Es difícil revolucionar tu estilo cómico tras años donde has creado a una legión de fans fieles sin sentir que traicionas tu propio espíritu. Por suerte, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla han sabido cómo hacerlo con Capítulo 0.

A principios de los 2000, La hora chanante se convirtió en un ejemplo de renovación del humor patrio a partir de una concepción de la comedia tan particular que forjó un antes y un después con segmentos fantásticos que todavía viven en la era del YouTube. Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla y compañía no estaban haciendo humor a la manera de nadie en España en ese momento, estaban creando su propia concepción a partir de lo absurdo, lo nerd o las ideas extrañamente llamativas. Más cercanos al José Luis Cuerda de Amanece que no es poco o los Monty Python, los chanantes se convirtieron en el placer culpable (o no) de muchos espectadores que vieron que había vida más allá de las risas más castizas.

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Es difícil revolucionar tu estilo cómico tras años de crear una legión de fans fieles sin sentir que traicionas tu propio espíritu. #JoaquínReyes y #ErnestoSevilla han sabido cómo hacerlo con #CapítuloCero @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Este fenómeno, muchas veces relegado a Internet, se expandió cuando llegó a La 2 con Muchachada nui, programa mítico que marcó a muchos, pese a las altas horas de la noche en las que la cadena decidió emitirlo (no fuese a causar problemas). Tras esperar a que series como Mujeres desesperadas terminase, teníamos nuestra ración de Reyes y compañía con personajes como Mark Hamill, Macaulay Culkin o Alan Moore y con sketches como Philip Max, director teatral o El hombre elefante 2 que se ganaron el fervor de unos seguidores que pronto añadieron términos como «piscuet» o «cigar» a su vocabulario. Una época estupenda que generalizó el humor chanante y marcó a muchos que en esa época éramos adolescentes o universitarios que terminamos hablando como Reyes y el resto de la pandilla.

Por desgracia, el siguiente paso resultó ser mucho más anodino, domesticado y olvidable salvo algún chispazo del antiguo brío con Museo Coconut, donde Neox quiso demostrar que si se le añaden risas enlatadas a un mal chiste tiene que ser humor (pista: no lo consiguieron). Pese a glorificar a Carlos Areces como una especie de Tita Cervera, poco rescatable queda de aquel intento de serie.

Tras años de retener el programa que debía recuperar el espíritu chanante: Retorno a Lilifor llegó de modo inesperado en 2015, maltratado en su horario de emisión y habiendo perdido gran parte de la gracia, frescura y originalidad de los programas previos. Una lástima que ver a J. K. Rowling y Spike Lee con el rostro de Reyes fuera de esta manera.

Sin duda, vistos estos dos últimos productos con distancia, Museo Coconut y Retorno a Lilifor supusieron pasos atrás, pese a los deseos de hacer una serie o volver a los orígenes que fueron respectivamente estos programas… Pero eran pasos necesarios para que, por suerte, Capítulo 0 haya roto con la mala racha de un modo que, donde fallaron las dos producciones previas, la serie brilla por no ser meramente humor, sino algo más.

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Los chanantes sorprenden

Capítulo 0 no es un mero desvarío cómico freak (que también lo es), sino una reflexión sobre los géneros televisivos y cinematográficos. Después de una primera temporada que mezclaba dos tipos de trama, como el documental sobre los tertulianos y una invasión alienígena o una historia policíaca con un drama de unos camareros que hacen paella «y no arroz con cosas», en la segunda la serie apuesta fuertemente por trascender el homenaje y contar historias fantásticas que muchas veces se acercan más a la categoría de una serie antológica que a otras cuestiones previas de los chanantes. Entiéndanme: no han perdido el humor absurdo en algunos instantes, pero sí que han ganado consistencia en el guion para contar otro tipo de tramas y el espectador que nunca les ha dado una oportunidad o el que sí se alegra, porque se han arriesgado y han ganado la partida. Más allá de esos momentos de vergüenza ajena de producciones previas, Capítulo 0 funciona por sus historias: no solo es sumar crítica descarada o humor, sino que muchos de estos episodios son tan potentes que podrían haberse convertido perfectamente en películas que hubieran logrado legiones de fans.

Pero más allá del guion, hay dos puntos sumamente llamativos para los que llevamos siguiendo desde hace más de una década a los chanantes: la fotografía y la dirección son excelentes. Sí, los que abusaban del chroma y el plano fijo se han convertido, gracias a los medios (y el talento), en unos auténticos creadores capaces de hacerlo lo mejor posible. Si por algo se caracterizaban las producciones previas solía ser por un aire cutre que tenía su encanto, un presupuesto reducido que, de vez en cuando, se rompía con alguna pieza dirigida por creadores como Nacho Vigalondo (Los cronocrímenes). Sin embargo, en Capítulo 0 resalta por todo lo contrario: hay presupuesto, hay movimientos de cámara, buen vestuario, buenos escenarios, buenos planos, buena música… Es sorprendente el conocimiento que Ernesto Sevilla y otros directores de la serie ponen en cada capítulo y todo ello gracias a su capacidad para reinventarse. La fotografía resulta excelente y sorprende, que es el punto clave que han querido conseguir sus creadores.

Sobre el reparto, más allá de un Joaquín Reyes y un Ernesto Sevilla inconfundibles, a lo largo de la serie, se recuperan a algunos chanantes como el «tertuliano» Raúl Cimas o «el asesino de la mierda» Julián López. También sorprenden nuevas incorporaciones como el fantástico actor e ilustrador Javier Botet, al que hemos visto en REC o It, o una Miren Ibarguren que demuestra que con un buen guion es una de las actrices más potentes de nuestro país. No podemos dejar de lado que las apariciones estelares, lejos de molestar, son geniales incluyendo a Verónica Forqué, el Gran Wyoming o Arturo Valls. También sale Paco Marhuenda.

Capítulo 0 funciona por sus historias: muchos de sus episodios son tan potentes que podrían haberse convertido perfectamente en películas que hubieran logrado legiones de fans. #Reseña @cero @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

Capítulo 0: Reinvéntate como puedas

Una cuestión queda clara: la serie es capaz de ir evolucionando con cada capítulo. Empezamos con Tertulianos, que es un episodio que retoma los sketches de Muchachada nui para mezclar el formato televisivo, el documental y la invasión alienígena… y esta bomba que podría haberles estallado en la cara resulta ser un piloto perfecto.

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Tertulianos

En el caso de Puntada sin hilo tenemos una sátira de Nip/Tuck que, de repente, se mezcla con Cosas de casa y acaba con Rex, un policía diferente; si no es riesgo contar una historia así y que salga bien, no sabemos lo que es.

En el caso de Crimen se escribe con «c», por supuesto tenemos un homenaje a Jessica Fletcher, pero con un escritor de novelas de misterio homosexual que no reconoce el trabajo de su esposo argentino en sus novelas y van a un hotel donde, por supuesto, se cometerá un asesinato que tendrán que resolver y que… acaba con unos aires de ciencia ficción que recuerdan a Edgar Wright y su Bienvenidos al fin del mundo y, cualquier cosa que recuerda a Edgar Wright, es maravilloso.

Crimen se escribe con «c»

Crimen se escribe con «c»

Puede que el capítulo más débil de la primera temporada sea el que da un salto a las raíces del programa con Criminal Friends, una especie de parodia de Se7en, True Detective, CSI y todas las series policíacas o procedimentales que, aparte de burlarse de los clichés y del mundo de la interpretación, termina con la demostración de que la hostelería es un trabajo más duro que resolver crímenes con frases cínicas a lo Horatio Caine.

Por último, para finalizar esa temporada, Space Universe es una carta de amor a Star Trek con momentos muy chanantes, cómo no, pero que repite fórmulas como el falso documental que ya se habían empleado anteriormente. No obstante, el balance de esta obra y de las otras es que Reyes y Sevilla han conseguido una prometedora primera temporada. Tocaba confirmarlo en la segunda.

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Star Trek

Del biopic al homenaje

Si los cinco primeros episodios suponen un arranque genial, lo mejor que han hecho Reyes y Sevilla para la televisión en mucho tiempo, la segunda temporada cumple con todo lo propuesto y lo supera con creces, gracias a unos episodios más ambiciosos y con mejores historias si cabe.

Esta tanda de capítulos arranca con Reyes, la vida de Joaquín Reyes, un biopic sobre el cómico que parodia los biopics como el dedicado a la vida de Peter Sellers (The Life and Death of Peter Sellers, Stephen Hopkins, 2004) para convertirse en una joyita que se burla de la propia historia de Reyes, Sevilla y compañía; lástima que algún toque de humor grueso del final del capítulo pueda resultar chocante para parte de los espectadores; un servidor se lo perdona (no será lo único que haya que perdonar). Fantásticos, además, los cameos de Luis Piedrahita o Ignatius Farray.

El siguiente episodio es uno que si se hubiese alargado podría haberse convertido en una película que, aunque no fuese original, se hubiera merecido muchísimos premios. A medio camino entre el falso documental (de nuevo) y El crepúsculo de los dioses de Wilder (estas son palabras mayores), Silly Gardens: el cementerio de elefantes plasma la relación insana de una hija que intenta vender su gran casa y su madre, una antigua actriz en horas bajas, a lo Norma Desmond. Lo que ocurre a continuación en el capítulo en blanco y negro es una surrealista suma de momentos inesperados, entre el drama y la comedia, que nos demuestran el talento de Ibarguren y el resto del equipo.

El tercer episodio de Capítulo 0 se queda en tierra de nadie en muchos aspectos, pero no por eso deja de ser disfrutable. Hila varias tramas cortas sobre un terremoto (se llama Terremoto, vaya) y tiene varios cameos interesantes como el de Hugo Silva o Aníbal Gómez. Una lástima que algunas de las partes, como las del policía infiltrado suenen mascadas o la del detective y su nuevo padre, aporten poco. Lástima, como ya he dicho, porque tenía potencial para más.

Pero todos, absolutamente todos los errores, se perdonan cuando llega el que seguramente sea el mejor capítulo de la serie y que decide sacrificar parte del humor absurdo para contar la vida de Nick, un joven aspirante a actor, y un GPS que le señala cómo llegar a todo en la vida: ¿lograr un papel? Hecho. ¿Lograr a una chica? Hecho. ¿Ganar un Óscar? Hecho. Si añadimos a Ernesto Sevilla como David Lynch y un giro que a algunos nos pilló por sorpresa, es digno de volver a ser visto un par de veces. No se olviden del guiño/cameo muy meta de Eva Amaral como voz del GPS. Lejos del humor si hace falta, El pez dorado es una de las mejores historias que he disfrutado este año en la ficción.

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El prometedor actor Nick y Mr. Lynch…

Seguramente, el mejor capítulo de la serie, el que decide sacrificar parte del humor absurdo para contar la vida de Nick, un joven aspirante a actor, y un GPS que le señala cómo llegar a todo en la vida. @Carlos_Eguren @cero. Clic para tuitear

El siguiente capítulo, sin ser malo, sí le pesa venir de la joya que es El pez dorado: Sobredosis de amor podría haber llegado a ser una película con un poco más de minutos, pero se agradece que no cayesen en ello. Es una parodia de las telenovelas y las tramas románticas con un actor de culebrones que se cree que es su personaje. Kira Miró brilla en este episodio y ¿para qué mentirnos?, el opening de Sobredosis de amor es la caña.

Tras él, Dinamarca es un relato de espionaje y convivencia. Los espías al estilo Tinker Tailor Soldier Spy (a lo John le Carré, vaya) tienen problemas para llevarse bien compartiendo piso y, aunque tenga algunas partes más endebles, posee un final magistral, satírico, que hace que todo se salve, porque que un burócrata gris e inútil triunfe en la vida real no tiene ninguna gracia, pero en la ficción es maravilloso. El reparto con Joaquín Reyes, Javier Botet y Fernando Gil está sobresaliente con un espía tiquismiquis, otro que no se acostumbra a compartir piso y otro que le cuenta todo a su madre.

Por desgracia, no toda la serie iba a ser muy buena y, pese a los viajes en el tiempo y la crítica a los talk show televisivos, La gran Zapatiesta recupera el espíritu chanante con su «Cuéntaselo a…» (echamos de menos a Velilla Valbuena) o el retorno del asqueroso de Marlo, pero el esperpento lejos de ser satírico, es simplemente absurdo, con una agrupación de chistes sin demasiada gracia. Puede que sea el peor episodio de la serie.

Pero llega el final de temporada y volvemos a perdonarle cualquier altibajo gracias a Mi padre, un fantástico capítulo que mezcla ficción y realidad, donde Ernesto Sevilla homenajea a su padre basándose en muchas de las anécdotas que ha contado sobre él en diversas entrevistas. El argumento es el siguiente: durante la Navidad, el vendedor de una tienda de cómics (el alter ego de Sevilla) se propone, con muchas dudas, ir a casa junto a su familia. Esta premisa simple sirve para una trama disparatada con múltiples historias que celebra a los padres y los hijos e incluye guiños a otras obras navideñas, con giros que, aunque predecibles, son geniales, demostrando que estamos ante una de las series más originales y potentes del audiovisual español.

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Mi padre

Y hasta aquí ha llegado Capítulo 0. A la espera de que Reyes y Sevilla se pongan a trabajar en más episodios, Capítulo 0 es la demostración de que ambos son capaces de continuar revolucionando su estilo y trascendiendo el humor para contar historias que nos recuerdan que la sátira es un arma poderosa en tiempos en que la risa cuesta más ser arrancada. Vaya, que me he quedado piscuet.

A la espera de una 3ª temporada, #CapítuloCero @cero es la demostración de que son capaces de continuar revolucionando su estilo y trascendiendo el humor con historias que recuerdan que la sátira es un arma poderosa. @Carlos_Eguren. Clic para tuitear

 

Reseña de Carlos J. Eguren

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