está en mis manos. / Y no puede quedarse para siempre». La dialéctica que propone entre lo que vemos y lo que pensamos; entre lo escrito y lo leído; entre lo que nos asombra y duele, apunta a un mundo de intersecciones: entre lo que se escribe y lo que se intuye.
#MemoriaDelAdentro de #AitorFrancos @lagaruapoesia. «Después de coger cualquier libro / siempre me huelo las manos», «Lo que leo está en mis manos. / Y no puede quedarse para siempre». #RecomiendaLeer: #JesúsCárdenas. Share on XLas cuatro secciones, «Vivir en las paredes», «Pinturas de guerra», «El cerco» y «El limbo de los monstruos», en que se agrupa Memoria del adentro crean ondas concéntricas sobre la transitoriedad del tiempo, desde un punto de vista íntimo, acogedor. El tono de los poemas tiende al aforismo y al pequeño suceso o detalle. El discurso poético es reflexivo. Las imágenes están creadas a partir de un particular modo contemplativo, como asegura el poeta salmantino Luis Llorente. Dentro de la primera sección, la más amplia y, quizá, la más sobresaliente, fijémonos, por ejemplo, en el poema titulado «Preparando la habitación de Charlotte Perkins Gilman», que comienza «La tela de araña está algo torcida. // La hicimos sólo / con líneas paralelas, / sin levantar los ojos del papel. / Una vez están juntas / es fácil imaginar una historia», para concluir con la reflexión sobre la que gira todo el bloque ¿qué está dentro? ¿y qué fuera?: «Ni nosotros mismos estamos dentro». La poesía no puede dejar de definir y redefinir su ámbito. Y en este sentido, se establece una continuidad con Las gafas de Pessoa. Una de las claves del conjunto es el entendimiento de que Aitor Francos trabaja con materia inerte, explora, abre vías hasta descubrir lo que revela la palabra: «ahora ya no sirve la belleza. / Hay siempre negación en lo tangible / y una obligada pertenencia al mundo», para terminar afirmando que «Mejor es la luz, / cuando muere a través de lo leído». También lo volveremos a leer en otros poemas, como en «Es del aire», que finaliza:
es del aire esta intemperie absurda.
No necesita de palabras para
desvanecerse
cuando todo está fuera
estando adentro.
Memoria del adentro. Aitor Francos
Los sucesivas secciones del libro, segunda, tercera y cuarta, una cincuentena larga de composiciones, componen una riada de definiciones sobre el poema, la poesía y el poeta que van más allá de lo referencial. Se define por contraste, oposición, en un enfrentamiento entre términos. A propósito, debemos acercarnos a la importancia que adquieren la dualidad y la paradoja, lo que escribe y lo que se borra, la fase intuitiva y la fase de laboratorio, lo que convierte a Memoria del adentro en todo un viaje fascinante por la escritura poética, tanto en su afirmación como en su inexistencia. El enfoque metapoético no es original pero sí es sorpresivo por cómo se nos muestra, como leemos en la serie de seis textos que compone «Promethea», destacando la distancia que toma el propio sujeto poético: «es algo mío, pero no soy yo». Alejarse de lo escrito provoca una mayor visión para juzgarlo, por el mismo motivo que no se observa la realidad pegando los ojos a una foto. Ver los detalles mínimos en su visibilidad cotidiana, así se crea un doble efecto de cercanía y distancia. El tiempo será el encargado de juzgar lo que quede, lo que genera una visión pesimista, desengañada, asoladora. Pero, sin duda, algunos de estos versos quedarán retenidos a fuego en la memoria:
La importancia que adquieren la dualidad y la paradoja, lo que escribe y lo que se borra, convierte a #MemoriaDelAdentro de #AitorFrancos en todo un viaje fascinante por la escritura poética. @lagaruapoesia. Share on XSe borra lo que cierro con los ojos
de los libros. Al pensar en la luz,
la cambio de lugar para el olvido.
Memoria del adentro. Aitor Francos
Para concluir con este libro de versos apasionantes, donde la ambigüedad entre interior y exterior, la dialéctica entre el pensamiento y la escritura no genera ambigüedad, sino reflexión sobre la escritura y hasta el sentido de nuestra lengua, nuestra existencia al cabo, en busca de una reflexión exacta que acaso genera más incertidumbre, que nos zarandea con nuevas interrogaciones en el pretil de la vida, la misma exactitud con que Aitor Francos escribe aforismos, la misma que enhebra la fibra de los versos de Memoria del adentro:
Aprendemos una lengua para prolongar / el asombro de los límites. Porque / el cuerpo es la pregunta / que nadie quiere hacerse estando solo. […] El idioma de la verdad es la región más / inhóspita del nido del invierno.
Memoria del adentro. Aitor Francos
Pues eso: pura vocación.
#MemoriaDelAdentro, de #AitorFrancos: pura vocación poética. Un libro de versos apasionante. #Reseña de #JesúsCárdenas. @lagaruapoesia. Share on X
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